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Denise Despeyroux Fernanda Orazi La Realidad Teatro Teatro Fernán Gómez

La Realidad

Título:
La Realidad

Lugar:
Teatro Fernán Gómez

Autor:
Denise Despeyroux

Elenco:
Fernando Orazi

Realización de vídeo:
Bokeh Artes Audiovisuales

Dirección:
Denise Despeyroux







No sé por donde me llevará esta crónica, pero preveo que me voy a dejar llevar y voy a desvelar aspectos de la función que quizá, si no aún no la has visto, deberías saltarte. Que nadie se preocupe que los dejaré bien marcados para que nadie salga «spoileado» de esta crónica.
No hace mucho que descubrí a Fernanda Orazi  y mi anterior encuentro con ella, concretamente en «Los Ojos», me dejó un escozor en el alma que pocas veces he sentido, así que en cuanto me dijeron de ir a verla en «La Realidad» de Denise Despeyroux, ni lo dudé. Tenía que volver a ver a esta actriz que interpreta en carne viva…
El planteamiento de la obra ya es interesante de por si. Dos hermanas, Andrómeda y Luz, que se comunican vía videoconferencia, separadas por miles de kilómetros de distancia; buscan la forma de conseguir que Andrómeda suplante a Luz frente a su madre, tras su inminente fallecimiento. Nos habla de cómo una de ellas debe cargar con dos vidas, una ya llena de su «vida vivida», pero que debe quedar silenciada y otra que no es propia, pero debe vivirse como tal… y se nos plante una pregunta difícil de responder ¿Cómo asumir la ausencia de los seres a los que amas? Estén vivos o muertos, es lo mismo… 
Y todo ello, lógicamente, interpretado por una sola actriz.
Lo que nos propone Denise Despeyroux, que además de ser la autora la dirige, puede llevarse por muchos caminos, puede dispararse hacia mil y una situaciones, pero ella ha optado por el camino de la sencillez, de la honestidad; de buscar la cotidianidad de las hermanas y que se planteen las cosas con la máxima naturalidad posible. Ofreciendo lo que ellas denominan «Un acto de fe». 
Para mostrarnos un sacrificio como el que se plantea en la función, no es necesario desgarrarse las vestiduras y emplear un tono de tragedia, de hecho eso le hubiera restado veracidad a la propuesta. Creo que es mucho mas efectiva la cercanía con lo que se trata. Todo un acierto.
Una escenografía fácil para la actriz, fácil para el espectador, donde ella se pueda mover con tranquilidad y sin aditivos que puedan distraernos. Solo un pero, para la sala 2 del Fernán Gómez, tal y como está colocada la grada, creo que todo está demasiado próximo al espectador de la primera fila, haciendo complicada la visibilidad en las últimas filas. Las escenas en el sofá y en la silla son muy incómodas de ver desde atrás y es una pena porque rompen la poesía de lo creado por tener que andar esquivando cabezas para ver a la actriz.
