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En Un Entreacto Radio – Eremitas y soldados

Nuestra nueva quincena teatral desde En Un Entreacto Radio nos traerá, además de nuestro particular repaso de la cartelera, dos propuestas del circuito alternativo de la capital que os recomendamos que no dejéis pasar. Por un lado tendremos a Luis López de Arriba e Inma Gamarra en representación de la compañía Teatro En Serie que nos presentarán “El Eremita”, función con la que están prorrogando en los Teatros Luchana y a Nuria Pérez Matesanz, David Aramburu y Lucía Casado Amo que nos traen “La Casa de la Paz” con la que están cerrando temporada en Nave 73. Propuestas llenas de esfuerzo, dedicación y mucho entusiasmo que merecen su hueco en nuestro programa.

¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!

GETAFERADIO · Eremitas y soldados visitan En Un Entreacto Radio.
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Pretérito Imperfecto

No sé si la vida es un puro cúmulo de circunstancias o un elaborado tejido de situaciones que suceden de una manera exacta y concreta que nos encamina hacia el Destino. Lo que sí es cierto es que las bifurcaciones con la vida de los demás y los cruces de existencias nos transforman, provocando que seamos (y vivamos) como somos.

Yo soy de los que piensa que el amor mueve el mundo… Bueno, lo mueve, lo zarandea, lo sacude y lo desestabiliza. Creo en su constante presencia a través de sus múltiples connotaciones, ya sean las más positivas o las más negativas, pero siempre está ahí.

Quizá por tener esta línea de pensamiento entré en «Pretérito Imperfecto» deslizándome suavemente, permitiendo a sus habitantes un momento de atención y empaticé con el dibujo de esas vidas que no existen más allá de un tiempo verbal determinado.

Cierto es que John Hamilton May plantea un argumento que quizá peca de simplista e incluso de excesivamente anecdótica y/o predecible, pero en su sencillez radica su peculiaridad. Quizá que la estructura de la función esté apoyada en los testimonios más que en las acciones, genere en ocasiones cierta frialdad para transmitir esos instantes en sus relaciones; sin embargo, hay encanto en la forma que tienen las historias, de cómo se van rozando a la misma vez que se distancian o todo lo contrario, de cómo su estado sentimentaloide nos evoca vivencias y, sobretodo, de cómo David Bueno -Quien se pone por primera vez al frente de la dirección- nos hace mirarlas y entenderlas, su forma de plantear ese paso a cuatro, entre sillas y destinos desestructurados, convirtiendo estas vidas en una travesía que descubrir con los ojos de la ternura.

La puesta en escena de David, junto a la música y la idea que Marta Cofrade tiene de cómo mirar un Pretérito Imperfecto, invitan a subirnos a este carrusel de destinos orbitantes que son la vidas de Gaby, Jaime, Manu y Olivia; cuatro vidas que no transcienden más allá de la tuya o de la mía, tan desapercibidas y tan corrientes que podríamos pensar que quizá ese Pretérito Imperfecto pudiera ser sin problema el presente simple que nosotros habitamos.

José Carlos Fernández, María Prendes, Ana Prieto y Andrés Requejo son quienes nos miran desde el amor de sus personajes, quienes lo miman, lo buscan, lo desgastan, lo pierden, quienes sencillamente lo viven y nos conquistan. Aún hay algunas zonas ásperas que tratar, algunos tropiezos, pero es que son inevitables. No me cabe duda que esto viene dado por la imposibilidad de una continuidad en las representaciones. Que cada semana haya que retomar desde el comienzo, genera un estado de salud muy delicado en las primeras funciones, eso lo sabemos todos. Aunque eso no resta un ápice de belleza a su trabajo a través del cual nos abren las puertas de sus historias de amor para que nos dejemos llevar.

Una función que aletea frente a nosotros, que nos evoca a lugares comunes y hace que miremos con el sentimiento de lo cercano, que sonriamos ante su sentido del humor afable, que posee la crudeza de lo posible y que en un instante se nos escapa.

Una dosis de amor que siempre nos viene bien y que, por suerte, no siempre huele a rosas.

