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En Un Entreacto Radio – Programa 30

Desde En Un Entreacto Radio seguimos fieles a nuestras quincenas teatrales.
Como siempre hacemos, en nuestro programa número 30, nos lanzamos a por estos 70 minutos en los que nos colamos entre los recovecos de las artes escénicas, acercándoos toda la actualidad teatral desde nuestro rincón de GetafeVOZ.
Esta quincema volvimos a haceros nuestras sugerencias particulares desde la cartelera. Trayendo los montajes que a nosotros nos parece que no hay que perderse. Ya sabéis que son muchos más, lo nuestro solo es una pincelada entre la inmesa oferta que os espera.
Los primeros invitados de este programa fueron Inma Cuevas y Fran Calvo que vinieron a charlar con nosotros sobre «Constelaciones», montaje con el que regresan a Madrid, concretamente al Teatro Lara. Pudimos descubrir de su mano los Universos Paralelos y sus múltiples opciones, pero no solo eso, además disfrutamos de su cercanía y nos divertimos coversando de, entre otras cosas, Coplas en inglés y alguna primicia que nos regalaron, pero para saber de qué hablamos deberéis escuchar el programa…
Y acabamos el último programa del mes de Enero con la visita de Ariana Martínez, actriz que interpreta a Inés de Ulloa en el «Don Juan Tenorio» que ha montado Blanca Portillo con la CNTC y que actualmente podemos ver en el Teatro Pavón, y que en breve reanudará su gira por toda España. 
Ariana ha sido una de las primeras invitadas que nos ha abierto las puertas a un montaje de gran formato, hablándonos de cómo se trabaja en ellos y además con semejante directora. Una charla que dio para emocionarnos, reirnos y descubrir una actriz a la que hay que seguir muy de cerca.
Un programa que nos dejó una maravillosa energía positiva como colofón a una deseada y disfrutada charla entre amigos entreacteros.
¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!
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Ariana Martínez Beatriz Argüello Blanca Portillo CNTC Don Juan Tenorio Jose Luis García-Pérez Juan Mayorga Juanma Lara Miguel Hermoso Teatro Pavón

Don Juan Tenorio

Título:
Don Juan Tenorio

Autor:
José Zorrilla (Versión Juan Mayorga)

Lugar:
Teatro Pavón

Elenco:

José Luis García-Perez (Juan Tenorio)
Luciano Federico Marcos (Cristófono Butarelli)
Eduardo Velasco (Ciutti)
Daniel Martorell (Miguel)
Juanma Lara (Gonzalo de Ulloa)
Francisco Olmo (Diego Tenorio/ Escultor)
Alfonso Begara (Capitán Centellas)
Alfredo Noval (Rafael de Avellaneda)
Miguel Hermoso (Luis Mejía)
Raquel Varela (Gastón/Lucía/Monja Tornera)
Marta Guerras (Ana de Pantoja)
Beatriz Argüello (Brígida)
Rosa Manteiga (Abadesa)
Ariana Martínez (Inés de Ulloa)
Eva Martín (La mujer)

Asesor de verso:                        Maquillaje:                   Música original y espacio sonoro:
Vicente Fuentes                       Helena Cuevas            Pablo Salinas

Coreografía:                              Vestuario:                      Iluminación:
Verónica Cendoya                   Marco Hernández        Pedro Yagüe


Dirección y espacio escénico:
Blanca Portillo

Que el teatro quiera renovar, revisitar o darle la vuelta a los clásicos me produce un cosquilleo muy excitante.
Me gusta que lo retuerzan y rebusquen entre sus pliegues para aportar algo nuevo o al menos un punto de vista diferente, y si quien me lo promete es Blanca Portillo, yo corro a por mi entrada sin pensármelo ni un segundo. Y gracias a eso he podido ver este «Don Juan Tenorio». 
Una propuesta que se nos vende como la versión en la que Juan Mayorga, y la visión renovadora de Blanca Portillo, revelarán la verdadera identidad de Don Juan; dejando a un lado esa imagen de galán seductor que el paso del tiempo ha ido dando a este hombre pendenciero, canalla y egoísta que salió de la pluma de José Zorrilla.
Mayorga y Portillo se han propuesto recordarnos, sin aplicar velos ni filtros, la verdadera identidad de este personaje del teatro clásico español que se ha ido diluyendo en una inmerecida fama de seductor y romántico, mostrándonos -pido disculpas por el trazo grueso de la descripción- quién es en realidad Juan Tenorio, en esta versión los “Dones” y las “Doñas” han quedado fuera; un tiparraco follapavas, egoísta, con un alto grado de maldad, que no ha superado el furor hormonal de la adolescencia y que sigue reaccionando desmesuradamente ante la frase “No tienes huevos a…”,  y que sigue emborrachándose con los colegas, presumiendo de ser quien la tiene más grande y apostando con ellos a ver cuántas mujeres es capaz de tirarse, y que cuando todo se le va de las manos, y aún cagado de miedo y con todas las de perder, sigue poniéndose “gallito”, pero que pasado por el verso de José Zorrilla siempre queda mucho más vistoso para todos los públicos.