El trabajo que realiza Fernanda Orazi vuelve a ser una lección de vida y de teatro. Esta actriz hace de su interpretación algo tan maravillosamente cercano que es imposible no caer en la fascinación. Notas que te toca, que te llega, que sus lágrimas, sus palabras, la forma de moverse, sus sonrisas… son en si mismas la esencia de lo que a todos nos mueve por dentro. Hay tanta verdad en lo que hace que, como he dicho mas arriba, escuece. Creo que nadie llora como Fernanda Orazi, hace que se te encoja el alma. Y genera en escena unas atmósferas tan íntimas que, a veces, da pudor mirar tanto sentimiento expuesto. 
Sin duda un trabajo muy cuidado, pulcro y honesto, sin nada que nos distraiga de lo que de verdad importa. 
Está todo calculado al milímetro, muy bien medido; consiguiendo que creamos en una conversación a tiempo real entre las dos hermanas. Con dos personalidades muy bien definidas, llenas de humanidad, de defectos y virtudes, que nos hacen «comprender» su postura ante la propuesta.
La historia despierta mil sensaciones mientras la estas viendo y da mucho que pensar tras verla.
-Cuidado si no has visto la función porque en el próximo párrafo hablo de momentos que quizá no quieres que te sean revelados antes de ver la función- 
Uno se va a casa pensando en la vida que debe llevar la hermana que está en la India, qué cosas le han debido ocurrir para sentir la necesidad de «morir» para sus seres queridos, romper con el amor de la familia, con los lazos sanguíneos y marcharse voluntariamente a una existencia en un «limbo» inventado y del que no se va a regresar. Vivir como un espectro atrapado en la tierra de los vivos, sabiendo de ellos, manteniendo una línea unilateral de comunicación, donde tú sabrás de ellos, pero ellos jamás volverán a saber nada de ti…¿Sacrificio? ¿Egoísmo? ¿Seríamos capaces de hacer algo así? ¿de inventarnos una existencia nueva con la que poder continuar nuestra vida, pero permanecer «muertos» para la gente que nos ama?
Y esa hermana que se queda, que en principio acepta que su identidad se diluya y permanezca la de su hermana que va a morir y que posteriormente se entera que todo son «revelaciones». ¿Sacrificada o cobarde ante el miedo a enfrentarse a su propia vida? ¿Es mas cómodo olvidarse de la vida de uno mismo y jugar a la realidad de otro?
Aliviada y feliz de saber que no va a perder a su hermana, vuelve a ser golpeada con una situación quizá peor, exigiéndole un sacrificio aún mas duro, tener que despedirse de su hermana sabiendo que no va a morir, pero que jamás podrá volver a hablar ni a saber nada de ella… 
¿Cómo se asume la ausencia de un ser querido? ¿Qué es mas duro? ¿Asumir el fallecimiento, algo inevitable por mucho que queramos que no lo sea, o la despedida definitiva aún sabiendo que pudimos encontrar un argumento que frenara la situación? En definitiva ambas cosas pueden ser lo mismo, la muerte es ausencia y la ausencia es en si una especie de muerte…
¿Cuánta crueldad puede contener el amor de los seres queridos? 
Podría extenderme líneas y mas líneas discurriendo yo solo sobre todas las sensaciones que me provoca la situación planteada…
-Vuelvo a la crónica para todos los lectores-

