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Carmen Ruiz CNTC Las Dos Bandoleras Lope de Vega Macarena Gómez Teatro Teatro Pavón

Las Dos Bandoleras

Título:                                 Elenco:                                                         Escenografía:
Las Dos Bandoleras          Helio Pedregal (Triviño)                              Paco Azorín
                                          David Fernández «Fabu» (Orgaz)
Autor:                                 Macarena Gómez (Teresa)                          Vestuario:
Lope de Vega                    Carmen Ruíz (Inés)                                     Antonio Velart
                                          Llorenç González (Don Carlos)
Lugar:                                Gabriela Flores (Leonarda)                         Espacio Sonoro:
Teatro Pavón                    David Luque (Don Lope/Soldado 1)            Jordi Collet, «Sila»
                                         Álex Larumbe (Alvar Pérez/Soldado 2)
Dirección:                          Albert Pérez (Rey)                                       Lucha Escénica:
Carme Portaceli                                                                                    Kike Inchausti

Y uno vuelve a adentrarse en los mundos de la curiosidad… como le pasa al 99% de la gente. Programan una función en la que te encuentras como cabeza de cartel a dos actrices que hasta el momento te han gustado, y piensas: «¡Qué interesante! Se lanzan a por un clásico» y te apresuras a comprar las entradas antes de que se agoten, que eso de que salgan en la tele hace que las taquillas echen humo (No siempre) y no vaya a ser el campanazo de la temporada…
Así que me marché a ver «Las Dos Bandoleras» al Teatro Pavón, función escrita por Lope de Vega de la que desconocía su existencia. Una función en la que se nos cuenta como dos hermanas cuidadas y recuidadas por su padre, quizá no tanto, son ultrajadas por un par de tipos que, da igual en el Siglo de Oro como en la actualidad, piensan con la bragueta, y ellas, muy pizpiretas, caen en eso de «Prometo, prometo hasta que la meto y una vez metido se acabó lo prometido», así que son deshonradas, pero en vez de dejar en manos de su padre lo de recuperar la honra de las damiselas, ellas se callan, se hacen el hatillo y se largan a vivir su vergüenza a la sierra, se hacen Serranas y prometen cargarse a cuanto hombre se les cruce por el camino, como venganza por la pérdida de su honra…
Hasta ahí la cosa parece que no tiene mala pinta, apunta a algo ligero, incluso con cierta acción, apetecible. Un clásico de capa y espada con mujeres como heroínas. Lo malo viene cuando encuentras el batiburrillo que han liado entre vestuarios de todas las épocas, sonidos de aviones, bombardeos, escenografías siderales y dos serranas que parecen sacadas de Piratas del Caribe.
Pero bueno, podría pasar por alto todo eso si después me hubiera encontrado con unas interpretaciones decentes… ¡Ay!
No entiendo ese soniquete que se empeña en mantener Macarena Gómez durante toda la función, es molesto, arranca toda intención a los versos, pierde toda la musicalidad que puedan contener y se lo pone complicado a sus compañeros para que le den la réplica. ¿En serio Gabriel Garbisu, como asesor de verso, ha permitido esto? ¿Es problema de dirección o Macarena tiene un exceso de «vicios» adquiridos de su personaje de televisión y le resulta difícil desprenderse de ellos?
Sin embargo, Carmen Ruíz se la ve esforzada, tratando de ser más que correcta, cuidando el verso, haciendo lo posible por permanecer a flote a golpe de naturalidad durante toda la función, aunque a veces sean sus propios compañeros, ¿qué le pasa a Álex Larumbe?, y las vergonzantes luchas escénicas a golpe de «chunda chunda», las que la agarren de la cabeza y la hundan al fondo de este charco en el que se ha metido…
Quienes también me gustaron, aunque con sus altibajos, fueron Llorenç González, su forma de decir el verso llamó mi atención para bien, aunque su personaje importe un pimiento dentro de la función, y  David Fernández «Fabu» que nos da un poco de aire, aunque él solo, pobre, es incapaz de poder levantar la función por más que se esfuerce.
Un montaje carente de ritmo, sus escenas se suceden atropelladas; las diferentes líneas argumentales están carentes de conexión, parece como si estuviéramos haciendo zapping. Las hermanas van por un lado, la serrana Leonarda, interpretada por Gabriela Flores, va por otro, a su rollo, entra y sale como si fuera una espontánea que sale a escena cuando se le canta (su forma de soltar texto también lo hace pensar); su enamorado vaga por la función sin saber dónde meterse, y sin que nos importe demasiado… y así podría seguir con cada uno de estos personajes que, no sé si el gran Lope de Vega escribió semejante desaguisado o si ha sido la dramaturgia de Marc Roch y Carme Portaceli y la ocurrencia de mezclar dos textos en uno los que lo han convertido en lo que vemos sobre las tablas del Teatro Pavón..
En fin, que al grueso del público le encantó, se rieron mucho e incluso alguno se puso en pie a aplaudir. A la salida oí eso de «la de la tele lo hace muy bien», así que seguramente todo esto que escribo sean manías de uno que se debe estar volviendo un poco remilgado con lo que ve, pero yo salí decepcionado de comprobar el nivel de esta función tratándose de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
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Andrés Lima Carmen Machi Javier Gutiérrez Juan Cavestany Los Mácbez Teatro Teatro María Guerrero

