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El Diccionario

Título:
El Diccionario

Lugar:
Teatro de La Abadía

Autor:
Manuel Calzada Pérez

Elenco:
Vicky Peña (María Moliner)
Helio Pedregal (Doctor)
Lander Iglesias (Fernando)
José Pedro Carrión (Voz del juez)

Escenografía e Iluminación:
Francisco Leal

Música y espacio sonoro:
Mariano Díaz

Dirección:
José Carlos Plaza


Había que acabar este 2012 de intensa actividad teatral con buen sabor de boca. Con una pieza que dejara la puerta abierta a comenzar el 2013 con las mismas ganas y la misma pasión que se ha ido desprendiendo en el año que tan maltratada se ha encontrado la cultura. Casualidades del destino, creo que no podía haber sido mejor elegida la función.
Admito que soy de los que había oído hablar de la figura de María Moliner y su diccionario, pero nunca se había parado a pensar en quién era esta mujer y porqué tenía su propio diccionario. Al comienzo de saber que se iba a estrenar esta obra, pensé en qué podía haber de interesante en ver una función sobre una señora que había escrito un diccionario… ¡A veces los pensamientos precipitados son así de atrevidos! Ni se me había pasado por la cabeza pensar que lo que nos ofrecía Manuel Calzada Pérez, autor de «El Diccionario», era la historia de una luchadora; de una de esas personas que a veces surgen de la nada y que intentan convertir una utopía en realidad. La historia de una de esas personas anónimas que sienten que tienen algo que ofrecer al mundo y que, generosamente, se entregan a ello. Discutibles son las formas, no lo niego, pero eso pertenece a la elección individual de cada uno y ella eligió esta que se nos cuenta.
«El Diccionario» nos desvela quién fue esta mujer y todas las circunstancias que la rodearon. Qué la llevó a esta labor casi, como en un momento dice el personaje del Doctor, Quijotesca. Se nos descubre, no ya a la luchadora infatigable, si no a la persona que fue cruelmente castigada por el destino y la enfermedad a ir olvidando aquello a lo que dedicó su vida. Las palabras.
La obra nos muestra fragmentos de la vida de María Moliner, nos desgrana momentos claves que dan sentido a todo lo que ocurre y que nos llevan a un final ya anunciado desde el comienzo y que, supongo que por eso mismo, el espectador lo va viviendo de una manera tan cercana a la propia María. Pero con lo que yo me quedo de lo que nos muestra la función es con la figura de una lmujer infatigable, de vida sencilla y fina ironía, que mas allá de saber que su destino la tiene condenada de antemano, ella sigue al pie del cañón, intentando aferrarse a su vida, a una vida de lucha por aquello en lo que creyó.
Disfruté de un texto que aunque no es nada sencillo, demuestra un gusto por el lenguaje que en ocasiones me pareció divertido y juguetón, y en otras quizá se me escapó un poco de mi atención; en momentos me conmovía y en otras pecaba quizá de un tanto panfletario, aunque admito que eso mismo de lo que peca es lo que necesitamos en estos días, de ciertos golpecitos en el hombro del espectador acomodado; que nos haga ver que eso de lo que nos habla, que nos suena a pasado, sigue tan peligrosamente vigente como antaño.
Las escenas se suceden y te enganchan. Todo muy sabiamente dirigido por José Carlos Plaza, el cual da mucha importancia, y lo aplaudo con entusiasmo, a los gestos que complementan el texto, gestos cargados de mensajes y que dicen tanto en sus silencios… Algo que puede sonar un tanto paradójico dentro de un montaje dedicado precisamente a «las palabras», pero tan importante a la hora de ver teatro. Que se deje a los personajes respirar, vivir, desarrollarse en escena; dejando que el público los paladeemos para implicarnos en lo que nos ofrecen.
Una vez mas salí maravillado con el trabajo de Vicky Peña, tan lleno de verdad, de humanidad. Nos hace nuevamente un regalo dejándonos disfrutar de tanto y tan buen saber hacer. Llena de fascinación un personaje, que para los de pensamiento precipitado, como es un servidor, podría pasar desapercibido. Vicky Peña no sale de escena en ningún momento, salta del pasado al presente, de ahí al futuro, donde retorna al pasado y que en ninguno de sus momentos nos suelta la mano. Impresiona ver cómo plasma el sufrimiento callado de esta mujer, su transformación, los pequeños detalles que dan paso a su deterioro y ese final donde nos acaba arrastrando junto con ella a la nebulosa de su escalofriante enfermedad.
Como las actrices realmente generosas, se difumina y nos hace ver únicamente al personaje. Algo que así dicho parece de lo mas normal, que es lo que tiene que ser, pero que sin embargo no todos los que se suben al escenario lo logran.
En escena está acompañada por Helio Pedregal como el Doctor que trata la enfermedad de María Moliner y Lander Iglesias que da vida a Fernando, el abnegado marido, que complementan a la actriz. Según estoy escribiendo la crónica, iba a decantarme mas por uno de ellos, pero me vienen a la mente fragmentos de la función y ambos tienen momentos muy interesantes y emotivos, que me hacen no querer inclinar la balanza hacía ningún lado. Los tres actores bailan al mismo son, se entremezclan como fantasmas en el recuerdo de la protagonista, se cruzan, se lanzan el texto, lo saborean y lo tejen a los movimientos tan bien llevados por la escena.
En todo momento me sentí enganchado por todo lo que contaban, por cómo lo decían, disfrutando de la riqueza del texto, de los movimientos, de los gestos, de las sensaciones que se desprendían de lo que al comienzo pensaba que iba a ser un montaje discursivo y que, poco a poco, fui descubriendo como una pieza llena de fino humor, de humanidad y de historia. 
Nos muestra un fragmento de nuestra historia reciente bajo los ojos de una mujer que vivió de manera silenciosamente activa los cambios políticos del siglo XX y que nos habla del sufrimiento individual que nos toca vivir a cada uno de nosotros, de la crueldad del destino y como no tenemos mas remedio que someternos a él, eso sí, sin dejar de luchar por lo que mas ansiamos en esta vida, la libertad.

