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El Castigo Sin Venganza

Título:
El Castigo Sin Venganza

Autor:
Lope de Vega

Lugar:
Teatro La Latina

Elenco:
Rodrigo Arribas (Federico)
Alejandra Mayo (Casandra)
Jesús Fuente (Duque)
Elena González (Lucrecia)
Alejandro Saá (Batín)
Julio Hidalgo (Marqués Gonzaga)
Alicia Garau (Aurora)
Daniel Acebes (Floro)
Andrés Bernal (Ricardo)

Vestuario:
Susana Moreno

Escenografía:
Almudena López Villalba

Iluminación:
Chahine Yavroyan

Música:
Santiago Ibarretxe

Dirección:
Ernesto Arias

Me gusta la gente que arriesga, que se tira a la piscina y que creen en sus propuestas. Como es el caso de La Fundación Siglo de Oro (RAKATá). Que con la que está cayendo ponen sobre las tablas nada más y nada menos que dos montajes de Lope de Vega a la vez, titulándolo Ciclo del Siglo de Oro. Y como las antiguas compañías de repertorio llevando El Perro del Hortelano y El Castigo Sin Vengaza, por los escenario, casi en doble sesión, para disfrute del personal.
Ya es la segunda vez que plantan su propuesta en la capital, antes de marcharse a hacer gira internacional, incluyendo el famoso Globe que les dio fama cuando fueron seleccionados para mostrar su versión de Enrique VIII y que ahora contarán con otra azaña más que sumar a su curriculum relacionada con el mismo espacio, la de ser los primeros en interpretar sobre ese escenario una función que no sea de Shakespeare. ¡Ahí es nada!
Pero bueno, actualmente, lo que están haciendo es ese ciclo del que hablaba en el Teatro de La Latina, otro Mihura con el que lidiar en pleno mes de Junio. Un reto que superan con olgura con esta propuesta que juega con la sencillez de su puesta en escena y con unas interpretaciones que van creciendo junto a la función.
Confieso que vi una de sus funciones de El Perro del Hortelano que resultó un tanto complicada en los Teatro del Canal que me desilusionó bastante, aunque ahora me han chivado que la cosa ha mejorado sustancialmente, y venía temeroso de ver qué era a lo que me iba a enfrentar cuando viera El Castigo Sin Vengaza. Pues bien, lo disfruté y mucho.
Cuanta con un verso bastante asequible para todo tipo de públicos, con pasajes ciertamente bellos, de esos que dan ganas de memorizar; una trama poco común para lo que solemos ver de Lope de Vega y con una puesta en escena muy plástica, que entre escenografía e iluminación llega a tener un aire pictórico que le regala una épica y un dramatismo muy potentes. Hay momentos en los que uno parece estar cotemplando un cuadro que cobra vida, como esa fantástica presentación del Duque, y con mención aparte de ese maravilloso e impactante desenlace. No sé cómo harán para mantener toda esta plasticidad cuando se la lleven al Globe, ya que allí se representará a plena luz del día y con el mínimo de escenografía… ¡Ya nos contarán!
Quizá en momentos la función sufre algunos altibajos, aunque acaba por estabilizarse en cuanto somos conscientes de que aquí se masca la tragedia. Creo que nunca había visto un Lope tan sorprendentemente cruel como el que se nos presenta en El Castigo Sin Venganza y os confieso que me encantó.
Ernesto Arias dirige con gusto a unos actores que, como viene siendo habitual en la compañía, juegan con el texto, dan el ritmo apropiado al verso y nos lo sirven en bandeja, trabajándolo con un gusto exquisito. Es cierto que no todas las interpretaciones van en la misma sintonía y algún actor debería bajar el aspaviento y el ademán porque, más allá de provocar una pretendida comicidad y aligerar la intensidad de algunos pasajes, resulta incómodo y algo molesto para la trama. Pero esto no resta para disfrutar de otros miembros del reparto como son Alejandra Mayo a la que le sienta igual de bien ser sirvienta que señora o Rodrigo Arribas que cuenta con los versos más bellos de la función y que son tan disfrutables de la forma en la que nos los hace llegar. Los dos juegan con una estupenda complicidad y una medida vis cómica, para llevarnos confiados a ese inesperado desenlace. No quiero dejarme sin mención a Alejandro Saá quien nos guía con mano experta hacia el interior de la función, aunque parezca que el autor lo deje algo olvidado hacia el final, o Alicia Garau de la que me encantó su evolución a lo largo de la trama.
El Castigo Sin Venganza es un montaje que he disfrutado con ganas; sencillo, pero efectivo, y que además creo que es de esas funciones que ayudan a acercar el Siglo de Oro a la gente que se enfrenta por primera vez al teatro en verso, que se olvida un poco del típico enredo cómico-amoroso que estamos acostumbrados a ver y que yo, personalmente, agradezco infinitamente.
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Alejandra Mayo Alejandro Saá Canal Elena González Enrique VIII Ernesto Arias Fernado Gil Jesús Fuente Jesús Teyssiere José Padilla Rodrigo Arribas Shakespeare Teatro Teatro Clásico