Los Mácbez

Título:
Los Mácbez

Autor:
Juan Cavestany 
(Basado en el original de W.Shakespeare «Macbeth»)

Lugar:
Teatro María Guerrero

Elenco:
Chema Adeva
Jesús Barranco
Laura Galán
Javier Gutiérrez
Carmen Machi
Rebeca Montero
Rulo Pardo

Espeacio Escénico y Vestuario:
Beatriz San Juan

Iluminación:
Valentín Álvarez

Música y Espacio Sonoro:
Nick Powell

Caracterización:
Cécile Kretschmar

Dirección:
Andrés Lima 


Confieso que como espectador tengo un puntito de masoquismo, me llaman la atención los montajes que vienen precedidos por unas críticas un poco “destroyer”, me gusta ir a comprobar por mí mismo si lo que se dice es para tanto o es que los “malditos” bloggers somos unos exagerados (Sí, es cierto que a veces lo somos). 
El caso es que ya iba esperando recibir un nuevo golpe de decepción con el teatro de Andrés Lima, cosa que empieza a ser una costumbre. Y las expectativas se cumplieron, ¡Vaya, si se cumplieron! De “Capitalismo” no llegué a escribir porque tengo por costumbre no hacerlo si no tengo nada positivo que decir, y por más vueltas que di a aquello, no lo encontré, así que lo dejé pasar, con “¡Ay, Carmela! El Musical” salí nuevamente espantado, pero algún aspecto positivo encontré, y ahora… “Los Mácbez”, esta versión a lo “Lady Gaga a la gallega” que se han sacado de la manga y que, sinceramente, no hay por donde pillar.
Soy partidario de versionar clásicos y darles mil vueltas, retorcerlos, que me provoquen, que me maltraten y que me revuelvan, pero siempre con algo que aportar; sin embargo, en este caso lo que pude ver, es un adaptación de Juan Cavestany en el Teatro María Guerrero (¡Menuda mano tengo cada vez que elijo ver algo a este teatro!) hueca, pretenciosa y con nulo interés. 
Lo único salvable es la puesta en escena, la iluminación y el sonido tienen un potencial tremendo… Gran trabajo el de Beatriz San Juan, Valentín Álvarez y Nick Powell. ¡Lo que hubiera podido llegar a ser este montaje si el contenido hubiera estado a la altura del envoltorio!

Los actores andan dando tumbos por el escenario, soltando texto a los gritos, babeando, sangrando, subidos en tacones, frotándose, haciendo aspavientos, desgañitándose por aportar un ápice de tensión y ritmo a esto que no es otra cosa que un “más de lo mismo” de lo que se empeña en subir a los escenarios su director…
Y siento de verdad tener que hablar así porque el elenco se esfuerza y se le ve involucrado, pero se alcanzan unos niveles de sobreactuación tan extremos y tan innecesarios, con un catálogo de ticks, seguramente impuesto por la dirección, tan manidos, que caen en lo facilón, casi como si aquello fuera una función de una compañía amateur con ganas de llamar la atención, dejando de interesar a los 15 minutos de comenzada la función.
De verdad que admiro a Carmen Machi, pero tampoco la salvo de la quema, da la sensación de ir con el piloto automático puesto, tirando de sus recursos más “resultones”. Ojalá vuelva pronto a brillar como lo hizo de la mano de Del Arco

Sinceramente, no di crédito a lo que vi. Caos y suciedad en escena, texto corrido, descuidado, efectismo gratuito y plagado de topicazos, y un discurso que, para mi, carece de interés suficiente como para haber montado todo este tinglado en un teatro público.

Poniéndome a la altura de las circunstancias. Un servidor no vuelve al teatro a ver algo de Andrés Lima ¡Nunca Máis!

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Benet i Jornet Israel Elejalde Juan Codina La Pensión de las Pulgas Sótano Teatro Víctor Clavijo

Sótano

Título:
Sótano

Autor:
Benet i Jornet

Lugar:
La Pensión de las Pulgas

Elenco:
Juan Codina
Víctor Clavijo

Sonido:
Sandra Vicente

Ayte. Dirección:
Toni García

Dirección:
Israel Elejalde

Cuando voy al teatro siempre entro hambriento de emociones, deseando que me alimenten el espíritu, que me provoquen y me revuelvan por dentro, para lo bueno como para lo malo ¡y cuánto más, mejor! Es la manera de adentrarse en lugares que de otra manera ni me plantearía penetrar. La seguridad que otorga la butaca muchas veces es pura fachada y no resulta suficiente, porque quizá nuestro cuerpo no se encuentre en peligro, pero ¡ay, nuestra cabecita! Y lo digo porque hay piezas, como “Sótano”, que entran en terrenos muy, pero que muy, oscuros y que aún saliendo a la luz del día, no dejan de poner los pelos de punta. 

“Sótano” es un texto escrito por Josep María Benet i Jornet que nos cuenta la historia de un hombre que busca a su esposa, desaparecida tres semanas antes, y que de manera accidental acaba en medio de un pueblo, en casa de un desconocido, hablando sobre su esposa y exponiéndole los aspectos más íntimos de su relación. Situación que le llevará a explorar caminos por los que ni se había planteado transitar.
Es turbador sentir que es la propia amabilidad del entorno lo que hace que todo adquiera ese ambiente insano, la cotidianidad de las acciones son las que impregnan de perversión todo lo que presenciamos. Ofreciéndonos el lado oscuro de la amabilidad y la normalidad.

