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Benet i Jornet Israel Elejalde Juan Codina La Pensión de las Pulgas Sótano Teatro Víctor Clavijo

Sótano

Título:
Sótano

Autor:
Benet i Jornet

Lugar:
La Pensión de las Pulgas

Elenco:
Juan Codina
Víctor Clavijo

Sonido:
Sandra Vicente

Ayte. Dirección:
Toni García

Dirección:
Israel Elejalde

Cuando voy al teatro siempre entro hambriento de emociones, deseando que me alimenten el espíritu, que me provoquen y me revuelvan por dentro, para lo bueno como para lo malo ¡y cuánto más, mejor! Es la manera de adentrarse en lugares que de otra manera ni me plantearía penetrar. La seguridad que otorga la butaca muchas veces es pura fachada y no resulta suficiente, porque quizá nuestro cuerpo no se encuentre en peligro, pero ¡ay, nuestra cabecita! Y lo digo porque hay piezas, como “Sótano”, que entran en terrenos muy, pero que muy, oscuros y que aún saliendo a la luz del día, no dejan de poner los pelos de punta. 

“Sótano” es un texto escrito por Josep María Benet i Jornet que nos cuenta la historia de un hombre que busca a su esposa, desaparecida tres semanas antes, y que de manera accidental acaba en medio de un pueblo, en casa de un desconocido, hablando sobre su esposa y exponiéndole los aspectos más íntimos de su relación. Situación que le llevará a explorar caminos por los que ni se había planteado transitar.
Es turbador sentir que es la propia amabilidad del entorno lo que hace que todo adquiera ese ambiente insano, la cotidianidad de las acciones son las que impregnan de perversión todo lo que presenciamos. Ofreciéndonos el lado oscuro de la amabilidad y la normalidad.

Siempre decimos: “soy normal”, “esto es normal”, “qué normalidad”, “lo normal”… pero ¿qué es normal?, además, ¿lo que a mí me parece normal lo es también para los demás? Y es que si lo piensas detenidamente, es escalofriante todo lo puede esconder la normalidad entre sus pliegues… Pues en esas estoy desde que el otro día vi “Sótano” de Josep María Benet i Jornet del que siempre he admirado el sentido que otorga a los diálogos, ese gusto por paladear las frases y esa forma de retorcer las situaciones a golpe de serenidad.
Israel Elejalde, en el que descubro con esta pieza su faceta como director, demuestra una perfección en el control de los tiempos y en lograr esa exasperante cadencia en los diálogos; en los comportamientos pausados de los personajes y en esa contención que respira la función y que hace que casi seamos capaces de oír la fricción generada entre las líneas de texto y la aspereza de todo aquello que callan; y no es que lo callen por ocultarlo, si no porque no es necesario decirlo, está ahí desde el comienzo, solo hay que mirar con un poco más de atención tras ese velo de, otra vez, nuestra/su normalidad. 
Elejalde nos hace ser conscientes de que el verdadero terror no está en las historias de fantasmas, si no en lo tangible, en los aspectos más amables y cotidianos de nuestro día a día, esos que según el ángulo desde el que los mires pueden mostrarnos una cordialidad abrumadora o una siniestra turbiedad.

El tipo de miedo que se vive en esta función no es de esos que hace chillar o sobresaltarte, si no que es un miedo insano, sucio por su consentimiento y porque explora los límites de la razón; las decisiones que uno toma cuando se siente solo, insatisfecho con su vida, carente de sentido son las que convierten una vida afable en una espiral de sin razón y locura.
Es un miedo que te hace descubrir que tu zona de confort está corrompida y no puedes escapar de ella, es más, no escapas porque sientes atracción por explorar ese lado putrefacto y de olor dulzón.
Tan solo imaginar en todo lo que ha sucedido antes de lo que presenciamos durante esta función, y lo que sucederá después, genera un estado de inseguridad estremecedor. Acabada la función, lo único que se quiere es salir rápido de La Pensión de las Pulgas y ver la luz del día, dejarse invadir por el bullicio de la Calle Huertas.

Ni qué decir tiene que el trabajo de Juan Codina es toda una lección de cómo hacer verdad eso de que «menos es más» y además hacerlo con suma elegancia. En su aparente “no hacer nada” esconde una cantidad de matices tan sutiles que se podría decir que penetran antes en nuestro subconsciente que por nuestros ojos. Una interpretación contenida, pausada, aterradora. Él mismo nos comentó que trabajó su personaje tratándolo como un buen tipo, y lo es, y eso es lo que le hace tan inquietante.

Víctor Clavijo, el otro 50% de este historia, en momentos dibuja en exceso el resultado al que quiere llegar, pasando con ligereza momentos en los que quizá debería definir con más peso la posición de su personaje, pero poco a poco encuentra su espacio dentro de la función y entra en sintonía con el código que le tiende su compañero. Un personaje muy complejo el suyo, que sabiamente deja abiertas varias brechas por donde uno puede verle como víctima o verdugo, cuestión de prismas. Asusta pensar en que cualquiera podríamos acabar en su misma piel, y llegar a transmitir esa inseguridad es una tarea compleja que él logra. 

“Sótano” es una pieza que te va devorando poco a poco. Al comienzo sin ser consciente, engaña la amabilidad que supura. Y es que todo está urdido de tal manera que cuando quieres darte cuenta, tienes el vello de punta pensando en lo terrible de la situación y el estómago encogido pensando en lo que realmente estás presenciando.

Una función absolutamente recomendable, tanto por la cantidad de sensaciones que genera, demostrando que no son necesarios los trucos de magia ni los efectos más sorprendentes para que los escalofríos recorran nuestra espalda; como por esa dirección tan certera de Israel Elejalde, y las dos sólidas interpretaciones del gran Juan Codina y Víctor Clavijo.