Enrique VIII

Título:
Enrique VIII

Lugar:
Teatros del Canal

Autor:
William Shakespeare

Versión:
José Padilla

Elenco:
Fernando Gil (Enrique VIII)
Elena González (Catalina de Aragón)
Jesús Fuente (Wolsey)
Alejandro Saá (Gardiner)
Daniel Moreno (Chambelán)
Rodrigo Arribas (Northfolk)
Jesús Teyssiere (Cranmer)
Bruno Ciordia (Suffolk)
Alejandra Mayo (Beatriz)
Oscar de la Fuente (Sands/Intendente)
Andrés Bernal (Sands/Intendente)
Julio Hidalgo (Buckingham/Campello)
Sara Moraleda (Ana Bolena)
Asier Tartás (Figurante 1)
Andrés Bernal/Diego Santos (Figurante 2)
Juan Manuel Artero (Organista)

Adjunto Dirección:
Rafael Díez Labín

Dirección:
Ernesto Arias


De un tiempo a esta parte tenía muy abandonado el teatro clásico, había cogido algo de miedo a ver un montaje en verso; no es que no me guste, todo lo contrario, pero es que los últimos montajes que había visto me habían dejado bastante frío y me negaba a seguir sintiendo eso cuando he disfrutado tanto del verso. Seguramente haya dejado pasar puestas en escena muy buenas, pero poco a poco estoy volviendo a hacer las paces con el género y en un mes ya he visto dos montajes que me están haciendo querer ver mas.
A través de twitter he seguido los pasos que ha ido dando este montaje de Enrique VIII que ahora se está representando en los Teatros del Canal, hasta llegar a las Olimpiadas Culturales de Londres 2012 y su puesta de largo en The Globe Theater. Me parece algo tan sumamente especial para cualquier persona que se dedique al teatro… Imaginaos, poder tener la oportunidad de representar una obra de Shakespeare en el mismo escenario donde se representó por primera vez y en las mismas condiciones en las que se representaban en aquella época. 
¡Qué cúmulo de sensaciones!
Así que, con estos antecedentes, cómo iba a dejar escapar la oportunidad de ver lo que Rakatá, a través de Fundación Siglo de Oro, nos trae. Y ya no solo por todo lo que os he contado, si no por la oportunidad de ver un texto nunca antes representado en España y que además ha sido sacado adelante gracias al «Crowfunding«, una nueva forma de financiar la producción de teatro, cine, danza a través de pequeños aportes de pymes, particulares y algunas empresas que creo, con los tiempos tan oscuros que se nos vienen y el escaso apoyo por parte de las instituciones hacia la cultura, seguramente estará mas que presente de ahora en adelante.
Ojalá que, como ha pasado con este Enrique VIII, lo que haga la adversidad sea agudizar el ingenio y que podamos disfrutar de producciones mucho mas arriesgadas y ricas, que no estén sujetas a las condiciones impuestas que muchas veces ahogan a la cultura.
La función nos sitúa en el momento en el que Enrique VIII estaba separándose de la que fue su esposa hasta ese momento, Catalina de Aragón, y su posterior matrimonio con Ana Bolena. Las injustas acusaciones y presiones a las que Catalina fue sometida y las intrigas, montajes y manipulaciones que había en la corte.

