Categorías
Alicia González Bárbara Santa-Cruz Carles Francino Chejov Consuelo Trujillo David González El Huerto de Guindos Germán Torres La Casa de la Portera Nacho Fresneda Raúl Tejón Sabrina Praga

El Huerto de Guindos

Título:
El Huerto de Guindos

Autor:
Antón Chejov

Adaptación:
Raúl Tejón

Lugar:
La Casa de la Portera

Elenco:
Felipe G. Vélez (Fer)
Nacho Fresneda (López)
Alicia González (Dunia)
David González (Tomás)
Sabrina Praga (Ania)
Consuelo Trujillo (Andrea)
Bárbara Santa-Cruz (Valeria)
Germán Torres (Jaime)
Carles Francino (Pedro)

Música Original:
Mir Blib

Coreógrafa:
Luchy López

Ayundate Dirección:
Gabriel Cuenca

Dirección:
Raúl Tejón

Es maravilloso sentir como espectador la magia del teatro aparecer. A lo mejor es mucho exagerar, pero creo que la mayoría de las veces que lo he sentido ha sido asistiendo a una representación en La Casa de la Portera. No en todas, pero si es el lugar donde lo he podido palpar, sabiendo con certeza que eso era lo que me estaba pasando. Quizá lo de la cercanía, el ambiente en el que uno se sumerge o quizá que por suerte tenemos en Madrid un lugar donde suceden estas cosas.
Ayer, por fin, pudimos asistir a La Casa de la Portera para ver «El Huerto de Guindos», versión de «El Jardín de los Cerezos» de Chejov realizada por Raúl Tejón, quien a su vez también la dirige. 
Para un teatrero como yo podría ser motivo de sonrojo decir que mi acercamiento mas intenso a la obra de Chejov está teniendo lugar ahora, desde que que asisto a la casa de esta portera que me tiene enamorado, sin embargo pienso que es algo maravilloso. Sí, había visto otros montajes y había leído textos suyos, pero nunca lo había vivido con esta pasión; nunca es tarde para descubrirlo, aunque sea a golpe de casualidad, y menos si lo hacemos de la mano de gente que lo ama y lo cuida con tanto cariño como José Martret con «Iván-Off» o Raúl Tejón y este «Huerto de Guindos». ¿Hay algo mas bello que descubrir el teatro que viéndolo?
«El Huerto de Guindos» es una pieza hecha con una sutileza y una exquisitez que emociona. Uno asiste a los acontecimientos casi como un habitante mas de la casa. La cercanía a los personajes, el sentir sus respiraciones, el poder ahondar en el brillo de sus ojos, el detectar un movimiento casi imperceptible de sus manos ante las palabras de los otros, hacen que sientas como la función está palpitando vida.
Aparentemente no pasa nada, el tiempo transcurre y las historias que Raúl Tejón engarza desde el propio Chéjov son tan pequeñas, tan sutiles, que aparentemente no tienen mayor trascendencia y, sin embargo, cuando uno sale tras la función cae en la cuenta de que lo que ha pasado es tan grande como la propia vida. Te das cuenta de ello por el dolor de corazón que se te ha colado dentro, porque durante hora y media la historia de esta familia ha ido calándonos, silenciosa, oprimiéndonos el alma hasta sentir la tristeza en primera persona. No es algo desgarrador que te hace gritar de desdicha, es algo pequeño, un desconsuelo que te atenaza por dentro impidiéndote articular palabra sin que las lágrimas te desborden los ojos, un dolor propio.
Hay que felicitar a Raúl por haberse sabido rodear de semejante equipo de actores y actrices. Logran algo casi imposible, nueve actores respirando la función al mismo son sin un solo desafine. 
Si a veces hablamos de engranajes que funcionan con precisión, este es un claro ejemplo de ello. No es solo lo que sucede en la acción principal, si no lo que se percibe tras las paredes, lo que sucede en segundo plano, los susurros, esas apariciones fugaces que aportan riqueza a la historia, que dan cuerpo y que suman. La sutileza, la verdad que se percibe en las distancias cortas, se paladean con tanto gusto que uno a penas puede reprimir el impulso de tocar a los actores, regalarles una caricia, abrazarles o incluso darles un bofetón… ¡Qué belleza!
Consuelo Trujillo o como hacer que quepa la grandeza del teatro en una salita. Un privilegio ver su trabajo desde tan cerca.
La presencia de Carles Francino; es maravilloso degustar su Pedro, qué preciso todo cuanto aporta a ese «caballero despeluchado», qué voz, qué intenciones, cuánta verdad. Absolutamente fascinante.
Bárbara Santa-Cruz, un torrente de energía contenida en constante ebullición. ¡Cuánto cuenta su mirada y sus silencios!
Nacho Fresneda que hace que la frontera entre la vida real y la función se diluyan y se confundan. ¡Y nos encanta que así sea!
Alicia González y David González ese respiro, ¡aunque no sepamos a qué huele!, a tanto drama. Disfrutar con sus apariciones es quedarse corto.
Compro cuanto Sabrina Praga quiera venderme de su Ania. Me ha encantado comprobar el crecimiento de esta actriz desde Iván-Off hasta este huerto.
Ver a Germán Torres trabajando es algo que no puedo evitar disfrutar, lo que transmite su presencia cuando aparece en escena es algo que me encanta y aquí vuelve a suceder. Solo su lágrima final abrazado a Consuelo Trujillo ya vale el precio de la entrada.
Y Felipe G. Vélez… ¿Qué puede decirse de un trabajo como el suyo? Su Fer es el resumen de este drama, el retrato de qué fue todo aquello y lo que acaba por ser… La ternura y la calidez de su personaje hacen que la emoción acabe desbordánose dentro de nosotros.
Ya lo dije anoche en un tweet post-función, ¡ellos son magia!
«El Huerto de Guindos» ha vuelto a provocar en mi aquello que viví la primera vez que visité La Casa de la Portera, un sentimiento que te agarra las tripas por dentro y que no creo que me suelte por mucho tiempo.
Si alguien quiere saber qué es hacer buen teatro sin ningún tipo de artificio, que vaya a ver este «Huerto de Guindos» porque lo tendrá en una gran dósis. ¡Bravo!
Categorías
Alberto Puraenvidia Chejov Iván-Off José Martret La Casa de la Portera Teatro