Bueno, pues tampoco creo que haya sido para tanto, la verdad. Si es cierto que se le ha intentado dar un toque diferente, que se ha pretendido meterle un aire macarra a la función, pero… para mi la cosa se ha quedado en más intención que resultado. Me explico.
Esta  función es un vehículo teatral al que le cuesta pasar de 0 a 100. Creo que tiene un comienzo poco atractivo, está muy bien lo de las sombras que revolotean por la escena como esos fantasmas que rodean a Don Juan, pero la languidez con la que ellos se mueven es la misma con la que se retrata todo ese primer cuadro en la Hostería del Laurel. Se supone que ya desde este momento el tono de la función debe quedar patente, es ahí donde se gesta todo, desde donde arranca este desafío y sus posteriores consecuencias, donde la potencia debe hacernos vibrar por todo lo que se nos cuenta que puede surgir después de este primer encuentro, pero la presentación de los personajes es lenta, cansina, poco atractiva, de hecho la historia no comienza a tomar cuerpo hasta que irrumpen en escena los personajes femeninos. La función toma un cariz mucho más interesante en el momento en el que Inés de Ulloa y Brígida aparecen en escena, ellas oxigenan y dan un brío mucho más interesante al conjunto, aportando peso y contenido, y arrancando de esa cadencia tan aburrida al Tenorio y todo su séquito de matones; aunque el derroche de originalidad en la caracterización de ellas me despistó, sobretodo en Ana de Pantoja y Lucía, no entendí muy bien la propuesta, cosa que no evitó poder disfrutarlas, todo sea dicho.

Un problema muy grande que hace que la función vaya y venga en su ritmo son esas transiciones eternas, con esas canciones que frenan la atmósfera lograda; cuando uno ve salir a la cantante una vez tras otra, no puede evitar resoplar y pensar en todo lo que queda por delante y en cuántas canciones más quedarán por ser escuchadas… Una lástima porque creo que los elementos escénicos son acertados y bien aprovechados, generando diferentes espacios, pero al tener que ser movidos al ritmo de la música, a uno se le quitan las ganas de apreciarlo. 
También creo que si se hace un montaje donde hay enfrentamientos y peleas, se debería montar con una lucha escénica que fuera creíble, a mi personalmente eso de «hacer que…» me parece algo horrendo que me saca de todo, y aquí no hay quien se crea ni una sola de las peleas. Eso sí, mucha gente ha criticado las muertes de Gonzalo de Ulloa y Luís Mejía en plan Gran Guiñol y yo las aplaudo con ganas, fue un ramalazo de lo que realmente esperaba.
 

A nivel actoral, no tengo nada que criticar, todo lo contrario, creo que es un estupendo elenco, salvo alguna inexplicable excepción, que juega la propuesta que les han puesto sobre la mesa. José Luis García-Pérez, Ariana Martínez, Beatriz Argüello, Miguel Hermoso, Juanma Lara, a la cabeza de este estupendo cartel, son el motivo por el que recomendaría ver la función. Arriesgan, se exponen y crean momentos interesantes e incluso bellos. Lo único que me «rechina» es la presencia permanente e innecesaria de, Miguel, ese personaje que en un momento se pone a “rapear” y que a penas si vuelve a abrir la boca, pero que permanece en escena prácticamente el 100% de la función; no logré comprender el sentido de esta incorporación, después me dijeron que simbolizaba la inocencia, pero francamente, a mi me parece que no aporta nada a la historia. Cuestión de gustos, como siempre…

Pienso que hubiera podido llegar a disfrutar más de esta función si no hubiera sufrido la sobreexposición mediática a la que nos han sometido para vender un montaje que se vendía solo. 
Tanto se ha hablado del asunto del cambio, de la genitalidad de la función y el «desenmascaramiento» de este clásico, que cuando uno se encuentra con el montaje, no puede evitar pensar que aquello no es para tanto, que de hecho se han podido ver montajes en los que el Don Juan ya ha sido retratado con más acierto en su maldad y egoísmo. Tan solo hay que mirar hacia La Cebada. A buen entendedor…
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Carmen Ruiz CNTC Las Dos Bandoleras Lope de Vega Macarena Gómez Teatro Teatro Pavón

Las Dos Bandoleras

Título:                                 Elenco:                                                         Escenografía:
Las Dos Bandoleras          Helio Pedregal (Triviño)                              Paco Azorín
                                          David Fernández «Fabu» (Orgaz)
Autor:                                 Macarena Gómez (Teresa)                          Vestuario:
Lope de Vega                    Carmen Ruíz (Inés)                                     Antonio Velart
                                          Llorenç González (Don Carlos)
Lugar:                                Gabriela Flores (Leonarda)                         Espacio Sonoro:
Teatro Pavón                    David Luque (Don Lope/Soldado 1)            Jordi Collet, «Sila»
                                         Álex Larumbe (Alvar Pérez/Soldado 2)
Dirección:                          Albert Pérez (Rey)                                       Lucha Escénica:
Carme Portaceli                                                                                    Kike Inchausti

Y uno vuelve a adentrarse en los mundos de la curiosidad… como le pasa al 99% de la gente. Programan una función en la que te encuentras como cabeza de cartel a dos actrices que hasta el momento te han gustado, y piensas: «¡Qué interesante! Se lanzan a por un clásico» y te apresuras a comprar las entradas antes de que se agoten, que eso de que salgan en la tele hace que las taquillas echen humo (No siempre) y no vaya a ser el campanazo de la temporada…
Así que me marché a ver «Las Dos Bandoleras» al Teatro Pavón, función escrita por Lope de Vega de la que desconocía su existencia. Una función en la que se nos cuenta como dos hermanas cuidadas y recuidadas por su padre, quizá no tanto, son ultrajadas por un par de tipos que, da igual en el Siglo de Oro como en la actualidad, piensan con la bragueta, y ellas, muy pizpiretas, caen en eso de «Prometo, prometo hasta que la meto y una vez metido se acabó lo prometido», así que son deshonradas, pero en vez de dejar en manos de su padre lo de recuperar la honra de las damiselas, ellas se callan, se hacen el hatillo y se largan a vivir su vergüenza a la sierra, se hacen Serranas y prometen cargarse a cuanto hombre se les cruce por el camino, como venganza por la pérdida de su honra…
Hasta ahí la cosa parece que no tiene mala pinta, apunta a algo ligero, incluso con cierta acción, apetecible. Un clásico de capa y espada con mujeres como heroínas. Lo malo viene cuando encuentras el batiburrillo que han liado entre vestuarios de todas las épocas, sonidos de aviones, bombardeos, escenografías siderales y dos serranas que parecen sacadas de Piratas del Caribe.
Pero bueno, podría pasar por alto todo eso si después me hubiera encontrado con unas interpretaciones decentes… ¡Ay!
No entiendo ese soniquete que se empeña en mantener Macarena Gómez durante toda la función, es molesto, arranca toda intención a los versos, pierde toda la musicalidad que puedan contener y se lo pone complicado a sus compañeros para que le den la réplica. ¿En serio Gabriel Garbisu, como asesor de verso, ha permitido esto? ¿Es problema de dirección o Macarena tiene un exceso de «vicios» adquiridos de su personaje de televisión y le resulta difícil desprenderse de ellos?
Sin embargo, Carmen Ruíz se la ve esforzada, tratando de ser más que correcta, cuidando el verso, haciendo lo posible por permanecer a flote a golpe de naturalidad durante toda la función, aunque a veces sean sus propios compañeros, ¿qué le pasa a Álex Larumbe?, y las vergonzantes luchas escénicas a golpe de «chunda chunda», las que la agarren de la cabeza y la hundan al fondo de este charco en el que se ha metido…
Quienes también me gustaron, aunque con sus altibajos, fueron Llorenç González, su forma de decir el verso llamó mi atención para bien, aunque su personaje importe un pimiento dentro de la función, y  David Fernández «Fabu» que nos da un poco de aire, aunque él solo, pobre, es incapaz de poder levantar la función por más que se esfuerce.
Un montaje carente de ritmo, sus escenas se suceden atropelladas; las diferentes líneas argumentales están carentes de conexión, parece como si estuviéramos haciendo zapping. Las hermanas van por un lado, la serrana Leonarda, interpretada por Gabriela Flores, va por otro, a su rollo, entra y sale como si fuera una espontánea que sale a escena cuando se le canta (su forma de soltar texto también lo hace pensar); su enamorado vaga por la función sin saber dónde meterse, y sin que nos importe demasiado… y así podría seguir con cada uno de estos personajes que, no sé si el gran Lope de Vega escribió semejante desaguisado o si ha sido la dramaturgia de Marc Roch y Carme Portaceli y la ocurrencia de mezclar dos textos en uno los que lo han convertido en lo que vemos sobre las tablas del Teatro Pavón..
En fin, que al grueso del público le encantó, se rieron mucho e incluso alguno se puso en pie a aplaudir. A la salida oí eso de «la de la tele lo hace muy bien», así que seguramente todo esto que escribo sean manías de uno que se debe estar volviendo un poco remilgado con lo que ve, pero yo salí decepcionado de comprobar el nivel de esta función tratándose de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
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Carlos Marchena CNTC La Noche Toledana Lope de Vega Teatro Pavón

