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Abadía Aitor Tejada Cristobal Suárez Israel Elejalde Juanjo Llorens Kamikaze La Función Por Hacer Manuela Paso Miguel del Arco Miriam Montilla Raúl Prieto Sandra Vicente Teatro Teresa Hurtado

La Función Por Hacer

Título:
La Función Por Hacer

Lugar:
Teatro de La Abadía

Autor:
Aitor Tejada y Miguel del Arco,
adaptación de «Seis Personajes en
Busca de Autor» de Pirandello

Elenco:
Cristóbal Suárez (Actor)
Miriam Montilla (Actriz)
Israel Elejalde (Hermano Mayor)
Teresa Hurtado de Ory (Mujer)
Manuela Paso (Madre)
Raúl Prieto (Hermano Menor)

Iluminación:
Juanjo Llorens

Sonido:
Sandra Vicente

Producción:
Kamikaze Producciones

Dirección:
Miguel del Arco

Uno se pone hasta nervioso al saber que lo que está a punto de ver ha sido y es todo un hito en el panorama teatral actual, incluso que sea el germen de lo que después ha acabado por convertirse en un referente para la cultura de este país…

¿Soy un exagerado? No, no lo creo. 
«La Función por Hacer» es una de esas raras avis que de vez en cuando pare nuestro teatro. Ha cosechado un éxito arrollador en varios espacios de la capital, arrasó en los Premios Max del 2011 y después ha sobrevivido a una gira de dos años por los pueblos de un país que culturalmente agoniza… Incluso ha sido el aval para que posteriormente Kamikaze Producciones haya podido poner en pie montajes que de otra manera no hubieran llegado a nuestros escenarios de ninguna de las maneras. 
¡No me digáis que no estamos ante todo un Titán Escénico! Así que imaginaos mis expectativas donde estaban…
Juro que me cuesta mucho contenerme cuando hablo de algunos montajes porque me impactan tanto que me descontrolo y si ya de por si, en mis crónicas, me gusta hablar en positivo de las funciones que voy a ver, cuando de repente me golpean de la manera que me ha golpeado esta, tengo que hacer un ejercicio de autocontrol bastante grande para no perder los papeles. Veamos por donde voy y donde acabo…
Miguel del Arco y Aitor Tejada nos traen su propia versión de «Seis Personajes en Busca de Autor» de Pirandello, donde unos personajes que han sido abandonados a su suerte por su creador, buscan a alguien que los deje representar su historia y puedan ver cumplida la «misión» para la que fueron concebidos.
Es maravilloso ver como con un simple banco de madera, la siempre acertada iluminación de Juanjo Llorens o con la ambientación de Sandra Vicente y un espacio completamente desnudo se puede crear un montaje como este, donde tan solo se necesita el teatro en sí, como continente, para dar forma a esta historia donde la realidad abre sus puertas y se transforma para acoger a los personajes de una ficción que hacen que, tanto los actores como al espectador, nos planteemos cual es la verdadera realidad, si es la que uno piensa, la que uno presencia, la que le cuentan, la que siente, la que vive, la que vivió… Un juego escénico, cincelado a golpe de verdad por Miguel del Arco, donde vemos retazos de unas vidas que se nos presentan sin velos, con la necesidad del que busca ser escuchado. En ocasiones cómica y en ocasiones  perturbadora y terriblemente dolorosa, pero siempre fascinante.
Para mi el teatro de Del Arco tiene la virtud de hacer que uno se implique con lo que está viendo, que cale muy hondo y lo sienta de una manera especialmente personal. Envuelve todo con un halo de calidez que hace que lo veas como si estuviera hecho únicamente para el disfrute de uno mismo. Y eso es algo que ha sabido transmitir a todo su equipo y cuando ves la puesta en escena el resto del mundo desaparece, casi como si traspasáramos la membrana que separa la realidad de la ficción y te encontraras en medio de una historia hecha a medida.
Los actores, los seis, dan una lección de verdad que casi da pudor mirar, por la cercanía, tanto física como interpretativa. Uno los siente vibrar, siente como fluye su energía por el espacio, tanto si están en ese momento acaparando el foco como si están agazapados entre las butacas, siempre se les siente presentes, sientes la intensidad de sus almas, sientes que realmente están vivos. 
Uno querría tener varios pares de ojos mas para poder ver en todo momento a cada uno de ellos y gozar de todas sus reacciones y sus silencios, porque cuentan tanto o mas que sus propias palabras. Estén donde estén ves como la historia viaja a través de ellos y avanza por su interior.
Creo que precisamente aquí radica lo magnífico de este montaje, los actores forman un todo difícil de desglosar, sus personajes están tan complementados y alimentados por los demás que da pena intentar describirlo en una pocas palabras; daría casi para escribir una crónica con cada uno de ellos para poder hacerles justicia. 
Es fascinante ver trabajar a todos y cada uno de los miembros del elenco, Cristóbal Suárez, Miriam Montilla, Israel Elejalde, Teresa Hurtado de Ory, Manuela Paso y Raul Prieto, como transmiten el desgarro y la pasión por lo que nos cuentan. 
Y como después de dos años siguen manteniendo un grado de compromiso tan grande ante este proyecto que ya ha alcanzado el calificativo de mito entre los teatreros.
Ver «La Función por Hacer» es una absoluta delicia para todo aquel que se precie de amar el teatro. Me refiero a aquellos que lo vivimos como una parte esencial de nuestras vidas, los que cuando pensamos en ver un montaje determinado sentimos un cosquilleo por dentro que a veces incluso nos impide dormir bien, pero que sin embargo nos aporta un sentimiento de plenitud que para muchos es incomprensible.
Aquí vais a encontrar la esencia de lo que es el teatro, dejaos empapar por esta función y disfrutar de las sensaciones que os despierte porque es una auténtica belleza.
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Abadía El Diccionario Helio Pedregal José Carlos Plaza Lander Iglesias María Moliner Teatro Vicky Peña

