Título:
La Noche Justo Antes De Los Bosques
Autor:
Bernard-Marie Koltés
Lugar:
La Puerta Estrecha
Elenco:
José Gonçalo Pais
Producción:
AlmaViva Teatro
Dirección:
César Barló
En Madrid uno puede pensar que ya ha visitado todas las salas de teatro y nunca llegará a ser cierto. Con este “Baby-Boom” teatral que estamos viviendo, pierdo la noción de cuántos espacios me quedan por conocer. Uno de esos espacios, no por haber abierto hace poco, que ya llevan su tiempo, es La Puerta Estrecha. Un lugar donde nada más entrar ya se percibe el gusto por ofrecer una atmósfera misteriosa y cálida, donde cada rincón parece querer contar su historia. Los ojos te bailan a todos lados y, aunque se mire varias veces al mismo rincón, siempre acabas por descubrir un detalle nuevo. Si no hubiera ido a cosa hecha, sabiendo que iba a ver teatro, podría haber pensado que era una tienda de antigüedades o un café con una decoración pretendidamente original. Me agradó conocer este espacio.
En esta ocasión, lo que me llevó a descubrir esta sala fue la nueva propuesta de Alma Viva Teatro que ha roto su esquema de trabajar sobre textos clásicos para afrontar valientemente un monólogo de Bernard-Marie Koltés, “La Noches Justo Antes De Los Bosques”. La dirección, como ya es habitual, corre a cargo de César Barló y el monólogo lo interpreta un entregadísimo José Gonçalo Pais.
A ver, hay que ir sabiendo que no es un texto fácil de digerir, exige un esfuerzo por parte del espectador, que debe estar alerta para no perderse en el complejo entramado que construye Koltés a través de las palabras de este joven inmigrante. De todos modos quien va a ver un texto de este autor ya sabe que no va a ver algo sencillo o amable, no está hecho para agradar cualquier paladar.
Un hombre que escupe desesperación e indignación, que tan solo busca ser escuchado, un animal acorralado por la sociedad, apaleado y expulsado a los suburbios; un tipo que tan solo quiere vivir, que le dejen vivir, que cada vez que lance su mano hacia la claridad, intentando asirse, no reciba un golpe para que la retire de nuevo y regrese a la cloaca donde ha sido confinado. Todo ello contemplado desde un primerísimo primer plano, casi colándonos en su interior, y respondiendo a sus provocaciones revolviéndonos en nuestras butacas, ¿de verdad queremos escucharle?
Una puesta en escena abstracta, bella a su manera y llena de simbolismo. Vomitada con la misma crudeza que el propio texto.
César Barló tiene el don de sacar de sus actores un instinto primario, deshumanizándolos para extraer de ellos una esencia animal que hace que los miremos desde un ángulo diferente, comprendiendo sin juzgar sus comportamientos.
AlmaViva Teatro regresa con un complejo trabajo de equilibrio que vuelve a sorprender metiendo el dedo directamente en la llaga, sin contemplaciones, como nos gusta viniendo de ellos, pero que corre el peligro de resultar incomprendido si no se entra con pie derecho en lo propuesta.
Yo desde aquí pido que César Barló se líe la manta a la cabeza y monte su versión de Roberto Zucco, eso puede ser un auténtico trallazo.