La Noche Toledana

Título:
La Noche Toledana

Lugar:
Teatro Pavón

Autor:
Lope de Vega

Elenco:
Francisco Ortiz (Florencio)
Jonás Alonso (Beltrán)
Guillermo de Santos (Julio/Alguacil)
Sole Solís (Posadera)
Julia Barceló (Gerarda)
Elsa González (Lucrecia)
Laura Romero (Celia)
Borja Luna (Aurelio/Alguacil)
Natalia Huarte (Lisena)
Alba Enríquez (Belarda)
Carlos Cuevas (El Alférez Carrillo)
Manuel Moya (El Capitán Acevedo)
Ignacio Jiménez (Lucindo)
Álvaro de Juan (Ríselo)
José Gómez (Fineo/Caballero)
Samuel Viyuela (Escribano)

Iluminación:                                  Vestuario:                         Escenografía:
Luis Perdiguero                           Laura Escribano              Rodrigo Zaparaín

Versión:                                        Dirección:
Daniel Pérez                               Carlos Marchena


Ya os he contado alguna vez de mis coqueteos con el teatro clásico, que fueron los que me llevaron a ser uno de los primeros habitantes que hubo en las entrañas del Teatro Pavón en su reapertura (Daría lo que fuera por darme un paseito y poder curiosear para saber cómo está todo por ahí dentro)… Pues bien, cuando el pasado Jueves asistí a la representación de «La Noche Toledana» de Lope de Vega sentí que el espíritu de aquellos días planeaba sobre nuestras cabezas. Seguramente nadie mas sintiera algo así porque la cosa era algo interno mío, ese «que se yo» que se me pone en el pecho cada vez que traspaso las puertas de este recinto.
No conocía este texto de Lope de Vega, la verdad. Había oído hablar de él, pero sin ahondar demasiado en su contenido. El verdadero motivo que me atrajo de poder ver este montaje, era el tener la oportunidad de conocer a los cachorros de la CNTC en acción. 
«La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico» Ese proyecto que me hubiera encantado que existiera en aquel momento en el que yo vivía bajo la protección de las alas de Zampanó Teatro. Me parece una oportunidad maravillosa poder formar parte de la cantera de semejante compañía. Poder trabajar textos clásicos y hacerlo en escenarios como este o el del Festival de Almagro, por poner solo un par de ejemplos, y dirigidos por profesionales de la talla de Carlos Marchena. Vamos, todo un lujo para quien quiera dedicarse a la interpretación.
«La Noche Toledana» es un texto muy divertido, lleno de enredos y amoríos al mas puro estilo del autor. Con montones de personajes que se cruzan y entrecruzan llenando la trama central de pinceladas y momentos cómicos que juegan a confundir y despistar a sus participantes, locos de amor o deseo, dependiendo de quien y a quien miren. Mientras que nosotros, los espectadores, somos siempre cómplices de las argucias y manipulaciones de la despechada protagonista hacia su amado y el criado de este, tan bien llevados por los estupendos Natalia Huarte, Francisco Ortiz y Jonás Alonso.
En este función se ha querido jugar con una adaptación que tuviera cierta contemporaneidad en el vestuario y en la escenografía e intentar acercarse mas a un público que normalmente rechaza este tipo de teatro. Muy acertado el juego de puertas y módulos que nos trasladan desde una posada toledana, llevada por una divertida y atemorizante Sole Solís, a los tejados de esa misma ciudad que celebra su famosa fiesta del Corpus.
Un montaje llevado al límite, que busca en sus personajes una vuelta de tuerca mas para provocar la carcajada del público, como es el caso de ese magnífico Manuel Moya y su deliciosamente sobreactuado Capitán Acevedo o Julia BarcelóObjetivo que logran los actores en casi todos los casos, aunque en otros se nota demasiado la trampa y eso impide que entremos con las mismas ganas en su juego, dejándonos con la sensación de que a lo mejor se podía haber prescindido de algún personaje; eso sí, no es algo que empañe el buen hacer de la gran mayoría, que conectan con el sentido mas divertido de esta comedia disparatada y enloquecida, que podría ser perfectamente el origen de esa idea que todos tenemos del Camarote de los Hermanos Marx, y que hizo que pasara casi dos horas disfrutando con entusiasmo de unas interpretaciones que transmitían ganas y muy buen hacer.
Foto de Ceferino López
Quizá caiga en la pesadez y en la pedantería cada vez que ensalzo la buena dicción y la proyección en los actores, pero me parece algo tan esencial y a la vez tan escaso en muchas producciones, que cuando lo descubro en algún montaje no puedo dejar de destacarlo y aplaudirlo. Es una gozada escuchar voces claras y potentes, que llenan un teatro entero, y que provocan el interés en lo que nos están contando tanto en los espectadores de la primera como de la última fila, y que dicen el verso de una manera tan maravillosa. De verdad, aunque suena a pedantillo y algo rancio, es algo que me hace echarme hacia adelante en mi butaca y disfrutar con todas las ganas del mundo de un trabajo actoral en condiciones.
Cuando la función terminó sentí que el gusto con el que me había quedado era el de haber vivido el espíritu de un corral de comedias a la antigua usanza, con la sensacion de haber disfrutado de una buena función y un equipo en sintonía y con ganas de dar lo mejor. Así da gusto regresar una y otra vez al Pavón y quedarme embobado con su magia.
¡Qué bien ver que la nueva camada del clásico apunta maneras!
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Carles Alfaro Carlos Chamorro CNTC Cristobal Suárez Edu Soto El Lindo Don Diego Javivi Natalia Hernández Oscar de la Fuente Raúl Prieto Rebeca Valls Teatro Teatro Pavón Vicenta Ndongo