FICHA:

Título: Pretérito Imperfecto Autor: John Hamilton May Dirección: David Bueno Elenco: José Carlos Fernández, María Prendes, Ana Prieto y Andrés Requejo Iluminación y Espacio Escénico: Marta Cofrade Música: David Good Traducción: Pat Aguiló Lugar: Nave 73

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Windsor

El fuego como elemento purificador, como redentor de los pecados inconfesos, como íntimo infierno en el que arder eternamente; o como reflejo de los deseos incontrolables que nos invaden y devorador de secretos. ¿Quién se atreve a meter la mano entre las llamas para alcanzar la verdad? Sólo quien no tenga miedo a arder.

El fuego que todo lo puede… menos el recuerdo.

Sara es una joven becaria que trabaja en un periódico digital que, saltándose todas las reglas, decide publicar una crónica que recupera para la memoria del lector la noche en la que el edificio Windsor ardió. Una noche en la que parece que muchos secretos fueron pasto de las llamas junto al propio edificio y que, sin embargo, es posible que 10 años después vuelvan a salir a la luz. Un comportamiento que a su jefe, Eduardo, le crispa por la osadía y la impertinencia de la joven becaria, pero que a la vez le fascina por el impacto que ha generado y el reto profesional que les va a suponer. Un ejercicio en el que se jugarán más de lo que parece.

Ella, desafiante y descarada en su juventud; él sereno, arrogante y lleno de una extraña templanza. Dos apariencias que finalmente arderán pasto de las llamas de los recuerdos que aún guarda el Windsor.

Antonio Rojano con «Windsor» construye una trama llena de recovecos, de turbias intenciones que, curiosos, nos atrapa desde el comienzo. ¿A quién no le llama la atención una nueva hipótesis sobre lo que sucedió en aquel incendio? Una premisa que nace como thriller periodístico, que se apoya en los diálogos para girar sobre sí misma, mutar de género y descubrirse en una sucesión de capas de trepidante desenlace. Una especie de Caja de Pandora en la que la fascinación y ambición nos conducen hasta las cloacas del ser humano.

Sara Mata y Aníbal Soto o Aníbal Soto y Sara Mata -tanto monta, monta tanto- dos fieras que nos hacen vibrar de tensión, que hacen crecer el suspense a cada cuadro y que nos llevan a su final totalmente entregados. Es un gusto poder sentarse en una butaca y sentir el impulso de inclinarse hacia adelante para seguir con más atención cuanto sucede en escena. No quiero desgranar más detalladamente sus trabajos para no caer en el spoiler, pero ¡qué gran trabajo por parte de ambos!

Grande también es la labor de Max Lemcke manejando los ritmos, la cadencia en su parte media es perfecta para generar en el espectador esa sensación de «¿hacia dónde estamos yendo?» para acabar por lanzarnos sin freno hasta ese desesperado y sorpresivo final. Lemcke genera una espléndida atmósfera de fascinación apoyándose en las perlas que Rojano va dejando a lo largo del camino: ¡absolutamente efectivas! Prueba de ello son las exclamaciones involuntarias que parte del público dejaba escapar ante los descubrimientos y los giros de la trama.

Quien vaya a ver Windsor pasará un estupendo rato teatral, donde disfrutará de diálogos afilados, buenas dosis de suspense y trampas argumentales donde dejarse caer.  Totalmente recomendable.

¿Dónde estabas tú la noche en la que el Windsor ardió?

FICHA:

Título: Windsor Autor: Antonio Rojano Elenco: Sara Mata y Aníbal Soto Dirección: Max Lemcke Escenografía: Sonia Rubio Iluminación: Abel García Lugar: Nave 73

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En Un Entreacto Radio – Especial Nave 73