Siempre decimos: “soy normal”, “esto es normal”, “qué normalidad”, “lo normal”… pero ¿qué es normal?, además, ¿lo que a mí me parece normal lo es también para los demás? Y es que si lo piensas detenidamente, es escalofriante todo lo puede esconder la normalidad entre sus pliegues… Pues en esas estoy desde que el otro día vi “Sótano” de Josep María Benet i Jornet del que siempre he admirado el sentido que otorga a los diálogos, ese gusto por paladear las frases y esa forma de retorcer las situaciones a golpe de serenidad.
Israel Elejalde, en el que descubro con esta pieza su faceta como director, demuestra una perfección en el control de los tiempos y en lograr esa exasperante cadencia en los diálogos; en los comportamientos pausados de los personajes y en esa contención que respira la función y que hace que casi seamos capaces de oír la fricción generada entre las líneas de texto y la aspereza de todo aquello que callan; y no es que lo callen por ocultarlo, si no porque no es necesario decirlo, está ahí desde el comienzo, solo hay que mirar con un poco más de atención tras ese velo de, otra vez, nuestra/su normalidad. 
Elejalde nos hace ser conscientes de que el verdadero terror no está en las historias de fantasmas, si no en lo tangible, en los aspectos más amables y cotidianos de nuestro día a día, esos que según el ángulo desde el que los mires pueden mostrarnos una cordialidad abrumadora o una siniestra turbiedad.

El tipo de miedo que se vive en esta función no es de esos que hace chillar o sobresaltarte, si no que es un miedo insano, sucio por su consentimiento y porque explora los límites de la razón; las decisiones que uno toma cuando se siente solo, insatisfecho con su vida, carente de sentido son las que convierten una vida afable en una espiral de sin razón y locura.
Es un miedo que te hace descubrir que tu zona de confort está corrompida y no puedes escapar de ella, es más, no escapas porque sientes atracción por explorar ese lado putrefacto y de olor dulzón.
Tan solo imaginar en todo lo que ha sucedido antes de lo que presenciamos durante esta función, y lo que sucederá después, genera un estado de inseguridad estremecedor. Acabada la función, lo único que se quiere es salir rápido de La Pensión de las Pulgas y ver la luz del día, dejarse invadir por el bullicio de la Calle Huertas.

Ni qué decir tiene que el trabajo de Juan Codina es toda una lección de cómo hacer verdad eso de que «menos es más» y además hacerlo con suma elegancia. En su aparente “no hacer nada” esconde una cantidad de matices tan sutiles que se podría decir que penetran antes en nuestro subconsciente que por nuestros ojos. Una interpretación contenida, pausada, aterradora. Él mismo nos comentó que trabajó su personaje tratándolo como un buen tipo, y lo es, y eso es lo que le hace tan inquietante.

Víctor Clavijo, el otro 50% de este historia, en momentos dibuja en exceso el resultado al que quiere llegar, pasando con ligereza momentos en los que quizá debería definir con más peso la posición de su personaje, pero poco a poco encuentra su espacio dentro de la función y entra en sintonía con el código que le tiende su compañero. Un personaje muy complejo el suyo, que sabiamente deja abiertas varias brechas por donde uno puede verle como víctima o verdugo, cuestión de prismas. Asusta pensar en que cualquiera podríamos acabar en su misma piel, y llegar a transmitir esa inseguridad es una tarea compleja que él logra. 

“Sótano” es una pieza que te va devorando poco a poco. Al comienzo sin ser consciente, engaña la amabilidad que supura. Y es que todo está urdido de tal manera que cuando quieres darte cuenta, tienes el vello de punta pensando en lo terrible de la situación y el estómago encogido pensando en lo que realmente estás presenciando.

Una función absolutamente recomendable, tanto por la cantidad de sensaciones que genera, demostrando que no son necesarios los trucos de magia ni los efectos más sorprendentes para que los escalofríos recorran nuestra espalda; como por esa dirección tan certera de Israel Elejalde, y las dos sólidas interpretaciones del gran Juan Codina y Víctor Clavijo.

Una advertencia, saldréis deseando tomaros una cerveza.
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Antonio Velasco El Ultimo Vuelo Saint-Exupery En Un Entreacto Radio GetafeVoz Irene Arcos Nacho López Sara Martín Secundario

En Un Entreacto Radio – Programa 17

Acabamos Mayo en En Un Entreacto Radio con otro gran programa emitido desde GetafeVOZ.
Primero tuvimos la gran suerte de poder contar con Antonio Velasco, que vino a presentarnos su último montaje “El Último Vuelo de Saint-Exupéry” y para hablarnos de “Secundario” que ha regresado a Madrid. Antonio es de esos actores que llevan el oficio de Cómico por bandera. Con él hablamos de sus montajes, de las diferentes formas de hacer teatro; hablamos de la experiencia de llevar el teatro allá donde está la gente, sacándolo del recinto habitual. Una de esas charlas que nos descubren el incansable y maravilloso espíritu que se esconde tras el teatro de resistencia.
Después hicimos una de esas piruetas raras que nos salen de vez en cuando y mezclamos a parte del equipo de “Entreactos” con los de “Una Historia de Amor y Miedo”, utilizando como nexo de unión a la actriz Irene Arcos, que está trabajando en ambos montajes y que vino acompañada de Sara Martín y Nacho López. Con ellos hablamos de ambas funciones, de sus preferencias a la hora de trabajar, de jugar, de qué es eso de ser actor/actriz, incluso de cine Gore y superhéroes.
¡No se puede pedir más en una hora de programa! Bueno sí, nuestro particular repaso de la cartelera.
¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!
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Estefanía de los Santos Las Plantas Pablo Messiez Sala Mirador Teatro