El Lindo Don Diego

Título:
El Lindo Don Diego

Lugar:
Teatro Pavón

Autor:
Agustín Moreto

Elenco:
Javivi Gil Valle (Don Tello)
Raúl Prieto (Don Juan)
Rebeca Valls (Doña Inés)
Natalia Hernández (Doña Leonor)
Carlos Chamorro (Mosquito)
Vicenta Ndongo (Beatriz)
Edu Soto (Don Diego)
Cristobal Suárez (Don Mendo)
Óscar de la Fuente (Criado)

Escenografía:                             Vestuario:                              Iluminación:
Paco Azorín                               María Araújo                       Pedro Yagüe

Versión:                                      Dirección:
Joaquín Hinojosa                      Carles Alfaro

Confieso que a veces las parafernalias excesivas me atraen de manera desmedida. Soy como los pequeños insectos que acuden a las luces brillantes y se ponen a revolotear alrededor. No me importa admitirlo, es algo que me sucede de siempre y me va a seguir pasando. En cuanto veo algo que es excesivo me apetece verlo.
Pues algo así es lo que me sucedió con esta función, con «El Lindo Don Diego», vi fotos de lo que iba a ser el montaje y desde ese momento ya quise asistir a una de las representaciones. No sabía muy bien de qué iba la función, pero sentía que me apetecía verla por descubrir que mas había ahí a parte del envoltorio. Siento que todo suene tan superficial, pero si os dijera lo contrario, estaría mintiendo con un bellaco. Pasado el momento de deslumbramiento, ya me fijé en el reparto que tenía y me apeteció aún mas.
Felicito desde aquí a la gente de marketing porque conmigo han conseguido provocar el efecto deseado.
«El Lindo Don Diego» es una función que disfruté desde el mismo momento en el que dio comienzo. Un texto adaptado por Joaquín Hinojosa, comprensible desde el principio. Con un verso y unas rimas sencillas, personajes muy bien dibujados y una trama interesante de seguir y muy divertida. 
Todo gira alrededor de Don Diego, personaje que vive una realidad paralela a la del resto de personajes. Vive inmerso en un narcisismo galopante que le ciega ante los verdaderos hechos que se van sucediendo a su alrededor. Tanto es así que el resto de personajes, encorsetados en las normas de obediencia de la época, se las tienen que ingeniar para conseguir convertir en ventaja lo que en un principio les juega a la contra.
Una delicia de función que gracias a la dirección de Carles Alfaro, lleva un muy buen ritmo en los acontecimientos y que hace que el espectador permanezca divertido en su butaca.
Ciertamente, como dice en el programa de mano el propio Joaquín Hinojosa, los personajes se ciñen a la obediencia jerárquica, sin salirse de la norma. Sin embargo hay en sus palabras cierta visión que resulta muy actual, en sus comportamientos, en sus pensamientos… Eso hace que el espectador se sienta mas identificado o, en cierta forma, reconfortado ante la posible nebulosa en la que uno tiende a perderse por momentos a causa del verso.
Al comienzo de la crónica me declaraba amante de los excesos y en esta función hay ración doble de ellos, aunque tan sumamente cuidados que es un placer deleitarse con ellos. Me parece muy acertado el contrapunto entre lo recargado del vestuario de María Araújo, con la sobriedad, tanto de la iluminación  de Pedro Yagüe como la escenografía de Paco Azorín, que juegan con la limpieza escénica y los diferentes planos; haciendo que el foco recaiga en el lugar exacto donde el director requiere nuestra atención, y haciendo que la trama baile entre pasarelas oscilantes, escaparates y espejos, que sitúan al espectador en diferentes planos, incluso colocándonos en ambos lados de esos espejos en los que los personajes juegan a ser lo que no son o a admirarse de lo que creen que son. Espejo que finalmente devolverá un reflejo doloroso y desestabilizador como lección moral a su protagonista.
Muy agradado de descubrir a Edu Soto y a Carlos Chamorro fuera de sus facetas televisivas, Edu Soto nos dibuja a la perfección un Don Diego que lleva con mucha delicadeza el amaneramiento de su personaje sin dejarle caer en lo afeminado e interpretándolo con muy buena mano y Carlos Chamorro hace de su Mosquito un maravilloso personaje de gracioso que nos conduce al espectador por una trama urdida con gran inteligencia y por el que nosotros nos dejamos llevar con ganas. Trabajo muy destacable también el de Raúl Prieto con ese atormentado Don Juan y Cristobal Suárez con la serenidad de su Don Mendo, acertadísimos ambos en sus papeles y ya con ganas de disfrutarlos en otros nuevos proyectos.
Salí encantado con las maravillosas interpretaciones de las tres mujeres del reparto, Natalia Hernández que es un auténtico bicho de escenario y a la que siempre es un gusto ver y escuchar como dice el texto. Vicenta Ndongo que arrasa la escena con su energía y de la que me encantó la forma de jugar su Beatriz y Rebeca Valls que hace que su Doña Inés traspase al patio de butacas con un humor que roza el exceso, pero que sin embargo fluye con naturalidad. Las tres me provocaron las ganas de que volvieran a escena una y otra vez.
No puedo dejar sin mencionar a Óscar de la Fuente, que aunque su personaje aparente poco peso dentro de la trama, él hace que siempre esté brillando y dando su punto de vista, ¿qué sería de Don Diego sin la nebulosa de perfume en la que es bañado incansablemente por su criado mientras este opina con su mirada y su actitud sobre todo lo que sucede alrededor?
Quizá Javivi es de todos ellos el que quede mas gris dentro del conjunto, puede que debido al papel que le ha tocado en suerte.
En definitiva, este es un muy buen montaje, hecho con muchísimo gusto e interpretado por un equipo de actores que hacen del verso algo cercano y apetecible. 
Ahora terminan en Madrid tras un gran éxito, pero  recomiendo que todo el que pueda se acerque a verles al Festival de Teatro Clásico de Almagro que es su siguiente fecha.
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Blanca Portillo Calderón de la Barca CNTC David Lorente Joaquín Notario Juan Mayorga La Vida es Sueño Marta Poveda Personales Pimenta Segismundo Teatro Teatro Pavón

La Vida es Sueño

Titulo:
La vida es sueño

Lugar:
Teatro Pavón

Autor:
Calderón de la Barca

Elenco:
Marta Poveda (Rosaura)
David Lorente (Clarín)
Blanca Portillo (Segismundo)
Fernando Sansegundo (Clotaldo)
Rafa Castejón (Astolfo)
Pepa Pedroche (Estrella)
Joaquín Notario (Basilio)
Pedro Almagro, Ángel Castilla, Óscar Zafra, 
Alberto Gómez, Anabel Maurin, Mónica Buiza, 
Damián Donado, Luis Romero
(Criados/Damas/Caballeros/Pueblo/Soldados)

Músicos:
Daniel Garay/Mauricio Loseto (Percusión)
Juan C. de Mulder/Manuel Minguillón (Guitarra Barroca)
Anna Margules/Daniel Bernaza (Flauta Pico)
Calia Álvarez/Ana Álvarez (Viola de gamba)

Coreografía:                             Iluminación:                          Vestuario:
Nuria Castejón                        Juan Gómez Cornejo          Alejandro Andújar/Carmen Mancebo

Escenografía:                                                                         Versión:
Alejandro Andújar/Esmeralda Díaz                                     Juan Mayorga