Atentos todos los que no habéis podido verla en La Abadía porque sale de gira en el 2013. Yo os recomiendo que no os la perdáis porque vais a poder disfrutar de una Vicky Peña en estado de gracia y un texto como mínimo interesante de descubrir.

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Balaguer Follies Hipólito Mario Gas Massiel Mirabal Muntsa Rius musica musicales Pep Molina Sondheim Teatro Teatro Español Vallicrosa Valverde Vicky Peña

Follies

Título:
Follies

Lugar:
Teatro Español (Madrid)

Música y Letras:
Stephen Sondheim

Libreto:
James Goldman

Intérpretes:
Vicky Peña, Carlos Hipólito, Muntsa Rius, Pep Molina, Marta Capel, Diego Rodríguez, Julia Möller, Ángel Ruiz, Joana Estebanell, Massiel, Asunción Balaguer, Linda Mirabal, Teresa Vallicrosa, Mónica López, Mamen García, Lorenzo Valverde, Josep Ruiz, Gonzalo Salvador, Nelson Toledo, María Cirici, Marisa Gerardi, Antonio Villa.

Dirección Musical:
Pep Pladellorens

Dirección de escena:
Mario Gas

No sé si son las ganas o qué es, pero cuando uno está a punto de presenciar algo realmente grande parece que lo nota. Es como si en el ambiente flotara una energía especial, algo que hormiguea por dentro y te tiene impaciente por la subida del telón… Me sentía como un niño pequeño al que le han prometido que si es bueno, le van a llevar al Parque de Atracciones. Aunque también me estaba dando un miedo terrible porque solo había escuchado cosas buenas, críticas entusiastas y eso hace que las espectativas sean muchas.

Ya de entrada, pasar por las puertas del Español es cargarte de magia. Algo tiene ese teatro, como un alma viva que te envuelve. Algo que creo que no todos los espacios escénicos poseen… Es algo que se desprende de sus butacas, de sus palcos… de la historia que lleva sobre sus hombros. No lo sé, pero creo que es la mejor elección para representar algo como «Follies«.

La historia que cuenta este musical de Stephen Sondheim trata sobre una última reunión de «viejas» glorias en un teatro de Broadway a punto de ser derruido para dar paso a un parking. Todo se centra en dos parejas que comenzaron su historia de amor entre las paredes de dicho teatro y que, con el paso de los años, su relación se ha ido deteriorando. Al llegar de nuevo al teatro sentimientos y sensaciones, aletargadas hasta el momento, toman cuerpo y vuelven a dar sentido a sus vidas. Todo esto se entremezcla con fragmentos de otras historias contadas en canciones que interpretan el resto de personajes que han asistido a la reunión de despedida.

Maravillosa la forma en la que se juega con las idas y venidas en el tiempo, los flashbacks, las entradas y salidas de personajes, la transición entre números. Una maquinaria perfectamente engrasada; labor nada fácil la que ha tenido Mario Gas, teniendo en cuenta la cantidad de actores y bailarines que constantemente están en escena. Aunque permanecen en segundo plano, siempre tienen un fragmento de vida que mostrar a quien quiera dirigirles la atención. La orquesta es maravillosa, totalmente integrada. Hay veces que me da la sensación que las orquestas resultan agresivas, que necesitan hacerse notar para que se sepa que están; sin embargo este no es el caso. La música fluye, vuela por la escena, por el patio de butacas y acaricia a los intérpretes. Al igual que las voces de los actores, que siempre saben ir de la mano de los músicos. Una delicia.

