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En Un Entreacto Radio – Programa 28


Hemos llegado al último En Un Entreacto Radio de este 2014 que tantas y tan gratas satisfacciones nos ha regalado.

Un programa en el que César, desde la sección de cartelera, nos habla sobre todo  el teatro que vio en Nueva York y desde donde nos hace unas cuantas recomendaciones para todos aquellos que nos quedamos estas fiestas en Madrid.
Pero no solo eso, además tuvimos unas estupendas visitas en el estudio de GetafeVOZ, por un lado tuvimos a pie de micro a Jorge Cabrera y Alicia Lobo que nos vinieron a hablar de “Paquito. Lágrimas, Mocos y Sangre”,función con la que cierran el año en el Off del Teatro Lara. Conocimos el origen de este montaje, cómo surgió, cómo lo prepararon y algún que otro detalle que nos hace apreciarlo aún más y esperar que en breve llegue un 3er Round que nos haga seguir disfrutándolos encima de las tablas.


Y finalizamos este programa con la visita de David Velardo, actor getafense que vino junto a la gran Lourdes Zamalloa para charlar sobre el teatro musical, ya que él estrena en estos días el rol de Pumba en el Musical El Rey León y ella participa con “Amigas de Alquiler” en los Micromusicales que se representan en MicroTeatro Por Dinero por 2º año consecutivo. Además, David nos presentó su primer single “Spanish Revolution” y Lourdes cerró el programa haciéndonos un regalo de lujo en directo, un regalo que nos hizo muchísima ilusión y que podréis disfrutar rescatándolo en este podcast.
Entreacteros, nos seguimos escuchando en el 2015.
¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!
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Carmen Flores Jorge Cabrera Jorge-Yamam Serrano Que Vaya Bonito Teatro Lara

Que Vaya Bonito

Título:
Que Vaya Bonito

Autor:
Jorge-Yamam Serrano

Lugar:
Teatro Lara

Elenco:
Jorge Cabrera
Carmen Flores
Jorge-Yamam Serrano

Música:
Jorge Cabrera

Producción:
TeatrodeCERCA – La Rueda – FiraTàrrega

Dirección:
Jorge-Yamam Serrano

Un local que se va llenando de gente, gente que a penas si se conoce, pero que se sonríe y que se arremolina alrededor de mesas con vasos de plástico, sangría a litros y boles llenos de picoteo variado. La música suena, alta, ya que es una fiesta, pero lo justo para que el rumor de las charlas sean perceptibles. Bombillitas de colores, banderines, proyecciones llenas de recuerdos… y ellos, los tres hermanos, anfitriones que se esfuerzan para que todo el mundo se divierta, y que el buen rollo flote en el ambiente. Es la última noche de David en España, mañana parte hacia Méjico en busca de un futuro mejor, y todo tiene que ser pefecto, lleno de alegría, buenos momentos y otros nuevos que recordar…
Asi es «Que Vaya Bonito» una fiesta en la que todos participamos, en la que nadie es espectador. Y de la que si vas a participar, yo te aconsejaría que dejaras de leer y volvieras más adelante. Quienes se dejan caer por el Off del Teatro Lara acudirán a una auténtica fiesta llena de amigos, familiares y seres queridos, a los que se les tratará de mil amores y, ¿qué es  lo que pasa cuando sucede esto?, pues que estando en confianza, uno se siente agusto bebe un poquito más de la cuenta y afloran ciertos sentimientos que normalmente ocultamos de cara a la galería y los convertimos, sin querer, en pensamientos dichos en voz alta… Y lo malo de eso es que cuando se da un paso como este, un poco más allá de lo establecido, y se destapa el pastel, ya no hay más vuelta atrás; hay cosas que por mucho que uno intente maquillar una vez dichas, ya no logran que nada vuelva a ser igual y no queda más remedio que apechugar, dejarse de farsas y mentiras piadosas que se nos comen por dentro y echarle un par de huevos al asunto. Eso sí, ya que nos ponemos, hagámoslo con alegría, con amor e intentando mejorarnos a nosotros mismos, aunque eso suponga exponernos al ridículo de motrar una versión más fiel de nosotros mismos ante los demás… pero ¿qué mas da? ¡si estamos en familia!
Jorge-Yamam Serrano nos plantea una propuesta muy cercana a la performance en la que ha querido involucrar a actores y espectadores, metiéndonos a todos en el mismo saco, sumergiéndonos de lleno en la acción para que el calado de la propuesta sea más cercano; y es que, seguramente, si se plantease de otra manera, la cosa no tendría el mismo sabor, ni despertaría el sentir que despierta en quienes lo hemos vivido. 
Los tres actores, Jorge Cabrera, Carmen Flores y el propio Jorge-Yamam Serrano, se entregan a la difícil tarea de transmitir verdad a dos palmos del espectador, y a veces ni eso; dejando la sensación de que en cualquier momento vas a ser tú mismo el centro de atención, participando en alguna de las ocurrencias de estos tres hermanos que se ocultan tantas cosas entre ellos, cosas que les duelen, que podrían herir a los demás y que no saben como expulsar. Un cúmulo de sensaciones que se disparan y que parecen llevar a estos tres seres de cabeza al desastre. 
Pero esta función no se regodea en el sufrimiento de sus protagonistas, tan solo lo justo, y lo sazona con gotas de sensibilidad, de miedo, de fragilidad, de cariño, dejando claro que fuera de cualquier rencor, existe el perdón y la comprensión; y es ahí donde radica la belleza de «Que Vaya Bonito». Es muy interesante ver llegar a estos personajes al borde del precipio y lo que les sucede cuando están allí.
Una función que algo tendrá cuando ha sido finalista en los Premio Max como mejor espectáculo Revelación y que en FiraTàrrega fue premiado como Mejor espectáculo. Pero que yo recomiendo sobretodo por la estupenda labor de sus intérpretes, por cómo logra que empaticemos con ellos y lo reflejado que podemos llegar a vernos, además de la sensación tan agradable que deja al finalizar.
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Alicia Lobo Óscar Sanz Cabrera Irene Arcos Jorge Cabrera Lágrimas Mocos y Sangre Noé Denia Teatro Lara