Una advertencia, saldréis deseando tomaros una cerveza.
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Ahora Empiezan Las Vacaciones El Pelícano Juan Codina La Casa de la Portera Lola Casamayor Luis Luque Paco Bezerra Raúl Tejón Raquel Pérez Strindberg Teatro

Ahora Empiezan Las Vacaciones

Título:
Ahora Empiezan Las Vacaciones

Autor:
Paco Bezerra
(Versión de «El Pelícano» de Strindberg)

Lugar:
La Casa de la Portera

Elenco:
Lola Casamayor
Juan Codina
Raquel Pérez
Raúl Tejón

Producción:
Teatro Portátil y La Casa de la Portera

Ayudante de Dirección:
Eduardo del Olmo

Dirección:
Luis Luque

Yo sé que vais a comenzar a pensar, si no lo habéis hecho ya, que en el momento que entro en La Casa de la Portera pierdo toda objetividad y me entrego a la locura de ensalzar todo lo que veo allí, pero es que si no os habéis dejado caer por semejante lugar, no sabéis lo que se despierta dentro de uno cuando vive las cosas que se fraguan allí…
Han tenido que pasar cuatro temporadas para que vaya a ver «Ahora Empiezan Las Vacaciones»… No tengo excusa, lo sé, y ahora, después de verla, yo mismo pienso que no sé en qué andaba pensando para no haberlo hecho antes y haber venido devotamente en peregrinación a cada una de sus reposiciones.
Esta es una versión de Paco Bezerra inspirada en «El Pelícano» de August Strindberg, la idea parte de un dicho según el cual, si el pelícano hembra ve que sus crías están sufriendo por pasar hambre, es capaz de abrirse el pecho con su propio pico para alimentarlas de su sangre. Con esta premisa parte la historia de esta familia que vive encerrada en una atmósfera insana, conviviendo con secretos soterrados que les mantienen en un limbo enfermizo, en el que han aprendido a vivir masticando silenciosamente sus miserias.
Este texto es pura hiel. Desde el mismo momento que comienza la función se nota lo agrio del ambiente, el espesor y la turbiedad del aire, que lo hacen casi irrespirable. 
Luis Luque dirige una descarnada pieza en la que florecen los instintos primarios del ser humano como animal que es. La madre pare a sus hijos, los mantiene el tiempo justo para que sobrevivan por si solos (y casi ni eso), pero en el momento que esos hijos ya se valen por ellos mismos, sobran, son estorbos, e incluso se convierten en rivales para esta posesiva mantis religiosa. El problema surge cuando a ese instinto animal se le añade la codicia y la conciencia humanas, y lo que en principio sonaba a pura ley de vida, se convierte en un enfermo comportamiento de desarraigo de esta mujer con el corazón hueco, cegada por el latido de la ambición, tan ciega que cuando el depredador, volviendo al simil animal, ronda su territorio, ella es incapaz de verlo, convirtiéndose en otro estúpido eslabón de la cadena alimentaria.
Durante todo la función hay una sensación profunda de dolor por parte de esos hijos que piden a gritos unas migajas de amor; que han sufrido el más brutal de los desprecios, unos seres a los que se les ha intentado asfixiar el ansia de cariño, que jamás han conocido el calor de un abrazo. Dos seres desvalidos que no tienen hueco dentro de esta vida y a los que se lo han hecho saber de la manera más cruel.
Vi la función absolutamente sobrecogido, aterrorizado con las situaciones que se iban sucediendo en este salón rojo de La Casa de la Portera. Hubo un punto en el que se me hizo un nudo en la garganta que se iba apretando más y más, y acabé por sentirme tan pequeño y arrinconado que a cada movimiento amenazador por parte de los personajes, no podía evitar saltar en mi sitio, temiendo colarme dentro de la función y que ellos acabaran por posar sus ojos en mi.
Es abrumador el sentimiento de desasosiego que Luis Luque consigue provocarnos, es tan doloroso que cuando se aproxima el final, uno casi siente felicidad por el paso hacia la liberación que van a dar estos dos hermanos… Demoledor.
Lola Casamayor está soberbia como La Madre, un personaje profundamente odioso, rastrero, que asquea más y más a cada segundo que pasa y que pone los pelos de punta. Es un placer verla interpretar a tan poquita distancia y disfrutar de todas sus reacciones, de esa mirada que supura rabia.
Raúl Tejón es terrorífico. La frialdad de sus parlamentos, esos movimientos pausados, llenos de amenaza, esas explosiones de rabia… Es un placer, escalofriante, descubrir nuevos aspectos en su forma de interpretar.
Juan Codina y Raquel Pérez son seres de otro planeta, lo que estos dos actores son capaces de transmitir, la evolución que sufren se aprecia hasta en su degradación física, es absolutamente maravilloso; parece que han nacido para interpretar a estos dos hermanos. Pocas veces he sufrido junto a un personaje como lo he hecho con ellos, casi sentía mi mano apretando las suyas en ese fabuloso final.
Los cuatros actores junto a su director hacen un trabajo magistral. Lo que consiguieron provocarme con sus interpretaciones a nivel sensorial es tan grande que no se merecen más que elogios desmedidos por mi parte y aplausos, muchos aplausos. Nunca había sentido el poder tan brutal de colarme dentro de un espectáculo de la manera que lo han conseguido ellos.
Si vosotros sois como yo, que os habéis dejado estar y aún no habéis vivido este «Ahora Empiezan Las Vacaciones», no lo dejéis pasar por más tiempo. Aún estáis a tiempo de vivir una de las mejores funciones que he podido ver en muchísimo tiempo.
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