En Un Entreacto Radio en el mes de Abril se calza los micros y se lanza a la calle.
Hemos querido hablar del teatro desde el mismísimo epicentro de nuestra pasión. Esta vez el teatro no visita la radio, si no que es la radio la que visita el teatro.
Hemos querido acercarnos con nuestra unidad móvil a una sala a la que los Entreacteros tenemos especial cariño: Nave 73; hacer este primer programa fuera de nuestro estudio con ellos porque para nosotros son el reflejo de que el tesón y la pasión, si van de la mano, pueden llegar a convertirse en una realidad.
Y como una sala no es nada si no tiene quien la convierta en los infinitos universos para los que ha sido creada, hemos querido invitar a este especial a tres compañías que están, o han estado, programadas en Nave 73.
Hemos podido ahondar un poco más en la poesía y el humor de «Los Perros» de Teatro a la Plancha, charlando con Selu Nieto y María Díaz.
Descubrir ese lugar abstracto repleto de cuestiones que es «Una y Otro» de Teatro Cruzado con David Huertas y Daniel Jumilas.
Y aprovechar el espíritu de Nave 73 para recordar una gran sala que marcó en gran parte lo que hoy es el Off Madrileño: La mítica Garaje Lumiere, y lo hemos hecho de manos de Celia de Molina y Jota Linares, con los que además hemos hablado del reestreno de «Mejor Dirección Novel».
Gracias a Alberto Salas y Rocío Navarro por llevarnos de la mano y contagiarnos del espíritu de Nave 73 y regalarnos una tarde diferente, llena de cariño, nervios, emoción y muchas risas.
¡Ojalá sea la primera de muchas!
¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!

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(Des)de Los Escombros

La vida se nos llena de consejos, de formas ajenas de verla, de resolverla, quizá de afrontarla ¡Como si la vida tuviera unas instrucciones para ser vivida!

Crecemos y nos cuentan, y como nosotros no sabemos muy bien por dónde debemos tirar, nos aferramos a todo eso que nos relatan creyéndolo a pies juntillas y luego llega la decepción. Es cierto que la intención no es mala, que quien nos suele aconsejar es porque nos quiere bien, pero cada uno debemos vivir nuestras propias experiencias, con sus batacazos personales, con sus disgustos, con sus inseguridades, con nuestra propia manera de ser feliz que quizá no es la que funcione para el resto.

«(Des)de Los Escombros» texto escrito y dirigido por María Prado, es un canto a la libertad de vivir la vida como se nos presenta, dejando de lado cualquier flecha indicativa del camino establecido. Ella no habla de rebeldía, ella cree que debemos escuchar cuanto tengan que decirnos los que ya han vivido el tramo de camino por el que transitamos, pero nos dice que tomemos el trocito que creamos que nos sea útil y decidamos por nosotros mismos; nunca dos vidas van a salir iguales.

La propuesta planteada desde CuartoyMitad Teatro hace añicos el cuento de la Lechera, lo desparrama y, con esas piezas, construye su posible historia. Cada pedazo que antes era parte de un «todo», ahora es una nueva forma individual que se abre a nuevas e infinitas posibilidades.

Aquí todo está hecho de pedacitos: Los que hay tirados por la escena, los del corazón de Janis Joplin, los de las historias que se cuentan…Incluso las actrices, que se visten trocitos de pieles para mostrarnos las vidas que fueron, las que son y las que puede que sean.

María Prado ha hecho un ejercicio de deconstrucción vital junto a sus tres actrices, logrando una puesta en escena que dice tanto como ellas mismas; que se transforma y reinventa para cobijar la historia que en ese momento es contada. Ellas, Luna Pareces, Aranza Coello e Irene Maquieira, comprometidas hasta la médula, respiran positivismo, que no buenismo, en cada uno de sus fragmentos. Tres mujeres que irradian fuerza, que se derriten en sentimiento, que se entregan con pasión y son capaces de tocarnos a través de su trabajo. ¡Extenuante! De una entrega absoluta, que habla a través de sus bocas, pero que también lo hace desde sus cuerpos, porque la organicidad de este montaje es tan importante y potente como la propia palabra. Ellas miran con ternura, con miedo, con esperanza, con decisión, se dejan moldear por las historias, juegan la escena ¡Qué importante es esto! Haciéndola y deshaciéndola; se la llevan a su terreno y con ella nos dibujan  el instante por el que quieren hacernos mirar con bellísima nitidez.