Iván-Off

Título:
Iván-Off

Lugar:
La Casa de la Portera

Autor:
Antón Chejov

Elenco:
Raúl Tejón (Iván)
David González (Miguel)
Sabrina Praga (Ana)
Roberto Corrocher (Constan)
Javier Delgado «Tocho» (Mateo)
Maribel Luis (Silvia Leyva)
Rocio Calvo (Doña Bárbara)
Germén Torres (Carlos Leyva)
Cristina Alarcón (Sara Leyva)

Escenografía y Decoración:
Alberto Puraenvidia

Versión y Dirección:
José Martret

Siempre he sentido una admiración profunda por mi ciudad, por Madrid. Tiene ese poder de sorprenderme constantemente. Es una ciudad viva, que crece y que se reinventa. Cuando parece que va a caer en la mas plúmbea de las rutinas, va y se saca de la manga algo que la hace de nuevo atractiva. Eso mismo es lo que le pasa a su ambiente teatral. Cuando todo parece que está inventado y que incluso parece caer en el tedio mas absoluto ¡Zas! Aparece alguien que despierta a la ciudad de su sopor.
Así sucedió hace poco menos de un año con «La Casa de la Portera», un espacio creado por José Martret y Alberto Puraenvidia, que se sacaron de la manga esta nueva sala (aunque llamarla así es menospreciarla), donde poder poner en pie todas esas propuestas que no encontraban lugar en otros lugares de la ciudad.
Ubicada en la Calle Abades, 24 del madrileño barrio de Lavapiés, esta antigua portería se ha convertido en cuestión de unos meses en el epicentro de la cultura teatral de la capital. Todos quieren ver los espectáculos que se representan allí, todos quieren llevar sus propuestas… para que una veintena de personas por vez puedan verlas. Y es que tiene una energía que te cala por dentro. Está creado todo con un familiaridad que te desarma, te sientes bien, cómodo, cargado de positividad y con ganas de curiosear lo que tienen para ofrecerte.
En este caso la función que me llevó hasta allí fue con la que inauguraron, Iván-Off. Una adaptación del  «Ivanov» de Chejov, hecha por el propio José Martret, que también la dirige.
Una función estructurada en cuatro actos que se desarrolla en diferentes habitaciones de la casa. Nos cuenta la historia de Iván,  un hombre que no se soporta a si mismo y que su propio hastío le lleva a sentir desprecio por cuanto le rodea, por su esposa enferma y por todo aquel que comparte espacio con él. Un tipo que intenta encontrar una salida escapando por las noches, pero que es acosado por sus propios principios y por el médico de su esposa, un hombre que le taladra la conciencia, haciéndole ver las carencias que sufre y que provocan el mal a cuantos le rodean.
La historia nos presenta un microcosmos de personajes enredados entre si que se deben, se detestan, se atraen, se manipulan y se asquean. Un pequeño infierno creado por ellos mismos que paladean con gusto, que disfrutan y que a la vez sufren y del que son incapaces de apartarse.
Una historia realmente compleja de la que en momentos nos sentimos inmersos incluso los que asistimos como espectadores y es que la cercanía con los actores hace que invadamos su espacio vital, provocando que, por necesidad, en ciertos momentos nosotros seamos parte activa de la historia.