Lágrimas, Mocos y Sangre

Título:
Lágrimas, Mocos y Sangre

Autor:
Óscar Sanz Cabrera

Lugar:
Hall del Teatro Lara

Elenco:
Jorge Cabrera (Paquito)
Irene Arcos (Vanessa)
Alicia Lobo (Pilar)

Escenografía:
La Partida

Atrezzo y Vestuario:
Producciones El Farol

Diseño de Luces:
La Partida

Dirección:
Noé Denia y Óscar Sanz Cabrera

Es una maravilla darse cuenta que la capacidad de sorpresa sigue intacta por mucho teatro que uno vea; aún hay tanto qué descubrir y con lo que sentir que algo se te encoge por dentro de emoción, que es maravilloso y tremendamente excitante acudir a cada cita teatral, y, en ocasiones, cuanta menos información adultere la experiencia, mejor (Aunque decir esto juegue en mi contra). Y a la vez eso me hace pensar en todas las personas que, por prejuicios tontos o por comodidad, no se atreven a salir del circuito comercial y dejan pasar la ocasión de vivir algo como esto…
El hall del Teatro Lara se ha convertido en una caja de sorpresas, y la última de ellas es este “Lágrimas, Mocos y Sangre” escrito por Óscar Sanz Cabrera que también la dirige junto a Noé Denia. Una historia que  habla de boxeo, de amor, remordimientos, amistad, nostalgia, traiciones y honor, que tiene un regusto a clásico, que posee la grandiosidad de unos personajes que transitan entre el cine americano de los 50 y el ambiente de suburbio de la España de los años 80, mezcla quizá extraña, pero que, cuando la veáis, os daréis cuenta que encaja perfectamente.
La historia habla sobre el recuerdo de un mismo hombre, Paquito, campeón de boxeo, visto por las dos mujeres más importantes de su vida. Una, Vanessa, que le acompañó en el ascenso por el camino hacia la gloria, con todo lo que esto conlleva, y no siempre agradable, y otra, Pilar, que vivió el ocaso de un mito que se fustigó por serlo. Dos caminos distantes que acaban por confluir, iluminándose uno al otro y complementándose ante un recuerdo trágico que las llena de dolor.
Una historia sólida, plasmada en cuadros concretos y contundentes, con diálogos cercanos, sencillos, y que generan ese tipo de sensibilidad que a uno le da pudor admitir, porque son pura emoción extraida de las tripas.
Magnífica puesta en escena la creada por sus directores, jugando con flash backs, donde el ahora se diluye con los recuerdos, haciendo bailar el presente y el pasado con un tempo muy bien conducido;  o donde el ritmo y la narración se apoyan en efectivos juegos visuales que funcionan a las mil maravillas con esa acertadísima iluminación y tres interpretaciones tan entregadas. Y que además demuestran una lección de cómo, a veces, los pocos medios pueden llegar a crear algo tan exquisito como este montaje.

