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Cómete un mordisco

Título:

Cómete un mordisco

Lugar:
Teatro del Arte

Autor:
Óscar Merino
Eulogio Penas Seijas

Elenco:
Alex Larumbe (Pan Bendito)
Chemi Moreno (Capitán Sarasate)
Francisco Lidón (Stolichnaya)
Lucía Barrado (La Negra)
Laura Ordás (Mara)

Vestuario:
Lua Testa

Iluminación:
Pau Ferrer

Escenografía:
Alberto Desiles

Dirección:
Charo Santamaría y Raquel Mesa

Cuando te llaman con la ilusión de querer mostrarte un trabajo, uno no puede resistirse. Todos los que de alguna manera nos hemos ido involucrando con el teatro sabemos que el fin de todo es poder mostrar el resultado final al público y yo, como público que soy, si se me reclama procuro responder y ser partícipe.
En esta ocasión la función era «Cómete un mordisco» de Óscar MerinoEulogio Penas Seijas. No conocía la obra, la verdad, pero la curiosidad por el extraño título y que en ella se encontraran Alex Larumbe y Lucía Barrado, a los que había visto hace poco en «La Indagación» de Efímero Teatro, ya me dieron motivos para acudir a la llamada.
La historia es una especie de esperpento actual, donde unos personajes marginales y con muy poco que perder, intentan sacar «tajada» de la vida jugando sus cartas lo mejor que pueden. Pan Bendito, La Negra y Stolichnaya quieren montar una empresa dedicada a la extorsión y a los sicarios, para ello necesitan que alguien les ayude a dar los primeros pasos en este negocio, contratando al Capitán Sarasate, un argentino «experto» en el tema. Entre las lecciones que reciben hay una «clase práctica» en la que deben simular un secuestro, con una víctima falsa, para poner en práctica todo lo enseñado. Cosas del destino hacen que acaben por confundirse y secuestrar a una empresaria real, Mara Vergara, víctima que provocará que aprendan la lección mas importante de todas…
En esta función nos encontramos con unos personajes que avanzan por la vida a base de tropezones, creyéndose lo que no son; como bien los define la compañía «unos corderos con piel de lobo» que serán golpeados con toda la contundencia que la realidad posee.
Esta negrísima tragicomedia nos deja carcajearnos de los personajes y de las situaciones absurdas que viven, para congelarnos la sonrisa mostrándonos la verdad que todos nos imaginábamos pero, que contagiados de la inocencia que destilan los personajes bajo esa pose de fiereza, habíamos desechado. Una visión terrible y pesimista que nos recuerda cual es nuestra posición en la cadena alimenticia y la imposibilidad de que esto varíe.
Charo Santamaría y Raquel Mesa nos presentan unos personajes llenos de una poética urbana que, dentro de su tosquedad y aspereza, nos muestran una ternura que los redime de todo el mal que están por hacer. 
Son personajes llenos de ambiciones, de ganas de luchar por salir del agujero en el que se encuentran, pero que pecan de inocencia y de necesidad, personajes que nunca han sido tenidos en cuenta y buscan quien les escuche, sin reparar en las consecuencias de ser escuchados por la persona incorrecta.
Poco a  poco nos van desgranando sus sueños y su inocencia; sueños que quizá a nosotros nos suenen absurdos, pero que son el motor que les mueve y que alimenta sus esperanzas de una vida mejor, de  comerse el mundo. Son fieras que se mueven por el instinto de supervivencia y que buscan una luz que les despoje de tanta miseria. Víctimas de una sociedad que engaña y manipula, que nos hace creer que luchamos por lo que queremos y que sin embargo llena nuestro camino de espejismos que nos confunden y nos desvían del objetivo, redireccionándonos hacía donde ellos deciden.
Alex Larumbe, Chemi Moreno, Francisco Lidón, Lucía Barrado y Laura Ordás, nos ofrecen unas composiciones muy bien trabajadas, donde lo orgánico da sentido a las palabras y dan cuerpo y personalidad a personajes tan esperpénticos como los de esta obra.
Hay momentos en la función en lo que las situaciones están tan llevadas al límite que corren el riesgo de caer en lo ridículo y el descontrol y que, sin embargo, salvan con holgura. Propuesta muy interesante que nos lleva por el camino de la comedia, donde todos nos sentimos relajados a pesar de lo que nos cuentan, para conseguir ese golpe de gracia final lleno de una fría realidad.
Me encanta ver el riesgo que asumen algunos actores en escena, cómo se entregan a sus personajes y a las propuestas; como este que hacen Alex Larumbe y Lucía Barrado después de la sobriedad de «La Indagación», demostrando una solvencia actoral digna de ser seguida de cerca. Por supuesto, sin menospreciar el trabajo de sus compañeros, de los que también destaco la labor en todo momento de Laura Ordás, la «fisicidad» de Francisco Lidón y la energía de Chemi Moreno.