Las Plantas


Título:
Las Plantas

Autor:
Pablo Messiez

Lugar:
Sala Mirador

Elenco:
Estefanía de los Santos

Ayudante de Dirección:
Alicia Calot

Dirección:
Pablo Messiez

«Las Plantas» era una asignatura que tenía pendiente ya desde su estreno. Me habían hablado y recomendado que fuera a verla una y mil veces, pero las circunstancias no me lo han permitido hasta ahora que en la Sala Mirador han creado este «Mes Messiez», un ciclo dedicado que estaba deseando que llegara desde que, al comienzo de temporada, lo anunciaron.
El universo de Pablo Messiez es un lugar al que hay que dejarse llevar, no es ni más ni menos que ese lugar privado que todos portamos en nuestro interior y que nos cuesta exteriorizar porque lo sabemos delicado y cualquier atisbo de sonrisa burlona o mofa lo va a herir profundamente, sin embargo, él ha conseguido que el suyo salga sin sonrojo alguno, fuerte y decidido, gracias a ese lirismo cotidiano tan palpable y que es inevitable hacerlo nuestro por un instante.

Me gusta entregarme al teatro de Pablo Messiez limpio, en plan lienzo en blanco y dejar que dibuje en él, ¡y vaya si lo hace!

La yema de los dedos teatrales de Messiez tienen el don de saber rozar levemente la epidermis del alma y provocar que esta se abra, se expanda y se exponga. Es como esas imágenes de los documentales que muestran una flor a cámara súper rápida, que pasa en cuestión de segundos de ser un capullo a abrirse de par en par y mostrar los hermosos pétalos que estaban creciendo en su interior, pues algo así es lo que nos sucede cuando uno se sumerge en el mundo de los sentimientos de este autor y director argentino. Y si pensáis que estoy exagerando, es porque no habéis visto ninguna de sus obras.
Este símil tan «florido» y cargado de cierta cursilería (no he podido contenerme, el cuerpo me lo pedía) me viene estupendamente para entrar a hablar de la última función que he podido descubrir de Pablo Messiez, «Las Plantas».
Un monólogo interpretado por Estefanía de los Santos en el que su personaje, una mujer que vive con la sola compañía de sus plantas, les va contando las cosas que tiene en su interior, esas reflexiones que normalmente nos hacemos a notros mismos y que jamás seríamos capaces de expresar a otra persona. Y así transcurre la función, con ella hablando sobre lo más íntimo de su yo.
Entrar en una sala pequeña de La Mirador, ser recibido por el propio Messiez, que te dedica un saludo y una leve sonrisa, un espacio sin luces artificiales, tan solo la luz del mediodía que entra por la ventana, un sofá, el cuerpo de una actriz dormida, desnuda, y esas plantas que son testigo mudo, pero directo, de cuanto sucede. Así es el montaje.
Y una selección de músicas que arañan el alma con rabia y que sacan a tirones el sentimiento de su escondrijo.
Y las palabras… esas reflexiones que son tan íntimas, tan internas y tan ciertas y certeras, que nos emocionan hasta el borde de las lágrimas, que recibimos entre sonrisas cómplices y aplausos.
Y, sobre todas las cosas, Estefanía de los Santos, que se nos entrega abierta en canal, con una potencia, una verdad y un sentimiento que en ocasiones nos corta la respiración, ella habla y parece que improvisa, hace suyas las palabras, las baila, las desgarra, se lacera con ellas, nos golpea, las riega y crecen, las sube al cielo y las vomita, se baja con ellas a los infiernos y nos mira buscando comprensión, otras nos clava los ojos y nos desafía a discutirle lo que dice, pero siempre nos deja la sensación de un abrazo, y eso es tan bello…
Y no nos olvidemos de Nina Simone… ¡momento magistral!

Pasados los días sigo pensando en «Las Plantas», y creo que las palabras de Messiez tienen el don de habitar en un punto concreto y muy especial de nuestro ser, poseen una verdad descomunal, pero con un halo de irrealidad maravilloso, pues nacen en ese espacio del razonamiento que parece una duermevela; es como cuando te despiertas al alba, sin haber dormido demasiado, pero sintiendo tu mente más lúcida que nunca, y los pensamientos brotan con la claridad que entra por la ventana. Es ese momento en el que crees encontrar cuál es la razón de porqué tu vida es como es, e incluso crees hallar el camino para enderezarla… y justo en ese instante, se apodera de nuevo de ti el sueño, cierras los ojos, con la paz meciéndote el alma, y sobresaltado los abres, consciente de que si te duermes, perderás ese instante logrado, pero ya es demasiado tarde, se ha marchado; así que te desperezas resignado, te levantas con la sensación agridulce de saber que por un momento tocaste con tus dedos eso que tanto ansiabas y que se ha esfumado en un parpadeo, pero consolándote porque ya sabes que existe y que puede volver, motivo suficiente para continuar con tu vida.