Ni qué decir tiene que los tres actores realizan un trabajo precioso, enérgico, comprometido, que en ocasiones nos deja exhaustos, que transmiten tanta verdad y que la cercanía del hall del Lara nos regala la oportunidad de poder vivirlo de una manera tan próxima. Por poner un «pero», diría que en ocasiones alguna de las interpretaciones queda algo descompensada al esforzarse en subrayar situaciones o puntos de vista que, con el buen hacer de los tres, son innecesarias.

Jorge Cabrera nos regala un Paquito sublime, que transita en el tiempo sin esfuerzos, tremendamente terrenal, y que hace que uno comprenda y comparta sus pecados y su padecer. Una composición de las diferentes facetas de este personaje tan ágiles como deliciosas.

Irene Arcos aporta una energía electrizante, y además tiene un dominio sobre la escena tremendo; y habiéndola visto no hace mucho en otra función, me da la sensación que aún tenemos mucho por descubrir y disfrutar en ella. Creo que Irene posee los ojos más grandes y expresivos (además de bonitos) del teatro actual.

Alicia Lobo hace de la contención un arma de destrucción masiva. Fue mi descubrimiento de la función, es a la única de los tres que aún no había visto actuar, y sentí que lo que ella hace es un regalo interpretativo fascinante, lleno de honestidad y verdad, que disfruté con muchísimo gusto.

Si tenéis ocasión, sacaros cualquier prejuicio que tengáis e id a ver «Lágrimas, Mocos y Sangre» porque hay mucho dentro de esta función, tiene la cercanía de las historias que apuestan por los héroes con pies de barro, la épica narrativa de las «pequeñas-grandes» historias de barrio y la sensibilidad (que no sensiblería) de unos dialogos limpios y certeros. No se puede pedir más para que uno disfrute con plenitud de este montaje. 

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Alfonso Torregrosa Carlos Be Carlos López David González Dorian Francisco Dávila Javier Prieto Jorge Cabrera La Pensión de las Pulgas Oscar Wilde Teatro The Zombie Company

Dorian

Titulo:
Dorian

Autor:
Carlos Be
(Basada en «El Retrato de Dorian Gray» de Oscar Wilde)

Lugar:
La Pensión de las Pulgas

Elenco:
Jorge Cabrera
Francisco Dávila
David González
Carlos López
Javier Prieto
Alfonso Torregrosa

Entrenamiento Actoral:
Fran Arráez

Vestuario:                                            Maquillaje:                             Peluquería:
José Martret y Juan Pablo Pérez       Vanessa HD Makeup            Peinate Tú

Espacio Escénico:                               Música:                                   Producción:
Alberto Puraenvidia                          Algora y Dani Campos           Sara Luesma

Ayudante de Dirección:
Pablo Martínez Bravo

Dirección:
Carlos Be

El martes pasado volví a traspasar el umbral a otra dimensión, esa en la que habita The Zombie Company. Una dimensión a la que me gusta viajar de vez en cuando porque hace que se desperecen en mi interior esos instintos que normalmente uno contiene, por aquello de ser socialmente aceptado.
En La Pensión de las Pulgas “La Zombie” abre un portal espacio-temporal desde el que uno puede estar simultáneamente a comienzos del siglo XXI o finales del XIX y en Madrid, Praga, Nueva York y Bogotá a la vez. Y todo para redescubrir, con los ojos de Carlos Be, un clásico como “El Retrato de Dorian Gary” de Oscar Wilde. Una visión que respeta la esencia del original, pero del que destierra todo elemento fantástico para mostrar una sordidez que en el 1890 quedó astutamente maquillada por la mano de Wilde y que ahora, en el 2014, se muestra tal cual podría haber sido, directamente de la mano de Be.
 