Un montaje sencillo, sin grandes decorados, con los elementos justos para sacar adelante la función. Por lo que he visto en los vídeos del Globe, creo que han intentando respetar lo máximo posible todos esos elementos tal cual estaban cuando representaron allí.
La compañia ha querido rodearse de público, dejando que unos pocos puedan permanecer sentados en gradas en los laterales del escenario, obteniendo una visión completamente diferente a la que se suele estar acostumbrado. Una perspectiva curiosa para el público, aunque en algunos momentos un tanto incómoda para seguir los movimientos de los actores en escena.

El simple hecho de que comiencen la función saludando al público para después vestirse encima al personaje, a mi, que soy espectador al que le gustan los pequeños detalles, ya me predispone a querer disfrutarlo. Esa sensación de ver una compañía que viene a contarnos algo al público, me hace respirar un ambiente distinto. Se que enseguida me meteré en la historia, pero ahora lo que cuenta es que para el actor estoy ahí, sintiendo que la presencia de ambos es importante para los dos, rompiendo la frialdad del primer momento.

La obra, dirigida por Ernesto Arias, tiene un ritmo muy ágil, respetando silencios, pausas, pero impregnándolo todo de una energía muy viva.
Los actores vibran a cada verso gracias a la adaptación de José Padilla. Reaccionan y respirar al servicio de la función. A mi me tuvieron atento en todo momento a cuanto acontecía en escena, creo que me pasé mas de la mitad de la dos horas que dura la función echado hacia adelante en mi butaca, procurando que no se me escapara nada. Disfruté muchísimo sintiendo que me llegaban todas y cada una de las palabras, de las intenciones, de las miradas. Es un placer ver un trabajo tan bien hecho y que atrape de esta manera.
Los actores están de sobresaliente, hay algún caso que quizá quede algo rezagado del resto, pero no empaña el conjunto. Se nota el oficio y la pasión por mostrar un trabajo hecho con cariño y respeto.
Hay grandes momentos que no puedo dejar de mencionar, como ese final de Jesús Fuente como Wolsey, que deja sin palabras; demostrando que cualquier personaje de Shakespeare, por muy retorcido que pueda llegar a ser, está hecho de carne y hueso, llenándolo de debilidad humana. O cualquiera de las intervenciones de Elena González como Catalina de Aragón, un bombón para cualquier actriz, en el que Elena se regodea y nos regala unos momentos impagables, de poner los pelos de punta. Una actriz cargada de energía que nos la suelta a bocajarro, dejándonos aturdidos con tanto sentimiento. Te indignas, peleas y sufres con ella, está inmensa. Alejandra Mayo, una lección de como permanecer en segundo plano dentro de la trama y sin embargo demostrar su valía haciendo que el público sonría y sufra cuando ella lo hace; me entusiasmó, al igual que Rodrigo Arribas, Jesús Teyssiere, Alejandro Saá o Fernando Gil, por poner algunos ejemplos. Con esto no quiero hacer de menos a nadie de la compañía porque, repito, disfruté muchísimo de sus interpretaciones que son toda una lección de cómo debería ser el teatro clásico.

Además que como regalo extra, cuando fuimos a ver la función resultó ser el día en el que la compañía tenía encuentro con el público, donde pudimos enterarnos de muchas mas detalles del montaje, de su forma de trabajar, de anécdotas…
Esto es algo que el espectador medio desconoce y que puede ser interesante para despertar la curiosidad y hacer que el público se sienta mas involucrado con el mundo del teatro. En estos encuentros uno trata de tú a tú con todo el equipo y el intercambio de impresiones es muy interesante y enriquecedor.

La verdad que no me importaría volver a verla, saborearla de nuevo ahora que la conozco y descubrir cosas nuevas que seguramente con el primer visionado uno se pierde.
Creo que es uno de los imprescindibles de esta temporada, quien vaya a verlo va a poder disfrutar de un gran montaje que, además, sorprenderá por lo actual de todo lo que cuenta.

Un gran reencuentro con el teatro clásico que me ha vuelto a hacer disfrutar y además a lo grande.


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