Solo puedo decir que me sentí absolutamente fascinado por cuanto vi. Las sensaciones que te recorren por dentro son tantas y tan variadas que, al comienzo sientes cierto pudor, estás tan cerca que temes que tus reacciones cambien en algo el transcurso de la historia, hasta que te das cuenta que eso es lo que se busca, que haya un intercambio de sensaciones, de sentimientos, de respiraciones, de miradas con los personajes para que la historia fluya. En cierto modo, nosotros somos la mano que da cuerda al engranaje de cuando acontece. Somos testigos mudos, pero ciertamente presentes y como tales adquirimos la responsabilidad de exteriorizar, aunque solo sea con la actitud con la que nos sentamos, todo lo que nos provoca la historia y sus habitantes.
Adoro ver trabajar a los actores tan de cerca. Debo tener muy agudizado el instinto de «voyeur» porque siento verdadero placer de poder tenerlos tan cerca y observar todo lo que hacen sin ningún tipo de vergüenza. Ver el mínimo temblor en sus manos, descubrir un brillo de una lágrima, sentir sus respiración, disfrutar del atractivo de una sonrisa o que me dirijan una mirada de absoluto desdén sin que realmente me miren a mi. En definitiva, percibir los sentimientos de esos personajes según brotan del actor. Me gusta gozar con la tensión que te hace estar alerta todo el tiempo porque no sabes si en cualquier momento al que van a dirigir la palabra es a ti, aunque sepas que no tienes líneas de diálogo dentro de la función y que la participación real del público no tiene cabida en este espectáculo. Es algo muy especial que es complicado de describir, pero que recomiendo que todo el mundo viva.
Los actores están inmensos, hacen de sus personajes seres palpables que, de tan pasados de vueltas que están a veces, se hacen aún mas normales. Mi admiración por todos y cada uno de ellos, hacen un trabajo que, individualmente, se puede admirar como si fueran pequeñas joyas y que en el conjunto se hacen enormes, se alimentan entre ellos, de nosotros, con nosotros, y a medida que avanza la función se hacen mas grandes y mas admirables hasta llegar a esa catarsis con casi todo el reparto y espectadores dentro de la misma sala. Confieso que me dieron ganas, no de ponerme en pie para aplaudirles, si no de levantarme y abrazarles uno a uno para demostrarles cuanto había disfrutado con todos ellos de esta función. 
Podría ponerme a hablar del trabajo de cada uno de ellos, dar nombres y extenderme hasta el infinito describiendo y analizando todo lo que me provocaron, cosa de la que me está costando horrores reprimirme, pero creo que es mas interesante que la gente acuda a verlos y juzgue por si mismos, sin que nadie les condicione, ni para bien ni para mal.
Uno sale impactado, satisfecho y quizá un poco apabullado con la experiencia, pero es que eso mismo es un auténtico placer. Al igual que es un placer haber podido descubrir por ti mismo otro secreto a voces guardado en esta ciudad y poder gritarlo ahora desde aquí para que nadie se lo pierda. Sé que La Casa de la Portera tiene mas experiencias guardadas para mi en sus habitaciones y pienso volver a explorarlas, pero ya se sabe que la primera vez nunca se olvida y que esta haya sido con «Iván-Off» la convierte en todo un enamoramiento. Gracias.
Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar