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Orquesta Benidorm

Me gusta cuando las compañías se ponen el mundo por montera y deciden ofrecer lo que realmente sienten que es la esencia de sus tripas. Cuando van a por todas y se plantan frente al público para decirle: “Señoras y señores esto es lo que hay”. Así es como debería ser siempre y así es como se presenta la compañía Mea Vulva, Mea Máxima Vulva con su espectáculo «Orquesta Benidorm», haciendo un estupendo trabajo de personalidad; sacando pecho y diciendo: Orquesta Benidorm es lo que a nosotros nos sale de los mismísimos que ustedes vean en este rato, luego ustedes ya dirán si mereció la pena, si coincidimos en gustos o si merecemos ser olvidados, pero ahora son nuestros…».

“Orquesta Benidorm” es la historia de cómo Paulino Mesa, ganador del Festival de la canción de Benidorm del año 1975, condena a toda su estirpe a seguir sus pasos trabajando en una orquesta de verano de tres al cuarto; unos pasos marcados con el lodo del fracaso y sobrellevados a golpe de sonrisa con destello de desilusión. Un buen día Paulino desaparece, dejando a sus cuatro hijos, cada uno de una madre distinta, al frente de la Orquesta: Un agujero negro de cartón piedra y deudas. Cuatro juguetes rotos a los que les toca cargar con una mochila repleta de los pedazos de un sueño resquebrajado que no les pertenece y que les obligará a tomar las riendas de sus propias vidas.

Julio Vargas y Paco Mora han decidido caminar por el lado más esperpéntico para hablarnos de una historia de triste desesperanza, la de unos seres que andan perdidos en un mundo que no les quiere. Un mundo al que ellos se enfrentan mostrando una amplia sonrisa que maquilla su desencanto y su desgracia y que, sin embargo, nos parece terriblemente divertido. Tanto como cuando éramos niños y lo que nos hacía reir era ver el fracaso del payaso y su ridículo empeño por salir airoso de situaciones que le venían grandes, tanto como sus propios zapatos. Pues en «Orquesta Benidorm» sucede exactamente lo mismo.

Unos actores enormes, Marta Escurín, Isabel Arenal, Julio Vargas y Paco Mora, generosos y entregados, con un magnífico sentido de la comedia más burra, dan vida a unos personajes brillantes, entrañablemente repulsivos, que se mueven entre lo ridículo y lo grotesco, que sorprenden, que asquean, a los que se comprende en su desesperanza y que por eso mismo resultan adorables. Una función con un inicio absolutamente delicioso, brillante en sus momentos más casposos, pero que trastabilla peligrosamente en los momentos que exigen más peso dramático. El patetismo del número del ventrílocuo, las conexiones del pasado, el enfrentamiento entre hermanos y su posterior reencuentro emocional son momentos rotundos que hubieran sido redondos con una mirada externa, menos implicada en la escena y que aportara mayor visión de conjunto. La desilusión, el pasado que pesa tanto sobre el presente de sus personajes, está, pero falta perfilarlo para hacer de este espectáculo un bofetada que quizá pudiera resultar una genialidad.

«Orquesta Benidorm» es un bello planteamiento de carcajada y desilusión, con curiosas y agradecidas referencias de aroma lorquiano y “El Público”. De lenguaje cabaretero, a veces guiñolesco y otras melodramático, en el que no resulta difícil verse reflejado, y de clara moraleja: Hagamos lo que realmente nos divierta, al fin y al cabo, quizá la vida solo sea lo que nos está sucediendo en este instante.

Y bien, ¡eso mismo es lo que esta Compañía hace!

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Historias de Usera

Las historias están a pie de calle, allá donde el mundo real respira, en mercados, en parques, en bares. La vida transcurre entre apretujones de autobús, patios interiores y esperas de turno en la charcutería: «¿Quién da la vez?». Ahí reside el germen de todo. Quizá sea por eso que «Historias de Usera» llega al espectador con la proximidad de un susurro de nuestra propia realidad.

Yo también estoy vinculado de alguna manera a Usera, mis primeros recuerdos, o los de mi familia, tienen que ver con el barrio; desde un accidente de coche que tuvo mí madre en sus calles cuando estaba embarazada de mi, pasando por los aperitivos de fin de semana en La Peña Soriana, que me pidieran ser padrino de bodas en un pub de la calle Rafaela Ybarra o que mi madre y todas mis tías se casaran en la iglesia de los Capuchinos… e incluso que la única vez que me dieron frase en una serie de TV, que jamás emitieron, fue porque me eligieron en una agencia de actores que estaba cerquita del Metro de Usera. Así que ya veis que un pedacito de mí también está vinculado a este barrio.