La vida no es como nos la han contado y debemos estar atentos a esto, hay que sonreír, estar prevenidos a sus cambios constantes y si se rompe, aprovechemos los pedazos que nos quedan para hacernos una que nos guste más.

Es bonito salir de una función con un pedacito de nosotros transformado y yo creo que «(Des)de Los Escombros» logra esto.

Título: (Des)de Los Escombros Dramaturgia: María Prado Elenco: Aranza Coello, Luna Paredes e Irene Maquieira. Escenografía: Lucía de Retes, Fernando de Retes y María Prado Iluminación: Juanjo de los Ríos Espacio Sonoro: Irene Maquieira y Elena Davidson Producción: CuartoyMitad Teatro Dirección: María Prado Lugar: Nave 73

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La Piel

Mary quiere abrir un centro suicida, un lugar donde la gente acuda a morir de la manera que más le plazca, un espacio donde se respete la decisión de dejar de existir, sin juicios ni prejuicios. Esa es la premisa desde la que parte “La Piel”, la nueva propuesta teatral de Teresa Rivera y Valeria Alonso que tras “La Sole” se lanzan de cabeza para ofrecernos una nueva experiencia sensorial; lo califico así porque decir que lo que hacen ellas es teatro acotaría injustamente lo que nos ofr11110274_801964229879816_976844247780511827_necen. Apuestan por tener al espectador entregado, con las emociones a flor de piel (nunca mejor dicho) y conseguir que se una a este viaje que explora el tránsito hacia la muerte.

Sería fácil optar por lo tétrico y lo melodramático, por hacer de “La Piel” un discurso, incluso por todo lo contrario, por intentar arrojar una luminosidad artificial. Sin embargo, las emociones fluyen solas y adoptan una gama de intensidades que calan sin ser forzadas. En “La Piel”, hay humor, emoción, sencillez, nostalgia, amor y mucha acidez e ironía.

Me fascina el poder que tiene Teresa Rivera para transitar entre lo poético y lo macarra. Para transportarnos gracias a esa estupenda puesta en escena -A destacar la maravillosa iluminación de The Blue Stage Family y el vestuario  de Elisa Sanz que consigue mantener la esencia y la personalidad de esta artista- A todos aquellos lugares por los que ella quiera hacernos transitar. A mí con ella me pasa como cuando éramos pequeños, que jugabamos con cuatro palos dos trozos de plástico y una lata a creer que estabamos viajando en una nave espacial y con el solo hecho de querer, creíamos. Pues ella posee ese poder de convicción. Ella dice que estamos en un centro suicida y tú lo ves posible, ella te dice que es Tina Turner y tú ni lo dudas… Ella quiere y nosotros accedemos a regalarle nuestra imaginación y eso es porque percibimos esa generosidad desde el otro lado. Hace de su propuesta un lugar en el que nos apetece estar. Sale a escena y sabes que se va a entregar en cuerpo y alma a su propuesta, y esto que suena a topicazo no lo es en este caso, ojalá todos salieran con el arrojo con el que ella se lanza al escenario… y claro, ¡cómo no corresponder!

Foto Jean Pierre Ledos
Foto Jean Pierre Ledos

“La Piel” es una caricia y un pellizco. Es un beso, es sexo, una dentellada y un recuerdo. Esta función está cargada de una belleza y una dureza tan cercana e inevitable que es imposible no identificarse en este imaginario por el que Teresa nos pasea. Dentro de “La Piel” hay instantes que se te clavan muy adentro: Ella comiendo la manzana recordando a su padre mientras escucha las sevillanas, o el momento en el que muda la piel, dejando la bata de cola para transformarse en lo que siempre ha querido y que nosotros, más que verlo, lo percibimos. Momentos realmente potentes: Ese comienzo en plan dominatrix o el éxtasis final con ese “Proud Mary” que es un auténtico delirio.