Dirección:
Helena Pimenta

Hoy vuelvo a escribiros con una de esas historias que me da por contaros de vez en cuando y que me dejan algo desnudo frente a los que paseáis por aquí. Y es que ir a ver «La Vida es Sueño» en el Teatro Pavón ata muchos hilos de mi pasado y quizá haga que finalice uno de esos ciclos vitales que todos tenemos perdidos por ahí…
Hace años, cuando aún era estudiante, me llevaron a ver a una sala de teatro que ya no se usa como tal, un montaje de «La Vida es Sueño» ¡Mi primer clásico! La verdad que no recuerdo si me enteré de todo o solo me quedé con la esencia de lo que me contaban (Supongo que esto segundo) El caso es que salí marcado. 
Tanto me gustó que aún hoy revivo en mi mente imágenes de ese montaje. Tanto me caló que pasados muchos años, cuando me dio por estudiar interpretación y me apunté a esa intentona de crear la Escuela de Teatro Clásico Ciudad de Getafe por parte de Zampanó Teatro, me pareció ver fantasmas… Las caras de aquel Segismundo y aquella Rosaura que flotaban en mi mente desde hacía años, ¡eran las caras de los que que iban a ser mis profesores! y es que, cosas del destino, Pepe Malla y Amaya Curieses fueron los actores que me abrieron aquellas puertas al mundo de los clásicos como espectador y los que me las iban a abrir como actor. 
Pasé tres maravillosos años de mi vida aprendiendo con ellos, alimentándome de sus enseñanzas, de su amor por los clásicos… y precisamente ese amor es el que hizo que se embarcaran en la loca aventura de comprar un teatro, restaurarlo y convertirlo en uno de los epicentros del teatro clásico en la capital. A estas alturas ya adivinaréis a qué teatro me estoy refiriendo… ¡El Teatro Pavón! A cuyas tablas me subí antes que cualquiera de las figuras que hoy lo pueblan, ya que en la fiesta de presentación; cuando aún no tenía butacas, ni estaba elegido el color de las paredes, y donde aún flotaba el polvo de los escombros y el abandono de años de olvido; mis compañeros y yo fuimos convocados para abrírselo de nuevo al mundo… ¡Qué nudo de emoción se me viene a la garganta de recordarlo!
Allí dejé a mis profesores, haciéndose una nueva vida mientras yo me fui a recorrer la mía. Aunque al poco tiempo, mi teléfono sonó, eran de nuevo ellos para ofrecerme entrar a formar parte de la primera plantilla de trabajadores cuando el Teatro Pavón abriera sus puertas para el gran público. ¡No pude resistirme! No tenía trabajo por aquel entonces y que me dejaran andorrear a mis anchas por las tripas del viejo-nuevo Pavón cobrando un sueldo, aunque fuera como acomodador, y pudiendo ver el teatro que me diera la gana, era lo mas maravilloso que me podía suceder en ese momento. Así que mi vida quedó cosida a los telones de este teatro y a las personas que lo poblaron durante todo aquella etapa… Gracias a vivir este momento, pude ver teatro desde todos los ángulos posibles, participando en el rito que significa trabajar y vivir la tensión de la representación diaria.
Pasado un tiempo la aventura se torció y la salida a un posible naufragio vino de la mano de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, aunque eso significó que yo fuera a la calle… y ahí terminó para mi esa etapa en la que viví el teatro entre cajas y que tantas experiencias me regaló (algún día las contaré con mas detalle, que dan para mucho). 
Sinceramente, mi sueño siempre fue llegar a trabajar en el Pavón, pero encima del escenario, iluminado por aquellos focos, pero no pudo ser y la ilusión se rompió un poquito dentro de mi, así que puse el tiempo por medio y nunca mas volví a pisar ni a pasar frente al Pavón. Estar cerca me hacía doler el alma…
