Título:
Breve Ejercicio Para Sobrevivir
Autor:
Lautaro Perotti
(Basado en textos de Tenneesse Williams)
Lugar:
La Pensión de las Pulgas
Elenco:
Bárbara Lennie
Santi Marín
Producción:
Factoría Madre Constriktor
Director:
Lautaro Perotti
Ya véis, así empiezo la crónica…
Es desasosegante sentir tanta desesperación en sus palabras, esas que no llegan a salir con fluidez, que se quedan como anzuelos en la garganta, pero sobretodo duele ver la desesperación en sus silencios, en sus ojos.
Una habitación patas arriba, revuelta y sucia, como sus propias vidas. Allí transcurre este fragmento de vida del que a penas si sabemos qué sucede antes y del que aterra pensar cómo va a continuar cuando se haga el oscuro.
Dos vidas manchadas de miedo; tanto, que a uno le impide expresarse sin tartamudear y a la otra la incapacita para atravesar los límites del salón donde se encuentra atrapada. Miedo a vivir la vida que les ha tocado y miedo a dejar de vivirla.
Los diálogos se tropiezan, son torpes, rápidos, violentos, como unas manos que aletean desesperadas por asirse a algún lugar que les haga sentir seguros por un instante, pero que resbalan y caen sin lograrlo.
Bárbara Lennie y Santi Marín dan vida a estos dos personajes que cada vez que los pienso, y ya han pasado un par de días desde que vi la función, me encogen algo por dentro.
Hay tanta verdad en lo que nos entrega Bárbara Lennie, que cuesta hablar sobre ello sin sentir que es insuficiente. Sus ojos, dicen incluso mas que el texto del que ha hecho la adaptación Lautaro Perotti. Y Santi Marín compone un personaje tan real, tan extrañamente cercano, que hace que pierdas la perspectiva como espectador.
Uno siente la necesidad de abrazarlos, de mecerlos tranquilizadoramente entre sus brazos, aún a sabiendas de que no hay un final feliz… la caída ya se ha iniciado y no hay punto de retorno para ellos dos; pero aún así sientes la necesidad de acompañarlos, apretándoles cálidamente la mano, para que se olviden de su miedo al menos hasta que todo haya acabado, ofreciéndoles algo de luz en su final. Sensación descorazonadora por nuestra posición como mudo espectador.
Una función que te desgarra algo por dentro, pero que nadie debería perderse.
Hay que ir verla, sentirla y sorprenderse días después con el mismo nudo en la garganta que cuando dejamos a estos dos seres en algún rincón perdido de La Pensión de las Pulgas.