El arranque del musical es de poner los pelos de punta. Alguien paseando a la luz de una linterna entre los restos de un teatro abandonado, habitado únicamente por esas sensaciones que quedan impregnadas por siempre en sus paredes, en sus telones, en sus butacas… En definitiva, mostrándonos el misterio que guarda un teatro cuando nadie mira, para pasar poco a poco a presentarnos a los personajes de «Follies«; personajes actuales, pasados o imaginados, que llenan la escena de luz y vida con un número inicial sencillamente espectacular. Y lo que viene después no desmerece en prácticamente ningún momento. Es un placer disfrutar de una sola atacada de tantos actores/actrices que hacen de esta profesión algo tan grande, de su arte, de ver lo que es un trabajo hecho con ganas, con profesionalidad y lanzado al público con todo el alma. Asombrosa la energía y la alegría de Asunción Balaguer, maravillosa la intervención de Linda Mirabal y Joanna Estebanell, la fuerza de Teresa Vallicrosa en «Who’s That Woman?«, el glamour de Mónica López o la ternura y complicidad de Mamen García y Lorenzo Valverde cantando «Rain on the Roof», la voz de Josep Ruiz, los jóvenes Marta Capel, Julia Möller, Diego Rodríguez y Ángel Ruiz… ¡Casting perfecto! ¡Redondo! o casi… Lo siento, pero Massiel se me hizo excesiva para el conjunto…

Me he dejado para mencionar a parte a los cuatro actores centrales. Vicky Peña es alguien que tiene un «don», aquello que toca lo transforma de tal manera que siempre quiero mas de ella, ya la he visto en tres montaje de Mario Gas, todos de Sondheim y nunca me ha defraudado ni un ápice; Carlos Hipólito aporta tanto realismo a lo que hace, tanta cercanía… verle como escucha a su partener, como mira, como se entrega al compañero y como se da al espectador… ¡es toda una lección de interpretación! Pep Molina creo que si la función no acabara terminaría por fundirse con el escenario, según avanza la historia crece y crece y crece y va a mas y mas y mas… y así hasta el infinito. Es tanta su versatilidad dentro de un mismo personaje que apabulla. Y Muntsa Rius… es tan maravillosa… aporta a su personaje esa inocencia, esas ganas de amar, de ser amada, de soñar con lo pasado, de encajar los golpes del presente y te hace identificarte tanto con ella… todo eso lo interpreta tan bien… y con esa voz… Creo que si esto fuera Broadway, esta gente serían casi calificados como dioses…
Se me saltaron las lágrimas de emoción y de gusto en varios momentos, entre ellos el número «Who’s That Woman?» interpretado por todas las actrices bailando ¿tap? ¿claqué? (Siento no saber diferenciarlo, pido disculpas por mi ignorancia al respecto) o el número que mezcla «Ah, Paris!» y «Broadway Baby» con ese final de canción tan apoteósico… Junto con ese demencial segundo acto que da tantas visiones y ¡tan caleidoscópicas! ¡Casi un viaje alucinógeno y psicodélico por el ambiente «revistero»! Todos ellos momentos casi «orgásmicos», con perdón, pero el placer que me hicieron sentir se acercaba bastante a ello…
Disfruté mucho de esta función porque no estaba viendo un musical. Estaba viendo TEATRO, así, en mayúsculas. Todo era disfrutable, texto, música, voces, escenografía, luces, vestuario… Que uno sienta que da lo mismo que hablen o canten, que lo único que necesita para seguir respirando es que continúe el espectáculo… Eso es algo que hay que vivirlo y este «Follies»me lo ha dado…

¿Se puede pedir mas en un solo montaje? He leído por ahí que lo califican de «Legendario» y, la verdad, yo lo creo así… No sé si es por la emoción que aún me tiene atrapado o porque es así, pero desde luego que así lo plasmo porque es la sensación que prevalece tras disfrutarlo y es lo que quiero contar. Lo que cuente pasado un tiempo no sabré si es alimento de mi mente o es algo que realmente viví… así que aquí queda lo que me pareció tras cerrarse el telón…

Dicen por ahí que después de finalizar en Abril volverá a representarse en Junio/Julio… Si así resulta, desde luego que me tendrán allí de nuevo. Ha tardado 40 años en ser representado en España, pero qué bien que, al fin, haya llegado…