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Antoine, la increible historia del creador de El Principito

El otro día estuve viendo Antoine, un musical que posee las hechuras de un espectáculo de gran formato, pero que, a la vez, transmite la intimidad de una producción pequeña, que baila entre el teatro adulto y lo familiar, pero sobre todo logra hacernos sentir la cercanía de lo emocional con una propuesta muy diferente al teatro musical habitual.

Confieso que no soy uno de esos amantes de El Principito, lo leí en su momento, pero no me tocó como le ha tocado a tantas otras personas. Sin embargo, al ver Antoine me di cuenta que quizá no lo leyera en el momento adecuado, el trenzado de realidades que existen en el musical abrieron puertas que me lo redescubrieron, haciéndome salir del teatro con la sorpresa de verme emocionado. Quizá fuera la aventura vital de Antoine o el amor por lo intangible del pequeño príncipe, no lo sé, pero allí estaba.

Un asteroide en mitad del escenario es testigo de ese choque de realidades, la de Saint-Exupéry y la de su más famosa creación. Un aroma como de ensoñación se desborda, como una flor rara, ante nosotros, transportándonos en un viaje a través del tiempo y de las dimensiones, entre el drama, la poesía y el realismo mágico, retratados por unas canciones y una música, creación de Elefantes, pegadiza, delicada, de atmósfera envolvente, que perfila la poética de este espectáculo y que apetece recuperar tras la función.

Tanto la dirección de Ignasi Vidal, cómo se nota que conoce a la perfección el terreno que pisa, como el fantástico elenco (¡Todxs!), realizan una cuidadísima labor, contándonos este cuento para adultos con ritmo y emoción. Las recreaciones de los pasajes del libro son una delicia, poseen el halo mágico de carga justa, entre filosófica e infantil, para atraparnos. Trabajazo el de Víctor Massan y Alberto Vázquez que apuestan por arriesgarse, dando vida a unos personajes entre lo histriónico y lo entrañable -¡Gracias!-. Un ambiente que se mezcla con la fascinante, y desconocida para muchos, vida de Antoine de Saint-Exupéry, encarnado por un inspirado y generoso Javier Godino ¡Más actores con ese peso escénico en musicales, por favor! Al que acompaña una estupenda y potente Aida de la Cruz. Es cierto que me costó entrar en la propuesta de encontrar a un actor adulto interpretando al Principito, Shuarma, cantante de Elefantes, se estrena en la interpretación con este rol. Nada que objetar a su trabajo, pero fue un ejercicio exigente para mí como espectador verle en ese papel. Aún me pregunto cómo hubiera resultado el espectáculo con un niño en ese papel. Pero esta es la propuesta y es completamente disfrutable.

Grandes voces, vibrantes, interpretaciones notables y una puesta en escena que cogerá cuerpo y brillará más y más a lo largo de las representaciones. Antoine es un gran viaje por un universo al que algunos dicen conocer, pero del que muchos saldrán sorprendidos y emocionados.

Texto publicado en Teatro Madrid

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Llámame

La vida del artista, o se toma con filosofía o mejor te dedicas a otra cosa. Pero no me refiero al artista de alfombra roja, que ese, aunque es el que suele estar más a la vista, realmente pertenece a la especie con los ejemplares mas escasos; me refiero al que se pelea día tras días por lograr una mísera publi donde ni si quiera se le reconoce, el que se come todos los «noes» en los castings, el que se va a casa andando porque la recaudación de taquilla no le da para un taxi, ese (o esa) es el que vive dentro de Llámame, propuesta que actualmente se puede ver en Espacio Gallinero, inaugurando el ciclo Teatro Por Horas (TXH).

Marieta ganó un Goya en los 90, la vida ha pasado y el teléfono a penas si ha sonado. Marina saca fuerzas de donde no las hay para continuar en Madrid y no volver a casa de sus padres con las orejas gachas, ¿cómo pueden poner fin a esta sequía y dedicarse a lo que de verdad desean?: Subiéndose al escenario para contar su situación.

Lo que suena a realidad trágica es una ficción cómica y viceversa, Marieta Orozco y Marina Campos Albiol han creado un espectáculo mirándose las miserias para carcajearse de ellas, plateándose una catarsis sanadora metiéndole un buen chute de humor a la cosa.

