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Ainhoa Santamaría Alberto Castrillo-Ferrer Alistair Beaton Feelgood Fran Perea Javier Márquez Jorge Bosch Jorge Usón Manuela Velasco Matadero Teatro

FEELGOOD

Título:
Feelgood

Lugar:
Naves del Español. Matadero

Autor:
Alistair Beaton

Traducción:
Alicia Macías

Elenco:
Javier Márquez (Alex)
Fran Perea (Edu)
Ainhona Santamaría (Marta)
Jorge Bosch (Max)
Jorge Usón (Simón Pik)
Manuela Velasco (Elisa)
Carlos Hipólito (Presidente – Vídeo)
Gloria Muñóz (Delegada – Voz)

Iluminación:                                         Espacio Sonoro y Música Original:      
The Blue Stage Family                       David Angulo                                         

Vestuario:                                            Escenografía:          
Marie-Laure Bénard                          Uxua Castelló

Dirección:
Alberto Castrillo-Ferrer

Es complicado hablar sobre «Feelgood» y no caer en la tentación de escribir un discurso que suene a «panfletillo» contra la clase política. Es tal la sensación de indignación y sobrecogimiento con la que uno sale de la Sala 2 del Matadero, que no sabe si le dan mas ganas de volver a acampar en Sol y seguir con el espíritu del 15M con mas fuerza que nunca o marcharse a casa rendido, sabiendo que por mas que nos dejemos la piel lanzándonos a la calle, seguiremos sin importarles un carajo a los de ahí arriba.
Y es que la historia que Alistair Beaton nos viene a contar es algo que todos sospechamos que puede estar ocurriendo en los despachos de la gente que nos gobierna ¡y pensar eso es aterrador! porque si ya uno mismo se crea sus propias paranoias con estas cosas, que vengan a plasmarlas en obra teatral y que te las confirmen, es como para volverse loco.
¡Ojo! Todo esto que cuento que suena tan tremendo, está pasado por el filtro de la comedia, haciendo que uno pase un rato absolutamente divertido, viendo esta sátira política que viene de la mano de Alberto Castrillo-Ferrer y un equipo de actores que hacen que la carcajada esté asegurada.
La obra viene a contarnos las horas previas al discurso del presidente del gobierno, de un país indeterminado, ante los miembros de su partido. Son momentos en los que el descontento en las calles está alcanzando unos niveles de tensión bastante peligrosos y la prensa anda husmeando en lugares que pueden afectar al equilibrio interno del gobierno; con lo que el equipo de asesores del presidente andan como locos intentando salvar una situación que se les escapa de las manos.
Un retrato despiadado y desternillante de lo que posiblemente se cueza en los despachos de los altos mandatarios que, aunque suene a descabellado, uno no puede dejar de sospechar que sea cierto. De hecho uno no se ríe en esta obra porque las situaciones que se plantean sean sorprendentes, si no porque uno ve reafirmadas sus propias sospechas y ve reflejado en muchos momentos a la clase política que existe en nuestro país. Una trama llena de mentiras, de chantajes, de manipulaciones, de estrategias que está a la orden del día y que lanza cuchilladas al politiqueo mas grotesco y, por ende, mas peligroso que vive gobernándonos.
Pienso que es una función necesaria y con una forma de contarlo muy acertada. No es necesario que siempre que se hable de ciertos temas haya que ponerse intenso, muchas veces funciona mejor el provocar una buena carcajada en el espectador y que en un momento dado se le quede atravesada en la garganta para conseguir el efecto deseado, y desde luego que la gente que ha hecho posible «Feelgood» lo ha conseguido.
Alberto Castrillo-Ferrer logra un tempo agotador durante toda la función. Situaciones que ocurren a la velocidad de la luz, que incluso en ocasiones suceden al mismo tiempo, pero que están tan bien hilvanadas que consigue centrar la atención del espectador en el lugar deseado.

Del reparto no puedo mas que decir que están impresionantes, y no lo digo por utilizar un calificativo grandilocuente, si no que es así como los sentí. Me impresionó y me sorprendió, gratamente, la aspereza de Fran Perea con un personaje tan detestable como ese Edu o Jorge Bosch, que tras verle en Babel, nos regala un personaje como este, tan amoral y despreciable que arranca carcajadas, pero que a la vez vemos tan posible dentro de la fauna política que nos rodea.
De Manuela Velasco me gusta mucho la intensidad que tiene en su mirada y en lo que transmite, aunque es cierto que en algún momento temí que se le fuera de las manos esa fiereza, pero supongo que eso es precisamente lo que hace que su duelo con Fran Perea sea tan electrizante.
A Jorge Usón le he visto en dos funciones en menos de dos meses y solo puedo decir que me declaro un fiel admirador. Tanto en el «Cabaré» que hizo en el Alfil como ahora, da buena cuenta de lo poderosa que es su presencia en escena y el dominio tan potente que tiene sobre la comedia. Admiro a los actores que hacen que todo fluya con sencillez en escena.
Tanto Ainhoa Santamaría como Javier Márquez son mis dos descubrimientos de esta función y me apetece mucho seguirles la pista. Hacen un gran trabajo transmitiendo esa tensión tan brutal, que les desborda y les aliena de una manera tan aterradora.
Aún quedan dos semanas para que podáis ir a ver esta función. Os la recomiendo porque como digo, aunque trata con rotundidad el tema de los entresijos de la política actual, lo hace a ritmo de comedia y eso, que queréis que os diga, se agradece enormemente.
Una función que hace sangre con su comedia y que pone los pelos de punta; no porque sorprenda lo que cuenta si no porque corrobora lo que todos tristemente pensamos de la gente que tenemos en el poder.
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Aitana Sánchez-Gijón Andrew Bovell Babel Jorge Bosch Marquina Pedro Casablanc Pilar Castro Tamzin Townsend Teatro