El Diccionario

Título:
El Diccionario

Lugar:
Teatro de La Abadía

Autor:
Manuel Calzada Pérez

Elenco:
Vicky Peña (María Moliner)
Helio Pedregal (Doctor)
Lander Iglesias (Fernando)
José Pedro Carrión (Voz del juez)

Escenografía e Iluminación:
Francisco Leal

Música y espacio sonoro:
Mariano Díaz

Dirección:
José Carlos Plaza


Había que acabar este 2012 de intensa actividad teatral con buen sabor de boca. Con una pieza que dejara la puerta abierta a comenzar el 2013 con las mismas ganas y la misma pasión que se ha ido desprendiendo en el año que tan maltratada se ha encontrado la cultura. Casualidades del destino, creo que no podía haber sido mejor elegida la función.
Admito que soy de los que había oído hablar de la figura de María Moliner y su diccionario, pero nunca se había parado a pensar en quién era esta mujer y porqué tenía su propio diccionario. Al comienzo de saber que se iba a estrenar esta obra, pensé en qué podía haber de interesante en ver una función sobre una señora que había escrito un diccionario… ¡A veces los pensamientos precipitados son así de atrevidos! Ni se me había pasado por la cabeza pensar que lo que nos ofrecía Manuel Calzada Pérez, autor de «El Diccionario», era la historia de una luchadora; de una de esas personas que a veces surgen de la nada y que intentan convertir una utopía en realidad. La historia de una de esas personas anónimas que sienten que tienen algo que ofrecer al mundo y que, generosamente, se entregan a ello. Discutibles son las formas, no lo niego, pero eso pertenece a la elección individual de cada uno y ella eligió esta que se nos cuenta.
«El Diccionario» nos desvela quién fue esta mujer y todas las circunstancias que la rodearon. Qué la llevó a esta labor casi, como en un momento dice el personaje del Doctor, Quijotesca. Se nos descubre, no ya a la luchadora infatigable, si no a la persona que fue cruelmente castigada por el destino y la enfermedad a ir olvidando aquello a lo que dedicó su vida. Las palabras.
La obra nos muestra fragmentos de la vida de María Moliner, nos desgrana momentos claves que dan sentido a todo lo que ocurre y que nos llevan a un final ya anunciado desde el comienzo y que, supongo que por eso mismo, el espectador lo va viviendo de una manera tan cercana a la propia María. Pero con lo que yo me quedo de lo que nos muestra la función es con la figura de una lmujer infatigable, de vida sencilla y fina ironía, que mas allá de saber que su destino la tiene condenada de antemano, ella sigue al pie del cañón, intentando aferrarse a su vida, a una vida de lucha por aquello en lo que creyó.
Disfruté de un texto que aunque no es nada sencillo, demuestra un gusto por el lenguaje que en ocasiones me pareció divertido y juguetón, y en otras quizá se me escapó un poco de mi atención; en momentos me conmovía y en otras pecaba quizá de un tanto panfletario, aunque admito que eso mismo de lo que peca es lo que necesitamos en estos días, de ciertos golpecitos en el hombro del espectador acomodado; que nos haga ver que eso de lo que nos habla, que nos suena a pasado, sigue tan peligrosamente vigente como antaño.