Sol Aguirre y Paulo García Conde han dado forma de sitcom a la idea original de las actrices y Antonio Hortelano se ha puesto a los mandos de la dirección escénica, por primera vez, para crear una pieza ágil, que busca un nuevo aire «desnaturalizador» sobre la situación, convirtiéndolo en un ejercicio de máscara neutra. Aunque se agradece la originalidad de la propuesta, a veces se les va un poco de madre y el ritmo endiablado afecta a la dicción de las actrices, dificultando la comprensión de algunos gags – Es cuestión de tiempo, sacarse los nervios y asentar la función – porque, sin duda, Llámame es un canto, de sonrisa amarga, a la esperanza y a la lucha ante la adversidad.

Texto publicado en Teatro Madrid

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Cluedo 1942: Asesinato en el Berlín Express

En menos de un año La Caja Lista ha logrado poner en órbita un buen puñado de espectáculos de teatro interactivo, a cada cual más interesante, más elaborado y más emocionante, ofreciendo una alternativa teatral poco explotada en Madrid y logrando algo realmente difícil de conseguir que es, basándose en un mismo tipo de propuesta, lograr combinaciones infinitas que sigan interesando al espectador. Ahora llega Cluedo 1942: Asesinato en el Berlín Express, una nueva trama en la que nos adentraremos, literalmente -No hay que olvidar que el público es pieza fundamental dentro de estas propuestas- en la Alemania Nazi.

Nuevamente la sala se transforma y se reinventa, llevándonos al interior de un tren; sí, sí, ¡un tren! -Es estupendo comprobar la inventiva del equipo para crear diferentes ambientes en un espacio tan reducido- donde los pasajeros/público viajaremos, divididos en diferentes compartimentos, compartiendo espacio con los protagonistas de la historia.

La mecánica es sencilla: Ha habido un asesinato, el asesino viaja entre nosotros junto a un espectador cómplice, ¿seremos capaces de desvelar su identidad y los motivos del crimen? Las escenas se sucederán, intercaladas con momentos de intervención por parte del público – ¡Que nadie se asuste! Cada uno interviene cuanto quiere- Ofreciéndonos una pieza trepidante, llena de ritmo, que baila entre géneros. Qué gran idea la de entrelazar el misterio habitual de este tipo de historias con tramas llenas de romanticismo, emoción y épica histórica, redoblando el disfrute de un argumento que es un claro homenaje a Agatha Christie y su personaje más popular: Hércules Poirot.

En Cluedo 1942: Asesinato en el Berlín Express se nota el gusto de su creador, Javier Posadas, por la Historia, elaborando un cuidado entramado lleno de referencias reales que, tras la función, querrás conocer más a fondo. Además de estar plagado de pequeños detalles que (¡ojo!) serán claves para salir victoriosos de este nuevo espectáculo.

Mención a parte para el elenco que, para mi gusto, realiza uno de sus mejores trabajos, aportando atractivo a los personajes, dándoles dimensión y llenándolos de emoción, algo muy complicado si tenemos en cuenta el tipo de espectáculo que es, donde la brevedad de las escenas y los saltos entre cuadros complican el desarrollo de personaje. Tampoco hay que olvidar su magnífica capacidad de improvisación para lograr interactuar con todos y cada uno de los espectadores, haciéndonos sentir parte del espectáculo y logrando que el tiempo pase volando.

Una fantástica opción, llena de calidad, para aquellos que buscan ir un paso más allá en su experiencia teatral.

Texto publicado en Teatro Madrid.

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Man Up

¡Hablar de igualdad también es cosa de hombres! Por eso las siempre originales Teatro en Vilo, o lo que es lo mismo: Andrea Jiménez y Noemí Rodríguez – ¡Tanto monta, monta tanto! – se suben al escenario junto a cinco actores: Fernando Delgado-Hierro, Pablo Gallego Boutou, Alberto Jo Lee, Juan Paños y Baldo Ruiz, para cuestionar la masculinidad, dejando de lado las proclamas grupales y centrándose en el individuo, iniciando una búsqueda de aquello que podamos hacer desde nosotros mismos. Man Up quizá sea un intento de encontrar la punta del hilo desde donde comenzar a tirar antes de meternos de lleno con la madeja.