Hay artistas que no se conforman con lo fácil, con lo efectivo. Hay artistas a los que les gusta regalar riesgo, ofrecer concepciones diferentes para desarrollar una idea y se agradece tanto…

Título: La Piel Dramaturgia/Dirección: Valeria Alonso Idea/Interpretación: Teresa Rivera Vestuario/Escenografía: Elisa Sanz Iluminación: The Blue Stage Family Lugar: Nave 73

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Cliff (Acantilado)

¿Por qué la gente se extraña cuando digo que voy a ver varias veces los mismos montajes? Si puedo ver mi película favorita hasta el hartazgo, lo mismo puedo hacer en teatro, ¿no?; siempre y cuando su permanencia en cartel me lo permita, claro, o que suceda como con Cliff, que resurja inesperadamente y nos dé la oportunidad de volvernos a encontrar al borde de este Acantilado creado por Alberto Conejero.cliff-cartelweb

Ya hablé en su momento de esta función cuando se representó en La Pensión de las Pulgas, a comienzos de la temporada pasada y antes del torbellino de éxitos en el que se ha convertido el nombre de su autor ¡Nos sobran los motivos! Pero lo que nos encontramos ahora, aunque el equipo prácticamente sea el mismo, no se parece a lo que ya vivimos. Aquella semilla ha germinado y ha dado los frutos que ahora podemos saborear en Nave 73, motivo por el cual dedico una segunda crónica a este título.

La historia nos presenta al Montgomery Clift tras el accidente que le desfiguró la cara, un ser hecho añicos al que la esperanza se le escapa entre los dedos y la vida se le torna triste e irremediablemente en un fundido a negro.

Recuerdo cómo me enamoré de Cliff/Acantilado cuando lo leí, cuando aún no imaginaba que iba a verlo puesto en escena. Me enamoré de esa caída en picado que uno encuentra entre las palabas de Alberto Conejero. Hubo algo maravilloso en el acto de leerlo, como si esa poesía desgarradora que brota de su dolor se deslizara dentro de mi, atenazando mi garganta y espachurrando el corazón a golpe de imágenes, de conversaciones imaginadas, de un tristísimo erotismo, de fragmentos de canciones laceradas por la aguja del tocadiscos, de personajes invisibles que pisotean inconscientemente la esperanza, y que provocaron en mi un desconsuelo que no me abandonó en días, y una fascinación que aún perdura. Pues bien, todo eso lo he vuelto a recuperar gracias a la nueva puesta en escena que ha dirigido Alberto Velasco, que ha hecho que Cliff se sacudiera el realismo del que andaba preso en el anterior espacio y que limitaba su resultado, para sumergirse en su propia personalidad, la encarnación de algo tan intangible, tan íntimo y terrible, pero tan presente en todos, como es la soledad, plasmada de una forma fabulosa a través de la escenografía de Alessio Meloni, ¡una joya!, la atmósfera sonora de Mariano Marín y la iluminación de Luis Perdiguero, o el, ahora mucho más disfrutable, diseño audiovisual de Adriá Giralt, que le aportan la identidad que andaba buscando el montaje, y todo ello rematado por la interpretación de Carlos Lorenzo que ha crecido de manera exponencial, logrando desencorsetarse y sacar la esencia de un personaje lleno de matices, que danza cuerpo a cuerpo con el dolor, que nos destroza el alma a base de miradas suplicantes, mostrándonos la fragilidad de quien ya no puede más…

Una función llena de instantes, desde esos besos velados con los que comienza, el acertado sentido del humor que se desliza entre tanto desgarro, pasando por los fogonazos del encuentro con el desconocido o ese grito que se ahoga en el silencio, lugares comunes con la anterior puesta en escena y a la vez tan distintos, pero si tuviera que quedarme con un momento creo que sería el posterior a la entrega de los Oscars, absolutamente terrible ser testigo de ese instante de consciencia que da paso a la caída definitiva.

Una delicia de trabajo.

«¿Cómo puedo no ser Montgomery Clift?» es la frase que reverbera en nuestro interior cuando dejamos atrás la sala donde queda Monty, bailando en soledad, abandonado entre sus fantasmas. Qué terrible destino. Y nosotros nos marchamos permitiendo que su figura se diluya hasta convertirse tan solo en un eco desconsolado: «¿Cómo puedo no ser Montgomery Clift?»