Las escenas se suceden y te enganchan. Todo muy sabiamente dirigido por José Carlos Plaza, el cual da mucha importancia, y lo aplaudo con entusiasmo, a los gestos que complementan el texto, gestos cargados de mensajes y que dicen tanto en sus silencios… Algo que puede sonar un tanto paradójico dentro de un montaje dedicado precisamente a «las palabras», pero tan importante a la hora de ver teatro. Que se deje a los personajes respirar, vivir, desarrollarse en escena; dejando que el público los paladeemos para implicarnos en lo que nos ofrecen.
Una vez mas salí maravillado con el trabajo de Vicky Peña, tan lleno de verdad, de humanidad. Nos hace nuevamente un regalo dejándonos disfrutar de tanto y tan buen saber hacer. Llena de fascinación un personaje, que para los de pensamiento precipitado, como es un servidor, podría pasar desapercibido. Vicky Peña no sale de escena en ningún momento, salta del pasado al presente, de ahí al futuro, donde retorna al pasado y que en ninguno de sus momentos nos suelta la mano. Impresiona ver cómo plasma el sufrimiento callado de esta mujer, su transformación, los pequeños detalles que dan paso a su deterioro y ese final donde nos acaba arrastrando junto con ella a la nebulosa de su escalofriante enfermedad.
Como las actrices realmente generosas, se difumina y nos hace ver únicamente al personaje. Algo que así dicho parece de lo mas normal, que es lo que tiene que ser, pero que sin embargo no todos los que se suben al escenario lo logran.
En escena está acompañada por Helio Pedregal como el Doctor que trata la enfermedad de María Moliner y Lander Iglesias que da vida a Fernando, el abnegado marido, que complementan a la actriz. Según estoy escribiendo la crónica, iba a decantarme mas por uno de ellos, pero me vienen a la mente fragmentos de la función y ambos tienen momentos muy interesantes y emotivos, que me hacen no querer inclinar la balanza hacía ningún lado. Los tres actores bailan al mismo son, se entremezclan como fantasmas en el recuerdo de la protagonista, se cruzan, se lanzan el texto, lo saborean y lo tejen a los movimientos tan bien llevados por la escena.
En todo momento me sentí enganchado por todo lo que contaban, por cómo lo decían, disfrutando de la riqueza del texto, de los movimientos, de los gestos, de las sensaciones que se desprendían de lo que al comienzo pensaba que iba a ser un montaje discursivo y que, poco a poco, fui descubriendo como una pieza llena de fino humor, de humanidad y de historia. 
Nos muestra un fragmento de nuestra historia reciente bajo los ojos de una mujer que vivió de manera silenciosamente activa los cambios políticos del siglo XX y que nos habla del sufrimiento individual que nos toca vivir a cada uno de nosotros, de la crueldad del destino y como no tenemos mas remedio que someternos a él, eso sí, sin dejar de luchar por lo que mas ansiamos en esta vida, la libertad.