Los estereotipos de lo que se supone ser «muy macho» desfilan por el escenario: Superhéroes, deportistas, seductores, incluso animales, dan claras muestras de esa posición dominante… o así lo parece, antes de que Noemí y Andrea los desmonten uno a uno a golpe de sátira en este espectáculo juguetón, crítico y, aparentemente, caótico, donde todo toma forma cuando un puñado de anónimas voces en off, apeladas por las creadoras, comienzan a expresar aquello que les gustaría ver hacer o decir a los hombres sobre un escenario. Ahí se inicia el verdadero viaje. Un proceso para desenmascarar y borrar cualquier atisbo de personaje – No solo teatral – y mostrar lo que realmente nos interesa: Todos esos bloqueos, miedos y anhelos que llevamos acumulados en este viaje por la masculinidad impuesta y contra la que cada uno de los intérpretes, desde su propia vivencia, lucha para lograr una identidad propia, igualitaria, nacida del encuentro, el diálogo y el amor.

Un trabajo tanto actoral como de dirección lleno de comicidad, emoción, belleza y, sobre todo, honestidad. De buen ritmo, quizá de duración algo excesiva, con instantes, reflexiones e imágenes que te acompañan tras la función: El momento playero, la escena de la bañera de Baldo Ruiz seguida del bloque de Alberto Jo Lee o Noemí hablando de sus compañeros. ¡Inevitable no romperse con a ellos y amarlos!

Y es que en Man Up, entre tanto cachondeo y tanta artificiosidad buscada, lo que finalmente acaba quedando es un delicioso y delicado mensaje de amor y unión que, además, nos invita a reflexionar sobre lo mucho que aún debemos mirarnos y cuestionarnos a nosotros mismos para, a partir de ahí, poder sumarnos y colaborar en construir.

Texto publicado en Teatro Madrid.

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La señora y la criada

Es innegable el gusto de Miguel del Arco por dar a los autores clásicos un toque diferente, sin pasar por alto su esencia, abordándolos desde su particular mirada y aportando ese «¿y por qué no?» que los transforma y nos los descubre desde un ángulo insospechado. Algo que vuelve a hacer con La señora y la criada de Calderón.

Nos encontramos en la Italia de los años 50, con todos sus estereotipos vistos en el cine clásico de la época que, sorprendentemente, encajan a la perfección con el planteamiento «calderoniano». Miguel ha optado por llevárselo al extremo, exprimiendo el jugo a esos versos gamberros, desprejuiciados y muy cachondos, poniéndolos en boca de unos personajes delirantes, caricaturescos y extremos que dan forma a este vodevil explosivo, de ritmo frenético, y de furor incontrolable – ¡Viva la revolución sexual! – que no da un segundo de respiro y que, incluso, podría decirse que resulta casi un musical ¿Quién iba a decir que Calderón casaría tan bien con el Mambo Italiano o con Raffaella Carrá? Pues lo hace, ¡vaya que sí! La música es importantísima, ayuda a avanzar en la trama, es un complemento maravilloso en las transiciones, incluso es la forma de expresarse de alguno de los personajes ¡Padam! y, lo mejor, hace que salgamos del teatro tarareando.

El delirio vodevilesco se desparrama por la escena en esta comedia de enredos en la que todo funciona como un reloj suizo. Desde esa versión tan asequible y chispeante de Julio Escalada, pasando por una escenografía – Amaya Cortaire – y unas luces – Juanjo Llorens – que juegan a favor en todo momento, hasta llegar a esa fantástica música – Arnau Vila – de la que ya he hablado. Pero nada de esto funcionaría sin un elenco como el de La Joven del CNTC, un reparto en estado de gracia -Del primero al último- que sale a divertirse, arriesgando, poniendo toda la carne en el asador y dejándonos boquiabiertos con todo ese derroche de talento. Da igual que Del Arco les ponga a cantar, a hablar o a bailar, que les pida que jueguen a pasarse tres pueblos, ellos aceptan el reto y se lo devuelven multiplicado. Con permiso de sus compañeros, y a riesgo de ser injusto, no puedo no mencionar a Alba Recondo que nos regala un personajazo recargado de gestos, intenciones, ¡deslumbrante!; ella se lo pasa de muerte en escena y nosotros nos lo gozamos a manos llenas; o la solidez actoral de Irene Serrano, Alejandro Pau y Mariano Estudillo. Estoy seguro nos va a dar muchísimos momentos de disfrute, ¡ya lo hacen!