Título: Cliff (Acantilado) Autor: Alberto Conejero Lugar: Nave 73 Elenco: Carlos Lorenzo Atmósfera Sonora: Mariano Marín Escenografía: Alessio Meloni Iluminación: Luis Perdiguero Audiovisuales: Adriá Giralt Dirección: Alberto Velasco

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Como Si No Hubiera Un Mañana

«You must remember this/A kiss is still a kiss/A sigh is just a sigh/The fundamental things apply/As time goes by»

Resuena en el silencio de un mundo que ha dejado de ser. Los pocos seres humanos que quedan buscan la esencia de sus vidas como único asidero a la cordura. El vértigo de los primeros besos, la necesidad de amar y sentirse amado, diferencias aparte, o echar un vistazo más allá de nosotros antes de entregarnos desesperadamente al vacío. Así es como se nos presenta «Como Si No Hubiera Un Mañana – Historias de Amor en el Fin del Mundo» un espectáculo conformado por tres historias distintas, escritas por tres autores diferentes, Fran Secunza, Pablo Vara y José Padilla, dirigidos por Andrés Dwyer en las que el nexo de unión son el amor y el fin del mundo tal y como lo conocemos.Como-si-no-hubiera-un-mañana

Tres historias independientes, con personajes propios y tres estilos bien diferenciados que nos hablan de lo mismo. El Amor.

Sé que no debería, y lucho por evitarlo, pero muchas veces me dejo llevar por los prejuicios: «¿Una historia de amor?» «No, gracias, no quiero una función A lo Sandra Bullock«… ¡Error! Qué manía tengo de prejuzgar sin saber… y pensar que he estado a punto de perdérmela…

Uno entra en esta función con suavidad, a través de sus personajes, de las palabras. Los actores juegan con cuatro elementos y no les hace falta más -No hay a penas escenografía y la iluminación escasea, pero ¿qué queréis? ¡Si el mundo ha sido destruido!- Su buena ejecución y nuestra mirada hacen el resto, pero no la mirada de los ojos con la que vemos humo, focos y cuatro escaleras tiradas en el suelo, si no esa otra mirada, más íntima, la interior, la que normalmente nos da pudor, esa es la que es seducida por «Como Si No Hubiera Un Mañana».

Con qué sencillez nos hacen entrar en el juego, hablándonos de nuestras primeras veces, de sensaciones compartidas, haciéndonos ser conscientes de que muchas veces hablamos por no callar, que es más fácil quejarse ante la adversidad que saber apreciar lo bueno que se esconde tras ella, o aprender a mirar más allá de nosotros y sonreír, y amar… sobretodo amar. Escuchas a los personajes que desfilan por la función, que se muestran y piensas: «Es que yo también soy un poco así» Y una sonrisa se dibuja en tu cara, dejándote llevar agarrado de su mano.

Precioso trabajo el de Juan Blanco, Joe Manjón y Sara Martínez. No hay aspavientos, postureos, ni artificiosidades que ensucien. Ellos son sus historias, quienes hacen que nos enamorarnos de los habitantes de cada una de ellas, ellos y sus autores, que desde diferentes estilos, los ponen a prueba, tensando la cuerda y llevándoles a situaciones límite, para romper complejos y mostrar la materia de la que realmente están hechos. Da igual si es desde un cobertizo, escondidos de la amenaza externa, que conversando con un desconocido y su revólver, o encaramados en lo alto de los restos de la Torre Eiffel, el sentimiento es compartido.

Me entusiasma encontrar montajes aparentemente pequeños escondidos entre la maraña teatral en la que nos vemos inmersos. Pequeñas joyas en forma de producciones modestas que sorprenden y dejan tan buen sabor de boca como esta.