Babel

Título:
Babel

Lugar:
Teatro Marquina

Autor:
Andrew Bovell

Elenco:
Aitana Sánchez-Gijón
Pilar Castro
Pedro Casablanc
Jorge Bosch

Adaptación:
Pedro Costa

Escenografía:
Eduardo Moreno

Iluminación:
Felipe Ramos

Dirección:
Tamzin Townsend

La semana pasada hablaba de sentarse en la butaca y dejarse llevar por lo que se nos ofrece en escena, pero hay otras veces que lo que apetece también es entregarse a la dificultad de un texto que te exige estar atento a todo lo que acontece en escena, para poder hilar la historia y conseguir completar un puzzle de situaciones y personajes… Tanto una cosa como otra es estimulante para el espectador y ahí radica parte de la belleza del teatro, las mil y una maneras de contar las cosas.

En «Babel» de Andrew Bovell, se nos propone un juego complejo desde el que ir atando cabos, uniendo piezas, para poder encontrar la posible solución al problema que se nos plantea.
Como espectador me enfrentaba a este texto sin conocer nada de él, tan solo algunos comentarios que había oído sobre su complejidad, sin mas. Y la verdad, creo que ha sido mejor así, ir sin influencia alguna para dejarme calar por la historia y los personajes sin que nada interfiera, ni juicios ni prejuicios…
Los montajes de Tamzin Townsend que he ido viendo a lo largo de los años siempre me han dejado un buen sabor de boca, mas allá de que haya cosas que me convenzan mas que otras, pero el resultado final siempre ha sido positivo… Supongo que es por ello que sigue siendo un nombre constante dentro de la cartelera de nuestra capital. El caso es que el encaje de bolillos que ha hecho con esta función se supera a los anteriores trabajos.
Una escenografía en dos niveles, que se divide, se abre, o se pliega, según las necesidades de lo que cuenta la historia, que acompañada de una iluminación y unas proyecciones que transportan y crean ambientes, que juega con las sombras y nos lleva de la mano a cualquiera de los escenarios propuestos.
Es una puesta en escena muy complicada de llevar a cabo, que imagino la cantidad de ensayos y trabajo anterior al estreno que ha debido de llevar. Una propuesta así, para un actor, tiene que ser todo un reto, un caramelo que apetece disfrutar. Hay escenas muy impactantes a nivel sensorial; todo ese comienzo con los cuatro actores lanzándose el texto, usándolo a la vez, unas veces unos, otras veces los otros… Diciendo lo mismo, con propósitos similares, pero con finalidades totalmente diferentes, creo que es uno de los ejercicios mas difíciles que he visto en mucho tiempo. La concentración y sincronización que tienen los cuatro, sin dejar de lado que es algo hecho para que lo veamos y los disfrutemos los espectadores, creo que es de aplauso en pie.

Uno comienza la función confuso, viendo como todos los personajes se exponen a una misma situación desde diferentes ángulos, donde cada uno tiene  su teoría, su versión y de la que nunca llegas a estar seguro de que sea tal como te la cuentan porque precisamente falta «el otro lado de la versión»…
Todos hablan y ninguno escucha al otro, todos están mas preocupados de lo que les sucede a si mismos que de lo que el otro confiesa, por muy terrible que sea esta confesión. Todos viven encerrados en su burbuja en «su» verdad, pidiendo que los demás presten atención, pero sin dársela a los demás. Que beben de las palabras de los otros, tan solo para ahogarse en las suyas.

Aitana Sánchez-Gijón, Pilar Castro, Pedro Casablanc y Jorge Bosch tienen a su cargo un buen ramillete de personajes, llenos de desnudez, de soledad, de necesidades… y todos están resueltos de una manera brillante. Sinceramente, me pasé la función embobado, bebiendo de todos ellos, disfrutando de un buen ejercicio actoral que fluía con aparente sencillez y que, sin embargo, nos ofrecía una historia en la que se nos pide estar atentos al mínimo detalle porque todo tiene su «porqué» dentro de la función. No hay que pasar nada por alto porque seguramente sea un detalle de relevancia pasados unos minutos y eso implicación que se nos pide, es divertida de seguir.
Como digo, un espectáculo complejo, interesante, muy estimulante Donde los actores tienen grandes momentos de luz. Momentos compartidos, unas veces con unos, unas veces con otros, otras consigo mismos… monólogos, es lo mismo, los cuatro se superan a cada escena y te tienen enganchado a la historia.
No hay muchas obras que zarandeen y exijan tanto al espectador como esta lo hace y es apetecible prestarte a ello cuando está hecho como lo está este «Babel».
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