¡Queremos más comedias de Miguel del Arco (algún musical también) y queremos más de ese torrente de talento que guarda dentro La Joven del CNTC! (Ay, qué ganas de esa versión que nos va a llegar de Sueño de una noche de verano en breve). Como decían por ahí, propuestas así demuestran que el teatro clásico no es algo casposo y acartonado y hace que el público joven, y no tanto, encuentre placer viéndolo.

Texto publicado en Teatro Madrid.

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Chicas y chicos

Uno piensa que la vida avanza, evoluciona y, lo que antes eran problemas, hoy debieran ser soluciones… Hasta que nos topamos con el machismo. Violencia de género, discriminación, techos de cristal, siguen a la orden del día y eso hace que textos como Chicas y chicos de Dennis Kelly sean tan importantes de poner sobre el escenario.

Chicas y chicos es un monólogo, dirigido por Lucía Miranda, que refleja la vida cotidiana de cualquiera de nosotros y nosotras: Familia, amor, sexo, amigos, hijos, trabajo. Aspectos que entran dentro de nuestra vida, como entran en la de ELLA, la protagonista de esta historia que, después de beberse la vida, como nos la hemos bebido cualquiera, lucha por lograr un equilibrio en pareja, hijos incluidos, y perseguir un entorno laboral de éxito. Asistimos a su crecimiento personal y profesional, lo celebramos junto a ella, hasta que todo lo que brillaba se hace añicos con un zarpazo de realidad. Pero, ¿por qué? Hay un detalle: ELLA es mujer…

Antonia Paso se enfrenta por vez primera a un monólogo y lo hace poniendo sobre el escenario todas sus armas como actriz para moverse en la fina línea que hay entre el retrato demoledor y el melodrama. Los ritmos, los cambios de tono, son complejos, se salta de corretear por la escena persiguiendo a dos niños juguetones y contestones – ¡Qué importante es la labor del espacio sonoro creado por Irene Maquieira! – a sujetarnos la barbilla para obligarnos a no retirar la mirada de una situación que quisiéramos ignorar. La propuesta es capaz de llevarnos de la mano por ese sendero, sin victimizar al personaje e incluso con humor, aunque aún sea evidente la fragilidad de las primeras funciones. Solo un «pero»: Creo que jugar a cambiar de voz y caricaturizar a los otros personajes que intervienen en la historia es algo que le va a la contra a la actriz y resta verosimilitud al conjunto. Antonia posee armas suficientes para lograr que el público «vea» sin evidenciar. De hecho en Chicas y chicos, además de su estupendo tono para la comedia, la actriz, se descubre con un peso dramático que será interesante poder seguir descubriendo en futuras propuestas.

Chicas y chicos nos zarandea para hacernos conscientes de esta otra realidad que, como solo sale en las noticias, parece que nos duele menos. Hasta que el cristal del televisor se requebraja y el problema se nos cuela en la vida. Y entonces, ¿qué se hace?.

Texto publicado en Teatro Madrid.

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Dirección gritadero

Una sociedad a la que no se le permite alzar la voz, en la que las charlas en público están vetadas, donde la gente anda anestesiada por la vida, que piensa que lo que hace todo el mundo es lo correcto por el simple hecho de ser lo que todo el mundo hace, donde lo de pensar con independencia está descartado, donde nadie mira a los ojos a nadie… ¿nos suena? Pues ese es el mundo «inventado» por Guy Foissy en Dirección Gritadero y que Paula Castellano ha querido poner en escena para su primera dirección.