Atentos todos los que no habéis podido verla en La Abadía porque sale de gira en el 2013. Yo os recomiendo que no os la perdáis porque vais a poder disfrutar de una Vicky Peña en estado de gracia y un texto como mínimo interesante de descubrir.

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Abadía Juicio a una Zorra Machi Miguel del Arco Teatro

Juicio A Una Zorra

Tras su paso por el Festival de Teatro de Mérida de este verano, llegó a la cartelera del Teatro de la Abadía «Juicio a una zorra«, un texto escrito y dirigido por Miguel del Arco para ser interpretado por Carmen Machi. Monólogo en el que La Bella Helena se defiende de la Historia en si, de todos aquellos personajes que la vilipendiaron y ultrajaron y que pasaron a la eternidad como auténticos héroes…Y creo que esto es todo lo que puedo decir de esta función manteniendo cierta sobriedad en mis palabras…

Quedé absolutamente prendado del texto. Enamorado de sus palabras, de su intensidad, de los giros que esconde; de sus subidas y bajadas. Un texto que tan pronto te acaricia y te cosquillea como te abofetea y te fuerza a escuchar todo lo agrio que cuenta. Porque dentro de Helena nos podemos identificar todos, en su injusticia y su sufrimiento, en esa ironía tan dolorida que destila y que baña con copas de vino… Una delicia, ¡lo mires por donde lo mires!
¿Y qué decir de Carmen Machi? ¿Qué puedes añadir cuando te das cuenta que has estado presenciando una lección de teatro y de humanidad tan grande?
No hay palabras para poder definir lo que presencié el 20 de Noviembre pasado en el Teatro de la Abadía. Tener el privilegio de ver como alguien, sin abrir la boca, atrapa al público y le mece de la manera en que lo hace Carmen Machi. 

Es increíble el poder que posee, el respeto que desprende tan solo con su presencia; y es que con tan solo una mirada, todos quedamos prendados de ella, queriendo que nos cuente, que nos haga cómplices de su historia. Si ella dice que es la mas bella, nosotros lo admitimos, si ella dice que es la mas zorra, nosotros la creemos, si ella se permite un guiño, nosotros se lo reímos, si ella quiere que lloremos, lloramos. Como digo, ella manda y nos lleva donde quiera y nosotros obedecemos felices.

¡Qué maravilloso resulta ver a Carmen Machi en escena! Sus gestos, sus maneras, su voz. Hace que uno quiera vivir por siempre encima de un escenario. Verla actuar es pensar que la genialidad es sencilla y que no vas a querer dejar de saborearla. Se desgarra por dentro para dárselo todo al público. No se reserva. Es pura energía controlada, dispuesta para ser lanzada hacía la grada. Y lo mejor de todo es que, cuando finaliza el monólogo, y Helena desaparece para dar paso a Carmen, la actriz… No vemos a Carmen, la actriz; vemos a Carmen, la persona. Con su actitud ves que ella misma está satisfecha de su trabajo, que lo disfruta y que, de alguna manera, no da crédito a que, la emoción acumulada en la sala, haya sido cosa suya… ¡No me digáis que eso no la hace grande! A mi forma de ver la convierte en toda una Dama de la Escena, como hay muy pocas… Os juro que cuando terminó la función lo único que tenía ganas era de saltar al escenario y abrazarla para mostrarle toda la emoción que me había hecho sentir durante la hora que dura el monólogo. Pasado ya un tiempo iba andando por la calle y aún sentía que en mi cuerpo, en mi garganta, en mis tripas, seguía vibrando esa sensación… La de saberme presente en un momento mágico y que permanecerá por mucho tiempo dentro, en lo mas profundo… Lo siento Helena, pero después de esto, tu deseo no se va a poder ver cumplido. No caerás en el olvido.

Poco mas puedo añadir. Sé que no he sido nada analítico, pero es que lo que vi el otro día fue algo mas allá de la piel y para eso, como dije mas arriba, no hay palabras.

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