Hasta ahora. El momento en el que vi una especie de señal para reconciliarme con todo aquello y poder recordar con el cariño que se merece esas etapas mágicas que uno se encuentra a lo largo y ancho de su existencia. Era este, el ver «La Vida es Sueño» en el Pavón y cerrar ese círculo que estaba incompleto y poder sacar de dentro toda esta historia para contárosla con el mayor de los cariños y los ojos húmedos. Y es que me gusta pensar que nada ocurre porque sí…
Perdonad si no estáis encontrando la crónica que esperabais, pero tenía que hacerlo así para que percibierais la magia que viví la noche del Jueves pasado al encontrarme a las puertas del Pavón y enfrentarme a «La Vida es Sueño».
Iba sabiendo que todo en esta noche iba a ser pura magia y emoción. Ver una función que (casi) todo el mundo ha aplaudido, que ha vendido todas las localidades hasta el punto de encontrarte con gente a las puertas del teatro con carteles de «Busco entrada», con una Blanca Portillo consolidándose, no ya como actriz consumada, si no como leyenda y con esa historia personal que acarreaba yo a mis espaldas… era seguro que no me iba a ir indiferente a casa.
Estoy acostumbrado a ver montajes de teatro clásico hechos desde el minimalismo que conlleva no ser un teatro para «el gran público», pero ayer me encontré con un montaje descomunal. Sin un solo cambio de escenografía aparente, visitamos todos los escenarios que Calderón de la Barca nos dibuja en su historia. Qué gusto ver como con una iluminación tan exquisita y cuidada y esa escenografía de la que hablo, uno puede ser guiado con tanto gusto y sutileza allá donde el autor y la directora (Helena Pimenta) nos quieran transportar. Como muy bien dijo mi amigo Alfonso, era como ver pinturas en movimiento, y es el que el escenario se convierte en un lienzo donde nos van dibujando cuadro tras cuadro una historia que, aunque de todos es conocida, nos sorprende y nos sobrecoge.
Algo que me gustó, y que se que a otras personas no les convence, es que un clásico es una obra de teatro libre de ser montada como el director crea conveniente… Vamos, como cualquier otra obra que se precie, sea en verso o en prosa. 
Las cosas no tienen que hacerse siempre de la misma manera, tienen que evolucionar, crecer, retorcerse y estirarse para descubrir matices nuevos dentro de lo representado una y mil veces. El texto hay que experimentarlo, desgarrarlo y jugarlo como si fuera nuevo, para encontrar algo escondido que el espectador no haya visto antes y vuelva a deslumbrar como la primera vez. Y yo creo que la versión de Juan Mayorga y la visión aportada por Helena Pimenta hacen honor a esto. No vi ningún tipo de miedo ni de pudor y eso creo que es lo que ha hecho de este montaje todo un acontecimiento.
Sin dejar de lado el hecho de ver de nuevo a una Blanca Portillo inmensa. Juro que en ningún momento me planteé que a quien estaba viendo era a una mujer «haciendo de» hombre; yo lo que vi fue a una actriz interpretando magistralmente un personaje universal; sí, un hombre, pero es que lo que yo veía en escena era un hombre. Creo que consigue desprenderse de toda su femineidad para abrirse al espíritu de un sobrecogedor Segismundo que la posee casi de una manera que da miedo.
Por supuesto no es la única que me hizo gozar de esta función. Ahí está Marta Poveda con una Rosaura llena de valentía y de rabia, que es el contrapunto perfecto para dar la réplica a la Portillo, y para brillar por si misma en escena, creo que fue el descubrimiento de la noche. Una actriz que dibuja tanto matiz en escena. desde las tripas, que es difícil dejar de (ad)mirarla.