Unos personajes, que aunque solo esté Fernanda en escena, pueblan esta función. Llenos de la excentricidad que podemos poseer todos y cada uno de nosotros; llenos de esas cosas inconfesables de puertas a fuera, pero que sin embargo se comentan en casa. Bellos todos, por lo humano; dolorosos, por lo diferente; pero siempre llenos de la calidez dolorosa que aporta la familia.
Es una pequeña/gran función hecha desde el amor, en todas sus vertientes y con todas sus consecuencias, que, a mi por lo menos, me ha dicho muchas mas cosas de las que uno cree en un principio.
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Óscar Velado Corral de Comedias Fernanda Orazi Los Ojos Marianela Pensado Pablo Messiez Pérez Galdós Teatro Violeta Pérez

Los Ojos

Título:
Los Ojos

Lugar:
Corral de Comedias (Alcalá de Henares)

Autor:
Pablo Messiez

Elenco:
Fernanda Orazi (Natalia)
Marianela Pensado (Nela)
Óscar Velado (Pablo)
Violeta Pérez (Chabuca)

Dirección:
Pablo Messiez




Es una suerte y una alegría haber venido a ver «Los Ojos» sin saber muy bien qué es lo que me iba a encontrar. Y eso que me habían venido recomendaciones por muchísimos sitios… Recomendaciones que me despertaron la curiosidad, pero que a la vez siempre me hacen temer quedar defraudado. 
Así que tomé la decisión de saber lo menos posible, no informarme de nada y solo conocer algo de la línea argumental, ¿para qué mas si el resto lo iba a descubrir desde la butaca?
«Los Ojos» está inspirada en «Marianela» de Benito Pérez Galdós, y nos cuenta la historia de Pablo y Nela, él ciego de nacimiento y ella una muchacha Tucumana que vino a España obligada por su madre, Natalia, que seguía la estela de un amor equivocado, dejándolas atrapadas en tierra de nadie. Ellos viven su amor tranquilos hasta que un día aparece una oftalmóloga, Chabuca, que les ofrece la posibilidad de sanar a Pablo para que pueda ver, pero… ¿Esto traerá tanta felicidad como aparenta?
Pablo Messiez, autor y director, agarró las entrañas de la historia y la transformó en «Los Ojos», una función con un texto que entra en ti como una puñalada, que comienza con un ritmo descontrolado, que te desgarra la piel, penetra bien hondo y actúa desde las mismas tripas del alma. Haciéndote sentir el miedo, el desarraigo, la soledad, el desamparo, la inseguridad de sus personajes, pero que también te hace vivir la pasión del amor, ese amor incondicional e irracional de absoluta entrega; ese amor que nos azota y nosotros consentimos; un amor que a veces nos deshumaniza, nos desvela y nos vuelve egoístas y que nos provoca una aterradora inseguridad al no creernos merecedores de tanta dicha. Un temor obsesivo que a veces nos traiciona y nos hace dejar escapar ese amor como arena entre los dedos. Esa misma arena que azota, castiga, se pega a los personajes, que se llevan, que les retiene y les distancia al mismo tiempo.

El texto de Pablo Messiez es una auténtica delicia hecha teatro, alberga una poesía dolorosa y cercana que me conquistó desde el comienzo. Un texto que juega y se deleita con el lenguaje, con el sentido de las palabras, con su humor amargo como ese mate que los personajes nunca llegan a tomar. Supongo que oir los acentos argentinos, que no me esperaba, y que siento tan íntimamente cercanos, me agarraron del corazón y no pude por menos que rendirme; esos personajes llenos de inocencia dañada, quebradizos y a la vez curtidos por la sequedad de la vida. La candidez casi animal de Nela, el desquiciamiento de Natalia en busca de ese segundo en el que ser escuchada para vomitar su dolor; la calidez y claridad de Pablo y la desorientación de Chabuca. Todos ellos perdidos dentro de si mismos, de su propia oscuridad y que luchan por salir, ver la luz (unos literales y otros figurados) y tomar aire fresco, desembarazarse del polvo que los asfixia y que les impide seguir la búsqueda de su camino…
Un trabajo sobrecogedor el de Fernanda Orazi como Natalia, tan lleno de sentimiento y verdad, de dolor, de desesperación y con ese “qué sé yo” tan propio de los argentinos, que con media sonrisa te cuentan su miseria haciendo que tú también te sonrías o incluso sueltes una carcajada, pero haciendo que no olvides el dolor que transportan sus palabras.
Marianela Pensado realiza un trabajo tan difícil y especial, creando esa Nela tan llena de ese sentir sin límite, casi desbocado; llena de pureza y de miedo cegador. No puedo por menos que aplaudir esa composición de personaje tan sumamente arriesgado y tan bien resuelto.
El Pablo de Óscar Velado me conquistó en todos los sentidos, la calidez de su voz, de su forma de expresar, la sensatez ante tanta locura, la energía tan palpable que regala y ese acento que invita al sosiego. Un personaje muy bonito, maduro, delicado y muy bien trabajado.
Al personaje de Violeta Pérez, Chabuca, lo noté fuera del código creado por sus compañeros. Este cambio de energía no estaría mal para hacer ver que su personaje es el detonante hacia el desenlace, el que rompe la supuesta armonía, pero algo no me llegó a encajar del todo; quizá sea que Chabuca, a pesar de ser la puerta a la liberación y la ruptura, es el personaje mas desdibujado y menos justificado de toda la función y eso, en ocasiones, le hace rozar mas que fluir.

Una función llena de sentimiento, de simbologías, de un texto que saborear. De las que darían para hablar y hablar durante horas. De las que invitan a divagar e incluso, como seguro he hecho yo en esta crónica, sacar lecturas que lo mismo ni existen en la idea original del montaje, pero que resultan tan estimulantes que uno no puede evitar dejarse llevar.
«Los Ojos» me descubre un nuevo director/dramaturgo y un equipo de actores a los que seguir con atención porque hacen un trabajo con una sensibilidad muy particular, con la que conecto y que disfruto desde dentro.

 
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