Título: Como Si No Hubiera Un Mañana (Historias de amor en el fin del mundo) Autor: Fran Secunza, Pablo Vara y José Padilla Lugar: Nave 73 Elenco: Juan Blanco, Joe Manjón y Sara Martínez Producción: Paraninfo58 Dirección: Andrés Dwyer

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No Estamos Together

¿A quién no le han dejado? ¿Y quién no ha dejado a alguien? ¿Quién no ha querido hundirse en sus miserias? ¿y desear ser rescatado inesperadamente? ¿Quién no ha imaginado largas conversaciones con su «ex» reprochando esas cosas que lo desbarataron todo y descubriendo las mejores réplicas a toro pasado? ¿Quién no ha tenido veinte años? ¿Quién no ha caído en la cuenta de qno-estamos-together-teatroue las cosas, por muchos años que cumplamos, no cambian demasiado?

«No Estamos Together» escrita y dirigida, y en ocasiones interpretada, por Nacho López Murria se suma a un género que parece tener hueco propio en la cartelera, la Comedia Generacional. Desde hace algunas temporadas han surgido varios títulos que quieren ser retrato de las generaciones actuales y «No Estamos Together» pretende hacerse un hueco entre ellos.

En este caso la propuesta, contada desde diferentes planos y ambientes creados a dos manos por Belén Segarra y Mikko, parte de ese momento en el que una pareja rompe y comienzan el tortuoso camino de la aceptación de dicha situación, de cómo cada cual guarda su propio luto, de cómo afecta a nuestro entorno, de cómo pasa el tiempo y entran nuevas personas, pero sin olvidar el poso de aquello que fue, para bien o para mal. Todo esto Nacho López Murria nos lo cuenta mezclando lenguajes, realidad y ficción, soliloquios y personajes inventados que a veces actúan como Pepitos Grillos, otras como Campanillas juguetonas, o materializándose en nuevas esperanzas y amigos pesados que nos aturden, pero que sirven de desatranco ante la autocompasión a la que nos encanta entregarnos.
El punto de partida de la propuesta está bien, es interesante, pero quizá el mensaje que quiere transmitir resulta algo distante y confuso: Las idas y venidas en la historia, la mezcla del naturalismo con la abstracción de algunos juegos escénicos resulta un tanto farragosa y obstaculiza la empatía con los personajes. Nacho López Murria pone en escena muy buenas ideas, pero no sé si mezcladas llegan a funcionar plenamente a favor de la función. Un par de ejemplos: Se agradece la música en directo de Maydiremay, estupenda banda sonora para el montaje, pero me queda la duda de si está aprovechada, ¿por qué está ahí? ¿está dentro o fuera de la función? ¿qué aporta a la historia? o las carreras por la escena o los escritos en el suelo que sirven de transición entre cuadros, creo frenan el ritmo y no suman. Son propuestas absolutamente válidas, pero que quizá no cuajan con el conjunto.

 

Me sorprendió gratamente el trabajo actoral, están en sintonía, funcionan y se entienden (¡Y se les entiende!).

En Alba Bayarri y Aitor Caballer se ven esos dos lados de un mismo espejo, enternecedores y reales en sus tópicos, aunque aún tienen que encontrar ese punto que haga más creíble su relación sentimental, algo clave. José Sospedra que juega con un rol agotador, es un divertido cartoon que nos deja entrever muchos posibles de este actor. Ana Dachs aporta un caracter potente y una verdad muy gratificantes. A Sandra Martín le toca arriesgarse y mirar a los ojos de los espectadores, hablarles de tú a tú y saltar de la realidad al universo imaginario de la protagonista, resuelve con soltura, aunque a mí personalmente me gustó más en las escenas compartidas que enfrentándose, con pose excesivamente infantiloide, a la soledad escénica.

Como digo, creo que son un buen elenco que aporta el peso adecuado a la historia. La función aún está muy tierna, pero creo que van a lograr que se sostenga con solidez.

Una comedia con cierto rollete Hipster que comienza a caminar y apuntar maneras. Esperemos le dé tiempo a desarrollarse como es debido y no se pierda en intensidades innecesarias, porque ¿quién sabe? puede convertirse en uno de esos éxitos de largo recorrido que de vez en cuando le da al Off por parir. Nave 73 es un buen talismán para ello.