La espera desespera, y si no que se lo digan a ellas, a estas tres mujeres divertidas, confundidas, insatisfechas, desequilibradas, aterradas, atrapadas en un «esperando a Godot» en toda regla, solo que aquí el tal Godot viene en autobús. Mientras, aguardan conteniéndose las ganas, rellenando globos con la hiperventilación de sus gritos y atisbando que realmente está en las palabras, y no en los gritos, el desahogo que buscan.

Un espacio vacío, lleno de globos desinflados, ¿seña que indica el tiempo que llevan sus protagonistas atrapadas en su espera?, unas luces que nos empujan a la escena como parte de la historia o que nos dejan mirando a través de la membrana de la cuarta pared, un texto brillante, repleto de reflexiones chispeantes, contundentes, rabiosamente actuales y tres fantásticas actrices, Cristina Acosta, Amanda Recacha y Ana Varela, entregadas a esta dosis de surrealismo de ritmo creciente, entre lo divertido y lo desesperanzado, chapoteando a placer en el absurdo, nos invitan a posicionarnos, a cambiar de bando, a cuestionarnos, a identificarnos con este mundo paralelo tan posible. Lástima que el globo que van inflando a lo largo de la función, y que esperamos que reviente con un fuerte estallido, acabe desinflándose en una resolución dejada en manos del público que, desconcertado, no sabe cómo rematar. ¿Figura así en el texto original? Lo desconozco. Ante la duda, me quedo con un pensamiento: ¿No es tiempo ya de dejar de esperar inflando globitos?.

Texto publicado en Teatro Madrid.

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Caperucita Roja. El Musical

¡Qué bien se lo pasa uno con este chute de teatro dominical!

Caperucita Roja, el musical es el claro ejemplo de cómo dar la calidad y solidez que merece al teatro familiar. Una historia muy bien estructurada, que bebe, evidentemente, del clásico de los Hermanos Grimm, pero que en manos de Sara Pérez toma un aire mucho más «cañero» que, además de hacer las delicias de los más pequeños, objetivo principal del espectáculo, le mete una buena dosis de referencias destinadas al público adulto, normalmente un mero acompañante en este tipo de espectáculos, con las que van a pasárselo en grande. Un punto a favor muy importante porque, sin darnos cuenta, todos acabaremos inmersos en su trama, en su humor y disfrutando de sus estupendas interpretaciones.

La composición de Felipe Forastiere, además de ser bien pegajosa (y pegadiza), como requiere un espectáculo de este tipo -No creo que haya un solo espectador en la sala que se quede quieto en su butaca, al menos se le irá el pie marcando el ritmo- posee pinceladas que harán las delicias de los amantes del teatro musical. Es divertido jugar a descubrirlas.

Se puede decir, sin ningún tipo de reparo, que Caperucita Roja, el musical es un espectáculo ejecutado y producido al mismo nivel con el que se trabaja en el teatro musical adulto y eso es muy de agradecer, no olvidemos que el espectador más joven es el público del futuro, hay que saber darle calidad para que aprecie el teatro, desde su lugar, y demande más.

Texto publicado en Teatro Madrid.

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Souvenir

Souvenir nos cuenta la historia de Solomon Shereshevski la primera persona a la que se le diagnosticó un caso de hipermnesia, afección que provoca que, quien la padezca, recuerde el más mínimo detalle de lo que acontece en su vida. Poemas en otros idiomas, conversaciones mantenidas hace tiempo, gestos vistos muchos años atrás… pero es que Solomon además tenía una enorme capacidad sinestésica, lo que sumaba extras a cuán complicado era el interior de su cabeza. Un problema que estuvo tratado durante más de 20 años por el prestigioso psiquiatra Alexander Luria y con el que Pablo Díaz Morilla ha fabulado para hacer una reflexión sobre los efectos de la memoria. Un texto que ha resultado galardonado con el Premio Autor Express de la SGAE y que además es el primero del proyecto cultural Factoría Echegaray que se estrena en Madrid, siendo el debut en la dirección teatral de Fran Perea.