Una historia que supura sordidez, deseo, sexo y muerte; que se deja contemplar impúdica, y nos provoca ciertas reticencias al mirarla, como cuando uno no sabe si dar el paso que traspasa ciertos límites no permitidos del placer.
«Dorian» es la marca de la perdición. Bajo esa apariencia de joven deseable, provocador, dispuesto a conceder un momento de morboso descontrol al pobre mortal, se esconde la turbiedad y lo enfermizo del ser humano. Los personajes que habitan esta pieza son víctimas de esa maldición de fría e inocente mirada azul que es Dorian.
Dorian sufre, es consciente de ser un virus que destruye cuanto (¿ama?) desea, pero se siente cada vez más atraído por la oscuridad y la sordidez, el sadismo de quien se sabe poseedor de poder e insoportablemente superior, y desde ahí contempla, atormentado a veces, encandilado otras, la destrucción que genera y de la que siempre sale impune. Adoptando la imagen de una especie de encarnación vampírica e inmortal.
¿Por qué nadie huye? ¿Por qué no escapan? ¿Por qué se empeñan en seguir atados a él hasta que es demasiado tarde? Porque él es reflejo de nuestros más oscuros deseos y nadie puede separarse de algo que se lleva dentro, aunque sea el mismo infierno.
 
Un texto de ingeniosos diálogos, con una complejidad y una poética al más puro estilo de sus autores (Wilde y Be). Un texto que juega y se pasea por espacios y tiempos indeterminados, y que genera un ambiente decadente y (per)turbador que empapa al espectador hasta que este se siente parte involucrada; lástima que a veces es interrumpido por un exceso de cambios entre habitaciones que afectan el fluir de la función. Es cierto que las atmósferas son las apropiadas y están brillantemente logradas, pero estas rupturas hacen que cueste volver a enganchar con la historia y es que, a veces, son tan breves que uno no llega a “reengancharse” cuando se encuentra con que hay que volver a cambiar. El juego al que se presta La Pensión de las Pulgas es un arma de doble filo con el que hay que tener cuidado para no «matar» el ritmo.

Si algo hay que aplaudir a The Zombie Company es la generosidad y disposición de sus actores para darse tanto como el montaje y su director exijan, y no es poco. Siempre son interpretaciones arriesgadas, difíciles de poner en pie sin un verdadero compromiso, y que no son trabajo que “cualquier” actor quiera, o sea capaz de, llevar a cabo.

Ahí tenemos a este maravilloso elenco en el que la mayoría dobla o incluso triplica personajes, masculinos y femeninos, y lo hacen con grandeza. Uno sale de ver la función realmente satisfecho del trabajo realizado por Jorge Cabrera, Francisco Dávila, David González, Carlos López, Javier Prieto y Alfonso Torregrosa, y los menciono así, sin diferenciar ni individualizar personajes para que la sorpresa se mantenga al ver la función. Tan solo decir que ponen toda la carne en el asador y se entregan a realizar un trabajo muy bien ejecutado y muy serio. Perfectas composiciones que hacen que la esencia de lo que escribió Oscar Wilde permanezca en ellos, son deseables en algunos cosas, detestables en otros, luminosos y extrañamente entrañables. Carlos Be los dirige con inteligencia, ofreciendo momentos y apariciones estelares, ahí están Sibyl, Victoria, Agata… Sus canciones… La ambigüedad en sus acciones… Que nos deje con la miel en los labios… Que nos haga sentir repugnancia, que en ocasiones sugiera en vez de mostrar…
La contundencia que adquirirán con el paso de las funciones puede llegar a ser sobrecogedora, estoy seguro de ello.

Esta versión es una pieza que juega con nosotros, nos excita, que se cuela en nuestros pantalones, nos roza con sus labios, que jadea en nuestros oídos, que nos atrae con un innegable morbo vicioso que, aunque nos hace sentir sucios, nos da placer experimentar, y que acaba por arrastrarnos hacía el terreno más repulsivo y enfermizo del deseo, aquel en el que acaban condenándose estos personajes. Provocando que salgamos masticando un regusto amargo que no nos es del todo ajeno.

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