Título:
Elling
Lugar:
Teatro Galileo
Versión:
David Serrano (Basado en la novela de Ingvar Ambjorsen)
Reparto:
Carmelo Gómez (Elling)
Javier Gutiérrez (Kjell)
Chema Adeva (Alfons/Frank)
Rebeca Montero (Reidun/Enfermera Gunn)
Mikhail Studyonov (Pianista)
Dirección:
Andrés Lima
Hay veces que sin saber porqué, me resisto a ver ciertas funciones. Me las recomiendan, leo críticas y sé que seguramente me puedan gustar, pero… Unas veces es porque me da cierta pereza la obra y otras porque tengo que hacer criba para poder permitirme ver otras funciones; y es que esto de ser blogger no sale gratis, al menos para mi, yo paso por taquilla el 98% de las veces y eso hace que tenga que decir «No» a algunos montajes. Supongo que unas veces acertaré y otras me habré perdido momentos memorables sobre algún escenario, pero no tengo mas remedio que sea así; eso sí, si se me pone al paso la oportunidad de ver todo lo que me sea posible ¡Allá que voy!
«Elling» ha sido uno de estos casos. Vi que se estrenaba, quienes la protagonizaban, y me dieron muchas ganas de verla, pero… la cosa no surgía. Vi que prorrogaban, pero… Hasta que el hambre de teatro me pudo y me apresuré a ir al Teatro Galileo antes de que la retirasen de cartel.
No tenía muy claro lo que contaba la obra, desconocía el argumento, pero bueno, saber quienes son los protagonistas y el director dan cierta seguridad de que lo que vas a ver va a tener cierto nivel.
La función, dirigida por Andrés Lima, nos cuenta la «salida» al mundo de Elling (Carmelo Gómez) y Kjell (Javier Gutiérrez). Dos hombres que están encerrados en un psiquiátrico, a los que se les ofrece la posibilidad de compartir piso e integrarse en la sociedad. Cosa que no les será nada fácil…
No sé si es cosa de la crisis o es la tendencia del momento, pero me estoy encontrando con muchos montajes que optan por las escenografías sencillas, con pocos elementos, pero con múltiples utilidades. Algo que me agrada y que comparto. Además el director ha ideado un escenario rodeado de público por los cuatro costados, haciendo aún mas cercano lo que sucede en escena.
A veces menos es mas, y en esta ocasión juega a favor de lo que los personajes nos quieren contar.
La función, dentro de la clave de comedia en la que es tratado el tema, hace pensar en lo complejo que es el mundo que nos hemos fabricado y la escasa cabida que permitimos en él a las personas «peculiares», como se autodenominan los protagonistas.
La labor actoral es impresionante.
Me agradó mucho ver un Carmelo Gómez diferente al que llevo viendo desde hace años. Mucho menos contenido, mostrándose siempre «hacia afuera», dando una aparente sencillez a un personaje al que hace absolutamente entrañable. Nos muestra una ternura y a la vez una personalidad arrolladoras.
Javier Gutiérrez rompe con todo, totalmente desinhibido, con un trabajo gestual desbordante, que corre el riesgo de apabullar al espectador, pero con el que, sin embargo, todos acabamos enganchando. Creando su «idioma» particular de movimientos, gestos y expresiones.
Ambos dan una lección de lo que a nivel actoral es «lanzarse a la piscina». No cualquiera puede hacer lo que estos dos actores hacen, ni se atreven, que es arriesgarse y entregarse a dos personajes que al comienzo pueden parecerte incoherentes y pasados de vueltas. Cuando uno quiere darse cuenta, le tienen hipnotizado y sintiéndose atrapado por su saber hacer.
Por supuesto vienen acompañados de la labor de dos actores que están incuestionablemente a la altura de lo que los protagonistas nos ofrecen. Chema Adeva y Rebeca Montero. Los dos doblan personaje y es muy interesante ver cómo aportan una personalidad completamente diferente a cada uno de ellos, hasta el punto de creer al comienzo de la función que eran actores diferentes.
Mi conclusión al finalizar la obra fue que a veces adoptamos roles que no nos aportan nada; ni a nosotros ni a los que nos rodean. Nos empobrecemos y nos hacemos mas pequeños involuntariamente, porque perdemos la perspectiva del objetivo en nuestras vidas, que sencillamente es vivirla… No fluimos con naturalidad, nos olvidamos de respetar nuestras imperfecciones y las de los demás. Hacemos y actuamos como «suponemos» que los demás quieren que hagamos… Sin embargo los personajes, aunque llevados al extremo, nos enseñan unos principios que deberían ser básicos en el ser humano: la amistad, el amor, la honestidad, la curiosidad, el cariño, las superación, … las ganas de beberse la vida… Incluso el miedo.
Sinceramente, salí de la función con una sensación de alegría interna muy agradable, algo que va mas allá de lo que uno pueda llegar a comentar con sus acompañantes. Una punzada de esperanza por querer mejorar un poquito y dejarme llevar por la «locura» del día a día.
Os dejo, que me he puesto un tanto espesito… pero quien pueda conseguir alguna entrada antes de que este próximo domingo se marchen del Galileo, que no haga como hice yo hasta la semana pasada y que no se resista.