La función es un viaje alucinante por el interior de la cabeza de este periodista que recordaba todo con una nitidez y un detalle absolutamente asombrosos, algo que a primera vista podría parecer fascinante -¿Quién no querría tener unas cualidades extraordinarias?- y que, sin embargo, mirado con frialdad, tiene más visos de convertirse en pesadilla que en superpoder. Solo el hecho de imaginar que jamás podremos deshacernos de cuanto recuerdo conforma nuestras vidas, que todo lo que nos ocurra o vivamos quede anclado, junto a un bombardeo incesante de nuevos estímulos que llenen de ruidos, colores y sensaciones nuestra cabeza, resulta aterrador.

Souvenir pone imágenes a ese eco incesante en la cabeza de su protagonista. Un entramado de hilos que unen y entretejen cuanto recuerdo puebla su memoria. Fantástica escenografía de Dita Segura y Juan Heras. Puertas abiertas que desembocan en nuevos recuerdos como una especie de reflejos infinitos que reverberan incesantemente en la memoria de Solomon, conduciéndole a través de la fina línea de la locura.

Es interesante que el tratamiento elegido por Fran Perea sea tan colorista y luminoso, una especie de traducción simultánea entre las percepciones del protagonista y el grueso de los espectadores para llegar a entender una mínima parte de cómo es el funcionamiento de su cabeza. El momento en el que escribe el artículo sobre el accidente que presencia, que le sume en un bucle de estímulos del que no sabe salir por si solo, es el momento clave para que todos entendamos el lugar donde se encuentra.

Vista la función, se plantean infinidad de preguntas que no desembocan en ninguna resolución amable: ¿Qué lugar ocupan las personas que entran dentro de la vida de este hombre? ¿Qué espacio, dentro de ese conglomerado imparable que es su memoria, está reservado para el sentimiento focalizado en un solo individuo? ¿Qué ve o siente al mirar a la otra persona? ¿Todos esos estímulos y recuerdos no cegarán su corazón, como una catarata al ojo, impidiéndole sentir la plenitud del amor? ¿Cómo sobrellevan algo semejante las personas que rodean a quien padece esta afección? Esas incógnitas que nos plantea Souvenir son un pantano insondable. Quizá la historia se me quede corta para cuanto podría abarcarse con este tema.

Ángel Velasco que da vida a Solomon Shereshevski, Esther Lara, que interpreta a Magda Shereshevski, junto a Steven Lance, que encarna al profesor Alexander Luria, son los tres estupendos actores que realizan el dibujo de un viaje complicado, repleto de saltos, cortes y repeticiones que los sitúan en unas vivencias por las que no se  puede juzgar a los personajes.

Souvenir plantea tantas cuestiones dentro de su luminosidad que deja un extraño regusto desasosegante, como si la amabilidad con la que está tratada la historia tan solo fuera una triste reverberación de un pequeño instante de felicidad que resume una desdicha.

Título: Souvenir Dirección: Fran Perea Texto: Pablo Díaz Morilla Elenco: Steven Lance, Ángel Velasco y Esther Lara Iluminación: Michael Collis Escenografía: Dita Segura y Juan Heras Vestuario: Tatiana de Sarabia Música original y espacio sonoro: Fran Perea Ayudante de dirección: Rocío Vidal Producción: Factoría Echegaray y Feelgood Teatro  Espacio: Teatros Luchana

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En Un Entreacto Radio – Estudios de actores y Mariquitas

Llegamos al mes de Junio, el mes en el que despedimos temporada. Tan sólo dos programas mas de En Un Entreacto Radio y nos marchamos de veraneo, pero antes de ello, nosotros seguimos a la caza de esas propuestas que pensamos os puede interesar conocer. En esta ocasión os queremos presentar el proyecto que Raquel Pérez y David González tienen entre manos. Un nuevo estudio de actores desde el que formarse y experimentar, siempre es importante la base para un buen profesional y ellos nos lo van a contar. Y para rematar el programa, contaremos con Juan Mairena, María Isabel Díaz y Dolly que nos presentaran su más reciente estreno: “Mariquita Aparece Ahogada en una Cesta” de Juan García Larrondo que podemos ver en los Teatros Luchana. El regreso de una de las compañías más originales que no nos resistíamos a traeros para que oigáis todo lo que nos tienen que contar.

¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!

GETAFERADIO · Estudios de Actores y Mariquitas
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