David Lorente hace un precioso Clarín, con un mutis enternecedor, aunque quizá la apuesta de la directora hace que pierda algo de la ternura y la tristeza del momento… pero bueno, es una propuesta estética que funciona.

Un auténtico lujo escuchar y ver a Joaquín Notario y su Basilio, una lección de lo que es saber moverse en escena y decir un texto con tanto gusto y tanto cuidado, y además que suene como un trueno por el Pavón.
Cosa que a alguno  de sus compañeros se le hacía difícil, y es que está bien chillar en el momento apropiado, pero cuidando de que los versos no se pierdan ahogados dentro de ese grito. Quizá algunos personajes están, en momentos, excesivamente desquiciados.
Otros aspectos que aplaudo de este montaje son su música y las canciones en directo. Parece que Pimenta en sus últimos montajes está intentando introducir este detalle y que yo agradezco enormemente.
También las coreografías, tanto los movimientos en escena, que están cuidados al máximo, como las luchas. Todo funciona con una sincronía perfecta y escrupulósamente limpia. Es un auténtico placer ver algo tan cuidado y detallado, tan fácil de ver para los ojos del espectador y tan valorable en su complejidad.
Es un montaje tan bello, que recomiendo veáis sin dudarlo ni un momento.
Creo que este era ese momento propiciamente mágico que necesitaba para cerrar un círculo tan especial. Aunque ellos no lo supieran y, quizá nunca lleguen a saberlo, doy las gracias a esta compañía por hacer esta versión de «La Vida es Sueño» tan bonita y que pueda guardar con mucho gusto dentro de mi imaginario como el punto y seguido de mi amor por los clásicos y todos sus habitantes. Gracias.
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