Lo sé, lo sé, esto se me ha ido de las manos, pero sentía la necesidad de expresarlo. No me culpen a mi, son las cosas que me provoca transitar por los caminos a los que me invita Pablo Messiez.

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Dani Muriel Juan Carlos Rubio Kiti Manver Las Heridas del Viento Teatro Teatro Lara

Las Heridas del Viento

Título:
Las Heridas Del Viento

Autor:
Juan Carlos Rubio

Lugar:
Teatro Lara

Elenco:
Kiti Manver
Dani Muriel

Diseño de Luces:
José Manuel Guerra

Vestuario:
Félix Ramiro

Ayudante de Dirección:
Chus Martínez

Dirección:
Juan Carlos Rubio

Supongo que ya todo el mundo habrá hablado de «Las Heridas del Viento» y poco quedará por contar sobre esta función escrita y dirigida por Juan Carlos Rubio que arrasa allá donde se programa, pero no puedo dejar pasar la ocasión de exteriorizar todo eso que me lleva bullendo por dentro desde que la vi.
La función nos cuenta como David, un joven que acaba de perder a su padre, descubre mientras recoge sus pertenencias, unas apasionadas cartas de amor de otro hombre dirigidas a su padre. El mundo de David se tambalea y la duda sobre lo que creía conocer comienza a sobrevolar su cabeza, así que toma la decisión de visitar al autor de dichas cartas.
No cuento más porque creo que quien aún no la haya visto, debería descubrirla según la vaya viviendo, pienso que es la manera más pura y bella de ir desgranando esta pieza que tantas cosas nos puede llegar a remover. 
Así que, si no la has visto y tienes pensando hacerlo, cosa que deberías, deja de leerme y regresa por aquí tras la función, que yo te espero.

Uno asiste a esta obra con el morbillo de ver a Kiti Manver interpretar a un hombre… y al poco de comenzar la función piensa «¿Perdón? ¿En serio es Kiti Manver quien está en escena?» Desde luego que yo no vi resquicio de ella hasta el momento de los saludos, el resto del tiempo vi a un señor entrado en años, que habla con un gato ausente, llevando con amarga dignidad la elección de su vida y temeroso de sus propios sentimientos al saberse con tiempo suficiente de volver a perderse en el interior de algún corazón ajeno.

Es muy complejo poner en orden las palabras, los pensamientos y las sensaciones para expresar todo lo que uno recibe de esta obra.
El texto de Juan Carlos Rubio es una belleza que habla sin pelos en la lengua, lleno de frases temerarias, de las que te miran desafiantes a los ojos, que se enfrentan de cara a las circunstancia.
Un texto capaz de escarbar en los corazones de cuantos acuden a ver la función, tanto por la empatía que se genera con los dos personajes que interpretan Kiti Manver o Dani Muriel como con el propio padre ausente. Genera tal impacto de sensaciones el ser consciente de que se comparten lugares comunes con estos personajes, que deseas que, en uno de sus múltiples momentos de cercanía con el público, claven sus ojos en ti y te hablen y con la fuerza de la mirada, hacerles entender que les entiendes y abrazarles con una medio sonrisa de comprensión y en ocasiones, de triste identificación.
 Son dos personajes que se rajan la piel para mostrar ante nosotros la carne viva del sufrimiento, con toda la amargura posible, sin medias tintas, descubriéndose ante sus miedos y vomitando todo eso que ha permanecido escondido durante tanto tiempo.
Es doloroso pensar en la soledad en la que se han sumergido y que, de alguna manera, has podido llegar a compartir.

Les escuchaba hablar y no sentí ganas de juzgarles, ni de tomar partido por uno de ellos, tan solo quería escuchar lo que tenían que contar y ofrecer mi corazón para que sus almas maltrechas reposaran por un momento, sintiendo la paz que se derrama en ese fugaz instante en el que los labios dejan, al fin, escapar esa verdad que llevaba tanto tiempo lacerándoles el alma.
Dos extraños encontrándose, que se retuercen y se resisten ante la posibilidad de verse expuestos, pero que acaban por encontrar el consuelo de sentirse escuchados, compartiendo ese doloroso nexo de unión que tantas cosas les negó con su silencio.

Me ha encantado comprobar el enorme crecimiento de Dani Muriel como actor, el peso de su presencia, la perfecta réplica a su compañera de reparto, el manejo tan agradable y seguro del texto, la implicación que provoca en el espectador. Confieso que hasta este momento no era un actor al que prestara excesiva atención, sin embargo, viendo el trabajo que hace en «Las Heridas del Viento», me apetece ver más de él. Se ha sabido sacudir todo esos ticks y ademanes que ensucian una buena interpretación y se ha quedado con la esencia. Me gusta sentir en escena a un actor que pisa, y lo hace de verdad; que mira, y clava los ojos; que lanza su energía con potencia, y aquí, Dani, es así.