Título: No Estamos Together Autor: Nacho López Murria Lugar: Naver 73 Elenco: Alba Bayarri, Aitor Caballer, Sandra Martín, José Sospedra y Ana Dachs Música en directo: Maydiremay Escenografía: Belén Segarra y Mikko Vestuario: Lara Tascón Dirección: Nacho López Murria

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Eterno Creón

La semana pasada realicé uno de esos ejercicios que tanto me gustan y que pocas veces logro realizar, entregarme a ciegas a un montaje. Desconocía «La Tebaida» de Jean Racine de la que bebe Manuel De para poner en escena este «Eterno Creón», eterno-creon-cartel_(1)1426001155_bigy decidí no leer nada, dejarme llevar y ver qué sucedía. Tan solo sabía cual era su reparto, motivo más que suficiente para despertar mi curiosidad.

La historia habla de Etéocles y Polinice, hijos de Edipo, que tras su muerte deben repartirse el tiempo de reinado, tal como desea el padre fallecido, pero esto lleva al enfrentamiento entre los dos hermanos, ya que los dos quieren conservar la corona más tiempo del estipulado.  

Yocasta, madre de ambos, es quien media entre ellos sin demasiado éxito, luchando por lograr el entendimiento entre ambos hijos ya que tras las sombras se esconde Creón, tío de ambos, que permanece a la espera de que ambos hermanos se destruyen para ser quien acabe finalmente poseyendo la corona.

Un montaje que habla del odio, de la ambición y de la terrible corrupción que no entiende de lazos familiares, cosa que a ojos del espectador lo hace todo mucho más terrible. Un montaje lleno de desgarradora actualidad, que se mezcla en el tiempo dejándonos en un limbo temporal, en el que las proyecciones de desastres bélicos, enfrentamientos deportivos y tragedias familiares vienen vestidas con túnicas y trajes de chaqueta.

primer plano actriz
Foto Simona Cheli

Esta no es una propuesta sencilla, el espectador debe llegar a ella con todos los sentidos bien despiertos, porque corre el riesgo de poder quedar descolgado o sentirse apabullado ante la espiral de acontecimientos. La historia central no tiene demasiada dificultad, de hecho el director ha optado por centrarse en el suceso principal, deshaciéndose de subtramas, para desarrollarla con más dedicación, aunque eso no quita para que la forma que tiene Manuel De de contar, se despliegue con una alta complejidad no apta para todos los públicos… Cosa que estoy seguro no pretende.

Todo un ejercicio escénico enriquecido con proyecciones, músicas que redondean atmósferas y situaciones, y que de alguna manera me sugieren sabores del teatro alternativo de otros tiempos, en el que no se miraba tanto la pulcritud de la propuesta, si no lograr la contundencia y la denuncia a través de los elementos y del trabajo actoral, creando momentos llenos de dureza y de imágenes poderosas.

Foto Simona Cheli
Foto Simona Cheli

Las interpretaciones, como suele pasar en cualquier estreno, aún son delicadas de someter a juicio, todos sabemos que los cimientos se van asentando a lo largo de las funciones, se van limando imperfecciones, y sobretodo si hablamos de la complejidad con la que tienen que batallar en «Eterno Creón». Pero Jesús Calvo, Iván Ugalde y Manuel Domínguez, se arriesgan y dan cuanto tienen en escena. Eso sí, Carmen Mayordomo se queda con el cetro, ella sigue demostrándonos que es la reina de la entrega, su interpretación es lo más visceral que uno pueda echarse a la cara en el teatro actual y apuesta por enfrentarse al riesgo saltando sin red y sabiendo aterrizar de pie.

Manuel De ha sabido rodearse de un equipo dispuesto, y en sintonía, que da cuerpo a ese universo arriesgado que es «Eterno Creón». Un bocado de realidad que no resulta en absoluto lejano a nosotros.

Título: Eterno Creón Autor: Manuel De (Basado en «La Tebaida» de Jean RacineDirección: Manuel De  Elenco: Carmen Mayordomo, Jesús Calvo, Iván Ugalde y Manuel Domínguez Iluminación: Jesús Antón Espacio Sonoro: Letal Delirios Audiovisuales: Manuel De Escenografía: Carmen Pérez-Luco Lugar: Nave 73

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