Un montaje diferente que apuesta por un lenguaje y una sensibilidad «a pie de calle» para hablar, desde un espejo deformante, del miedo y la angustia que sentimos todos ante la posibilidad de quedar atrapados en el fango impuesto.
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La Indagación

Título:
La Indagación

Lugar:
Teatro del Arte

Autor:
Peter Weiss

Elenco:
Pedro Aijón
David Alonso
Carolina Andrés Orellana
Juanjo Aranguren
Lucía Barrado
Mamen Camacho
Lucía de la Fuente Gallego
Carlos Martos de la Vega
Alex Domínguez

Creación Sonora Original:           Vestuario:           Escenografía:            Iluminación:
Mariano García                          Sofia Nieto         Mónica Teijeiro       Miguel A. Camacho

Producción:                                Dramaturgia y dirección:
Efímero Teatro                          Charo Amador

El Jueves Efímero Teatro me dio la oportunidad de poder asistir al estreno de «La Indagación» de Peter Weiss en el Teatro del Arte. Una noche llena de primeras veces. Primera vez que asisto a Teatro del Arte, antiguo Teatro de Cámara que vuelve con nueva identidad y lavado de cara. Mi primer textro de Peter Weiss; y la primera vez que veo en escena a la gente de Efímero Teatro. 
Aunque parezca una bobada, estas cosas a mi me gusta tomármelas como pequeños regalos que me da este blog, es maravillosa la sensación de que se abran posibilidades de seguir descubriendo y extraer sentimientos y aprendizajes de esos descubrimientos.

«La Indagación» es una dramatización de los procesos judiciales que tuvieron lugar en Frankfurt entre los años 1963 y 1965 contra los oficiales Nazis y los responsables de los campos de Auschwitz; dividida en ocho cantos que exponen sin ningún tipo de edulcorante todas las experiencias vividas por todas aquellas víctimas que sobrevivieron a esa barbarie.

Este trabajo que nos propone Charo Amador, directora del montaje, toca diferentes lenguajes teatrales, los mezcla y los separa a su antojo, acercándonos un mosaico de personas del pasado para hablarnos de una forma descarnada, sin velos, sobre uno de los peores episodios de nuestra historia mas actual.
Los actores nos hablan desde el escenario, utilizan la voz para remarcar el dolor de las experiencias y para cuando la voz se ahoga, pero quedan muchas cosas mas que decir, utilizan el movimiento; dibujando con él lo que el texto de Weiss es incapaz de decir porque es imposible transformarlo en palabras.
Es un texto muy duro de representar. No hay a penas una dramatización, por así decirlo, de lo que se cuenta. Son testimonios dichos sin aspavientos, sin ademanes de ningún tipo. Y que sin embargo calan hondo. No sé si es por el hecho de saberlos reales o porque simplemente uno no puede creer que nadie haya podido experimentar algo así… pero el texto es una sucesión de visiones a cada cual mas dolorosa y angustiosa. Ahora mismo intento recordar algún momento en el que haya podido sentir tanta repulsión viendo una obra de teatro y no logro encontrarla; hubo momentos que casi me sentí enfermo de escuchar, daban ganas de taparse los oídos y dejar aquello, pero por otro lado era imposible no dejarse arrastrar y atender a todo lo que se cuenta, la curiosidad es infinita y a veces vergonzosamente sorprendente. Las gradas se llenaron de una tensión casi palpable, a penas si había sonido de respiraciones, y es que creo que casi todos estábamos sobrecogidos por la propuesta.
A todo esto lo enmarca un sonido, unas luces y una escenografía muy acordes con lo que se cuenta, aportando pinceladas que nos ayudan a rememorar y sentir la crudeza y el dolor vividos. La frialdad, la soledad, la injusticia, la muerte… son palpables con todo realismo.
El reparto me sorprendió muy gratamente, bastante equilibrado. En el momento que la función comenzó, mi primer pensamiento fue «¡Qué gusto de voces!», aplaudo una dicción tan buena y una  proyección tan cuidada y es que es un placer poder disfrutar de un texto con tanta claridad y tan bien trabajado. Además de la complejidad de sus extensos y sangrantes parlamentos. 
Mucha energía y compromiso, y algunas interpretaciones muy brillantes como las conseguidas por David Alonso y Carlos Martos de la Vega, que me sorprendieron con esa capacidad de transformación en escena y que confieso que consiguieron aterrorizarme con alguno de sus personajes o Mamen Camacho que consigue momentos desgarradores y de erizar el alma… No quiero que se piense que los demás hacen una labor «menor» en la función, todos ellos aportan una humanidad (para bien y para mal) a los personajes de Weiss que hacen que merezca la pena vivir la experiencia y poder disfrutar del conjunto. Cinco actores y cuatro actrices que se lanzan de cabeza, comprometidos con lo que hacen y que abordan un trabajo arriesgado, pero bien ejecutado. Dos hornadas de alumnos de la RESAD que ojalá no dejemos de ver en los escenarios porque creo que tienen mucho que ofrecernos.
Y llegado a este punto, voy a decir mis tres «peros», el primero es mas para la sala que para la función. Esa segunda fila a la misma altura que la primera, es muy incómoda para poder ver… Creo que deberían encontrarle una solución para futuros montajes, espectador incómodo es espectador que no atiende como se debería, y es una pena que la culpa de eso la tenga una butaca y no lo bien o mal ejecutado que esté el montaje.
El segundo «pero» es quizá la edad de algunos personajes y la de los actores, quizá juegue un poco en su contra para darle mas veracidad, aunque este es un «pero» dicho con la boca chica porque sus interpretaciones no tienen pega alguna.
Y el último es para el texto, que llegando al final cae un poco en la repetición de momentos, haciéndose algo largo.
Por lo demás, yo recomendaría con entusiasmo el ver esta obra y escuchar todo lo que en ella se dice y sobretodo como se dice. 
Un montaje muy duro, pero hecho con mucho gusto y con compromiso, donde se notan las ganas de hacer teatro y de encontrar nuevos lenguajes que mostrar a quien quiera ver.
Hay momentos en los que uno debe ser golpeado con la crudeza del ser humano y empaparse de la historia para intentar de la forma que sea, no caer de nuevo en los mismos errores.
Están poquitos días, no dejéis pasar la ocasión.
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