Me derrito de amor y admiración por lo que Kiti Manver hace en esta función.
Que una actriz de su calibre logre desaparecer tras su personaje con semejante generosidad, es algo maravilloso y que lo haga a dos palmos de nosotros es sublime. Me siento un orgulloso privilegiado por ser testigo de cómo acepta el reto, arriesga, y lo supera con tanta grandiosidad. Creo que su personaje en esta función es de los que seguramente queden anclados en la historia, y si en algún momento, pasados los años, se vuelve a montar esta función, supondrá todo un desafío para la siguiente actriz o actor que lo interprete porque siempre quedará lo que ella ha hecho con él.

Juan Carlos Rubio ha dirigido su texto con una sensibilidad y un acierto enormes, demostrando una vez más que no es necesario un montaje aparatoso para que a uno le deslumbren.
Que logren pellizcarte el alma como Juan Carlos, Kiti y Dani lo hacen, es una de las experiencias más gratificante que se pueden vivir como espectador.

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Alberto Velasco Ana Parra Antonio Velasco El Ultimo Vuelo Saint-Exupery Iria Márquez Mon Hermosa Nave 73 Teatro Teatro de Poniente

El Último Vuelo de Saint-Exupéry

Título:
El Último Vuelo de Saint-Exupéry

Autor:
Mon Hermosa

Lugar:
Nave73

Elenco:
Antonio Velasco
Ana Parra

Diseño Iluminación:
Sergio Balsera

Espacio Sonoro:
Vaz Oliver

Vestuario:
Ester Lucas Jaqueti

Escenografía:
Teatro de Poniente

Coreografía:
Alberto Velasco

Dirección:
Iria Márquez

Desde hace ya un par de montajes me he convertido en un incondicional de los montajes de Teatro de Poniente, tienen ese «algo» especial que cala poquito a poco y que logra quedarse ahí dentro dejando un regusto muy tierno.Dejarse llevar por su embrujo es algo que todos deberíamos probar aunque fuera una sola vez en la vida.
En esta ocasión nos presentan un nuevo desafío, una apuesta que va un paso adelante en lo que a su universo particular se refiere. Con motivo del Festival Surge Madrid nos traen «El Último Vuelo de Saint-Exupéry».
La historia nos presenta a Antoine de Saint-Exupéry, autor del famoso libro «El Principito», quien tuvo una vida intensa y una muerte misteriosa, de la que nada se ha sabido hasta hace poco que un pescador rescató del mar un brazalete en el que figuraba el nombre de su esposa… Partiendo desde esta pemisa, la mente de Mon Hermosa se disparó y comenzó a imaginar cómo pudo ser el tránsito de Saint-Exupéry en esa especie de limbo hacia la muerte. A partir de ahí todo lo que veremos es pura poesía.
Un montaje que nos convierte en una presencia que respira y observa desde la oscuridad, y que el protagonista siente, en cierta manera nos teme, no sabe qué somos y la manera de combatir ese temor es hablar. Hablar de su vida, con excitación, con la pasión de quien toma su paso por la tierra como una aventura por la que hay que transitar con intensidad. Nos habla de sus sueños, de sus conquistas, de sus mujeres, del amor, de cómo entró en su vida y cómo jamás salió de ella; porque Saint-Exupéry tuvo muchas mujeres y todas le dejaron un poso en su interior del que no quiso desprenderse, y eso es lo que nos cuenta, las recuerda a todas ellas con una sonrisa, con un cálido beso, con un abrazo protector, con la nostalgia y la emoción de quien piensa que lo mismo, en este viaje a otro plano podría reencontrarse con ellas, de hecho, mientras espera su partida definitiva, la muerte, personaje temible y juguetón, le hace revivir momentos de su vida para que nosotros, sombras silenciosas, seamos testigos del legalo de este hombre.
Pero no solo habla de mujeres, habla de la hipótesis de cómo fue su final, de momentos históricos, de grandes aventuras, de altos vuelos…
Iria Márquez ha sabido poner en escena con su dirección la ensoñación de Mon Hermosa con una belleza y un gusto exquisito, sabiendo hacer de Antonio Velasco y Ana Parra todo un universo de sentimientos, vida y recuerdos que atrapan y emocionan. Un detalle a tener en cuenta de este montaje es la mezcla entre teatro y danza de la que se compone; apuesta arriesgada que funciona con absoluta naturalidad gracias a la maravillosa e indispensable mano de Alberto Velasco quien subraya con tanta sensibilidad esta bella historia y le imprime una visión sobrenatural y muy poética. Al igual que el espacio sonoro de Vaz Oliver y la bellísima ilumanción de Sergio Balsera, que junto a la escenografía y el vestuario de Ester Lucas Jaqueti, son complementos que acaban por darle sentido y hacen posible el ambiente requerido a esta mágica puesta en escena.
Antonio Velasco se planta la piel de Antoine de Saint-Exupéry y le imprime una personalidad tan palpable, aunque a veces la línea es demasiado fina entre Antoine y Antonio; tan real, que incluso situándole en ese pequeño asteriode en el que se encuentra, uno cree lo que cuenta. Regala tanta sensibilidad a su personaje y lo conduce por un camino tan amable, a pesar de la dureza de lo que cuenta, que logra hacer de este hombre aventurero y viajero un ser entrañable al que querer acompañar a través de este tránsito entre la vida y la muerte. 
Antonio sabe el camino por el que quiere llevar su trabajo, los riesgos que quiere asumir y el enfoque que le quiere dar; es innegable que la magia de Teatro de Poniente reside en sus manos.
Ana Parra tiene la difícil tarea de hacernos creer que ella es todos y, a la vez, un solo personaje. Baila, se retuerce, es animal, es bruma, es magia, es un sentimiento, es hombre, es mujer, lo es todo y siempre con la generosidad de estar al servicio de su compañero de escena. Su «Muerte» es una especie de hada con toques de Gato de Chesire, asusta, es enigmática, transmite dulzura, miedo… Bello trabajo el suyo con la varita de Alberto Velasco.
Una lírica y apetecible propuesta que seguro va a ir creciendo y tomando forma con el transcurso de las funciones, que va a regalar belleza a todo el que quiera entregarse a ella.
Una función diferente, que despeja el espíritu, que emociona con su arrullo y que enamora con esa forma tan especial y personal de contar y tratar a los personajes. Un nuevo golpe de magia de Teatro de Poniente.
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Cerda Cuando fuimos dos David Tortosa En Un Entreacto Radio Felipe Andrés GetafeVoz Inma Cuevas Juan Mairena La Casa de la Portera

En Un Entreacto Radio – Programa 16

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En Un Entreacto Radio se ha engalanado para recibir en este mes de Mayo a unos invitados largamente esperados y que nos han regalado momentos verdaderamente emocionantes.
Como ya sabéis, nos encanta hacer llamamientos a través del programa para que aquellos artistas que nos pellizcan el corazón por dentro, vengan a visitarnos y podamos charlar un rato con ellos.
En esta ocasión, quienes vinieron a visitarnos fueron Juan Mairena e Inma Cuevas que pasaron por el estudio de GetafeVOZ justo antes de estrenar nuevamente «CERDA» en La Casa de la Portera, uno visita que nos hacía especial ilusión y que no nos defraudó en absoluto. Hablamos de este regreso, de próximos estrenos, de cómo es eso de ganar el Premio de la Unión de Actores y de ver cumplidos los sueños. Una delicia de conversación que podríamos haber alargado durante mucho más tiempo y no nos hubiera importado.
Después regresaron de nuevo, ya que los dos estuvieron en nuestro primer programa, David Tortosa y Felipe Andrés, quien también nos contó sus sensaciones como ganador del Premio de la Unión de Actores, tal y como nos prometió en su momento. A parte, vinieron a nuestro estudio porque se despiden de «Cuando Fuimos Dos» el próximo 16 de Mayo sobre las tablas del Teatro Federico García Lorca de Getafe, y no quisimos que cerraran esta etapa sin volver a charlar con nosotros y regalarnos un momento maravilloso, haciendo que Eloy y César, sus personajes en esta función, hablaran a través de nuestros micros. Una visita que nos emocionó especialmente, tan solo tienes que escucharla para saber porqué.
¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!
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Agustín Belluci Carmela Lloret Carne Viva Denise Despeyroux Fernando Nigro Font García Joan Carles Suau Juan Vinuesa La Pensión de las Pulgas Marta Rubio Sara Torres Victoria Facio

Carne Viva

Título:
Carne Viva

Autor:
Denise Despeyroux

Lugar:
La Pensión de las Pulgas

Elenco:
Agustín Bellusci (Comisario Torres)
Fernando Nigro (Inspector Bermúdez)
Font García (Oficial Figueroa)
Sara Torres (Oficial Mónaco)
Marta Rubio (Bárbara)
Carmela Lloret (Mía)
Joan Carles Suau (Hugo)
Victoria Facio (Elvira Campoamor)
Juan Vinuesa (Mario Caballero)

Vestuario:
Ana López Cobos
Lorena Puerta

Espacio Sonoro:
Graham Newey

Espacio Escénico:
Alberto Puraenvidia

Dirección:
Denise Despeyroux

Ya pensaba que había visto todas las posibilidades habidas y por haber para poder utilizar el espacio que brinda La Pensión de las Pulgas, pero creo que tengo una imaginación algo corta… menos mal que hay mentes prodigiosas y arriesgadas como la de Denise Despeyroux que ha sabido como exprimir al máximo este espacio y extraerle todo el jugo con esta extrema e imaginativa propuesta.
Carne Viva se desarrolla en una comisaría de policía donde, debido a la crisis, se han visto obligados a subarrendar diferentes habitaciones para que se realicen actividades que nada tienen que ver con las fuerzas del orden… ¿Ilegal? Pues viviendo la situación en la que vivimos, es lo que toca, eso sí, cuando uno asume riesgos como este está expuesto a que le sucedan cosas imprevistas… ¡y vaya que si suceden!
Esta función es un puzle en el que el espectador tiene la tarea de ir encajando piezas mientras es absorbido por un bucle temporal, que le hace saltar por los diferentes espacios de La Pensión de las Pulgas y vivir por tres veces el mismo instante desde diferentes lugares. Y no todos viviremos la función en el mismo orden, ya que el público es repartido en cada una de las diferentes salas, con lo que cada grupo de espectadores vivirá la experiencia con una perspectiva diferente de los acontecimientos.  
Un ir y venir en el tiempo y en el espacio que nos irá aclarando qué es lo que sucede con la fauna que reside en esta especie de «13 Rue del Percebe a lo horizontal».
Una comedia sarcástica con una buena dosis de mala leche, que da arañazos críticos a la actualidad, conteniendo situaciones que, de puro esperpénticas, se convierten en posibles y que encuentran su sentido cuando uno ha completado el tránsito espacio-temporal. 
Personajes que buscan, que son arrastrados y engullidos por un instante que, poniéndoles al límite de lo racional, les lleva a sentirse a si mismos y entre ellos como esa «Carne Viva» que da título a la función.
Maravilloso trabajo engarzado por Denise Despeyroux, que de nuevo vuelve a rizar el rizo. Si en «La Realidad» desdoblaba a la actriz, aquí lo que desdobla es el tiempo y a los propios espectadores. Una labor que logra llevar a buen puerto gracias al grandísimo trabajo de equipo. Todos siguen una partitura de portazos, gritos, silencios, entradas y salidas que componen esta ácida comedia con, en ocasiones, aromas de folletín.

El reparto compuesto por Agustin Bellusci, Fernando Nigro, Font García, Sara Torres, Marta Rubio, Victoria Facio, Juan Vinuesa, está a la altura de la propuesta y nos regala momentos de auténtico delirio a los que nos entregamos con disfrute. Con mención especial a Joan Carles Suau, maravilloso ese Niño Índigo y su «constelar«, y Carmela Lloret, fascinante personaje el que construye, convirtiéndose en esa temible Mía.
Además hay que quitarse el sombrero con la impecable labor de precisión a la que se enfrentan; sin olvidar el detalle a tener muy en cuenta, y es el de marcarse tres funciones consecutivas para que nosotros contemplemos un solo espectáculo.
Personalemente yo pagaría una entrada extra para poder contemplar lo extenuante de las tripas de esta función, descubrir el truco entre bambalinas y apreciar la fascinante maquinaria de este reloj suizo que es «Carne Viva».

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Danai Querol Juan Caballero Juanma F. Pina Lavar Marcar y Enterrar Mario Alberto Díez Montgomery Victoria Mora

Lavar, Marcar y Enterrar

Título:
Lavar, Marcar y Enterrar

Autor:
Juanma F. Pina

Lugar:
Peluquería Corta Cabeza

Elenco:
Victoria Mora
Mario Alberto Díez
Juan Caballero
Danai Querol

Vestuario:
Magpie

Maquillaje y Peluquería:
Luciano Cañete
Dani Zuñiga

Dirección de Arte:
Juan Camblor

Dirección:
Juanma F. Pina

Hay veces que el teatro sale fuera de sus recintos habituales y explora nuevos espacios donde poder manifestarse; y hay otras en las que son los propios espacios los que inspiran historias y acaban por convertirse en teatros improvisados, tal es el caso de la Peluquería Corta Cabeza, un lugar que hizo que la mente de Juanma F. Pina volara y creara este montaje.
Es curioso adentrarse en esta peluquería que parece un auténtico plató, no le falta detalle para que uno se sienta dentro de la historia que está a punto de ver.
Ya nos hemos acostumbrado a descubrir nuevos espacios y dejarnos seducir por la curiosidad de descubrir qué nueva propuesta nos ofrece alguna loca mente teatrera, pero como digo, esta vez no fue la falta de espacios o de programación, si no que la obra fue creada por y para este espacio, con lo cual lo que nos vamos a encontrar es un traje hecho a medida, tanto para el espacio como para la función, aprovechándolo y llenándolo de chispazos de originalidad que se reciben con agrado.
Una pareja secuestra a la dueña de la peluquería y a uno de sus empleados para poder acceder desde su sótano al local de al lado… lo que ellos no se esperan es lo que encontrarán allí abajo y la historia que destapará su irrupción en esta peluquería con tanta personalidad.
Un delirio pop que estalla desde su maravilloso cartel, preparándonos para lo que nos vamos a encontrar. Con unos personajes que vuelan por el tiempo, entre flashbacks y descubrimientos inesperados, y que nos hacen pasar un rato muy divertido, con una historia que desde su sencillez se aprovecha de nosotros y nos «tramposea» con descaro para darnos un par de giros y hacer que la comedieta que se nos ofrece, se salpique de tintes policiacos, psicópatas e incluso algún toque sobrenatural.
Los cuatro actores hacen un estupendo trabajo, llevando con divertida solvencia la caricatura de unos personajes dibujados desde los tópicos, que nos ganan con siniestra simpatía según van sucediéndose los acontecimientos. Victoria Mora, Mario Alberto Díez, Juan Caballero y Danai Querol juegan al servicio de unos diálogos con chispa y cierta efervescencia que nos recuerdan al descaro y la inocencia de ese cine español de los noventa que estaba lleno de brillo y de ganas de hacérnoslo pasar bien con argumentos desenfadados y desprejuiciados, incluso hay destellos de la movida madrileña que se cuelan entre secadores y lacas. Así se nos presentan, encantadores, desprejuciados y con un gran sentido del humor, dispuestos a reirse hasta de su propia sombra.
Si tenéis ganas de pasarlo bien, reíros con ganas, incluso soltar alguna buena carcajada, además de ver teatro en un espacio inusual, esta es vuestra propuesta. Un caramelo que chisporrotea en la boca, mientras lo saboreas, y que te deja una divertida sensación.
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