Volviendo a «Historias de Usera», como ya todo el mundo sabe, fue creado como despedida-homenaje a los vecinos del barrio que acogieron por 5 años la Sala Kubik Fabrik. Un espectáculo que muchos nos quedamos sin poder ver porque las entradas volaron y que, precisamente por su enorme acogida, ha recalado con una segunda vida en el Matadero, dándonos así una nueva oportunidad de poder vivir la experiencia que supone viajar a través de la memoria de los vecinos de este barrio.

Un montaje que lleva las voces de varios creadores, tal como ya sucedió en el 2013 cuando se lanzó al App «Storywalker» con la que uno podía escuchar las historias, ficcionadas, del barrio mientras caminaba por sus calles. Miguel Del Arco, Alfredo Sanzol, José Padilla, Denise Despeyroux, Alberto Olmos y Alberto Sánchez-Cabezudo son los responsables de dar forma, bajo la batuta de Fernando Sánchez-Cabezudo, a estos relatos que conforman «Historias de Usera», que dentro de su individualidad hacen un retrato compacto y cercano, de la vida de sus gentes, una caricia que baila entre la nostalgia y el cariño, que muestra la lucha tras los sueños rotos y el gusto por las pequeñas cosas que ofrece la vida. Haciéndonos entender que Usera no es solo un barrio, es un estilo de vida con el cualquiera de nosotros podemos sentirnos identificados.

Y si las palabras de los dramaturgos mencionados hacen del día a día de Usera la oportunidad de vivir este suspiro de realismo mágico, el resto del equipo son la clave para que podamos sentirlo a flor de piel:  Esa bellísima escenografía de Alessio Meloni, las luces de David Picazo o la música de Sandra Vicente y Mariano García, que condensan magníficamente, en un mismo espacio, la poética y el aroma a barrio. O la hermosura que significa escuchar y tener en escena a Pilar Gómez, el gusto tan personal que deja la interpretación de Juan Antonio Lumbreras, el divertido magnetismo entre el manga y la realidad de Huichi Chiu, la generosidad en las pinceladas de Jesús Barranco y lo que hace Inma Cuevas que, con permiso de sus compañeros, no tiene adjetivos suficientes para ser calificado. Sin olvidar, por supuesto, el maravilloso trabajo y empeño de los Vecinos (Así con V mayúscula) que dan cuerpo a la función: Iván Jiménez, Juan Ramón Saco, Juan Antonio Rodríguez, Mª Teresa Parado (May), Chucho Montes y Luis Ureña. Profesionales del teatro y vecinos del barrio que se convierten en un conglomerado de miradas llenas de historia, de brillos de añoranza y de esperanza de futuro. Un trabajo hecho desde el cariño y la más pura honestidad hacia un barrio y una sala que se han dado tanto mutuamente.

¿En qué lugar uno es capaz de ver vampiros chinos, mujeres liándose a adoquinazos con el tranvía, conversaciones entre butacas de teatro que acaban en acuarios sobre los tejados de Usera; señoras a las que la vida se les pasa en un suspiro de amor de juventud, ver cómo la lluvia madrileña se convierte en las lágrimas de La Narcisa por un ¿imaginado? hijo torero, los pasados placeres furtivos, y trágicos, de un sereno o que un «puto gordo» robe el bombo a una estrella del rock y que además esté aderezado con pasos de baile de boleros que derriban cuartas paredes y tristes poemas de borracho de barrio que deposita la hermosura del amor en el cuello de una botella? Pues tan sólo uniéndose a un corrillo vecinal de un barrio que, de tan castizo, se haya globalizado como es el caso de «Historias de Usera».

¡Gracias Kubik! ¡Gracias Usera!… ¡Por la vida!

FICHA:

Título: Historias de Usera Dramaturgia: Miguel Del Arco, Alfredo Sanzol, José Padilla, Denise Despeyroux, Alberto Olmos y Alberto Sánchez-Cabezudo Elenco: Inma Cuevas/Alicia Rodríguez, José Troncoso/Juan Antonio Lumbreras, Pilar Gómez, Jesús Barranco/Luis Moreno, Huichi Chiu, Iván Jiménez, Juan Ramón Saco, Juan Antonio Rodríguez, Mª Teresa Parado (May), Chucho Montes y Luis Ureña Escenografía: Alessio Meloni Iluminación: David Picazo Vestuario: Paola de Diego Música Original: Sandra Vicente y Mariano García Lugar: Naves del Español – Matadero (Sala Fernando Arrabal)

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En Un Entreacto Radio – Insolventes y Gozazo

En Un Entreacto Radio regresa una nueva quincena para acercaros el teatro a vuestros oídos. En esta ocasión os queremos presentar una función que opta por encontrar el lado positivo de nuestro día a día, “GoZazo” con Tino Antelo y Victoria Zazo. Además asistiremos al nacimiento de una compañía que da sus primeros pasos desde la zona Sur con “Insolventes”, Producciones El Perro, contando con la visita de Rubén Frías, Javier Zarapico y el director del espectáculo Pablo Martínez Bravo.

¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!

GETAFERADIO · GetafeRadio – Insolventes y Gozazo visitan nuestro Entreacto
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Masked

No sé si esto que está sucediendo esta temporada ha sucedido de una manera tan profusa en anteriores ocasiones, pero en este inicio de temporada está habiendo una gran cantidad de montajes que vuelven a los escenarios después de un tiempo sin ser representados. Afortunados regresos, como es el caso de «Masked» que después de haberse representado en las tristemente desaparecidas La Guindalera y El Sol de York, ahora recae en los Teatros Luchana.

Siempre es una alegría saber de estos regresos, volver a tener la posibilidad de revisitarlos y poder llegar a un público que, por la circunstancia que fuera, no había podido verlos en su momento.

«Masked» es una función escrita por el israelí Ilan Hatsor hace 26 años, que trata el conflicto Palestino-Israelí desde el punto de vista del individuo, llevándolo al terreno familiar. El autor nos sitúa en un pueblo de la franja donde tres hermanos se reencuentran: Dauod, el hermano mayor, que trabaja en territorio Israelí. Naim, el mediano de los tres, que pertenece a la resistencia y vive oculto en las montañas, y Khalid, el más pequeño que también pertenece a la resistencia, que trabaja en una pequeña carnicería y es el sustento de la familia. Naim baja de las montañas para aclarar la situación y las sospechas que recaen sobre su hermano mayor, a quien acusan de ser un colaborar israelí. El tiempo apremia, en breve vendrán a buscar a Dauod para interrogarle y su hermano quiere saber la verdad antes de que eso ocurra. A partir de ese momento los tres hermanos deberán enfrentarse a la verdad de su relación, al dolor de una realidad que hará que deban elegir entre la lealtad y los lazos familiares o las convicciones e ideales de un conflicto del que son meras víctimas.

Este montaje está dirigido por la certera mirada de Íria Márquez, una voz que se mueve discreta por el panorama teatral, pero que nos deja perlas del calibre de este «Masked», que ha perdurado firme en la memoria de quienes ya lo vimos en sus anteriores reposiciones y que resurge tan rotunda. Hacen falta más voces como la suya.

Pedro Santos, Antonio Lafuente, que se alterna con Mon Ceballos, y Carlos Jiménez Alfaro son los encargados de dar vida al miedo, la rabia y el dolor de estos tres hermanos. Se agradece poder disfrutar de trabajos tan comprometidos como los suyos. El juego a tres bandas que se marcan es soberbio, preciso y absolutamente bien rematado. Carlos Jiménez Alfaro interpreta al pequeño de los tres hermanos, Khalid. Un trabajo lleno de generosidad, si bien su personaje es el que menos peso dramático tiene en el desarrollo de la función, siempre está presente y su punto de vista y su evolución son indispensables, es complicado convencer con un personaje así y él lo logra. Antonio Lafuente es el encargado de dar vida al hermano mediano, Naim, y nos regala un viaje potentísimo a través de su conflicto interior, personalmente creo que es de las composiciones más bellas que he visto a este actor. Y Pedro Santos que, con su hermano mayor, Dauod, nos da una lección llena de verdad, ¡un ejercicio aplastante!, no se puede trabajar mejor los mil giros a los que está expuesto su personaje en este texto y sacarles tanto provecho.

Una función dura, que no hace concesiones a la hora de mostrarnos un conflicto que se hace todavía más terrible al personalizarlo y vivirlo de puertas a dentro, dejándonos ver cómo los radicalismos y el virus de la duda desintegra hogares; de cómo se instala en los núcleos familiares, dinamitándolos desde dentro. «Masked» nos abre una rendija por la que poder mirar una realidad que a nosotros, tristemente, no nos supone más que otro titular en un telediario a mediodía. Una propuesta sobresaliente que nadie debería dejar pasar, tanto por su texto, como por su dirección y sus interpretaciones que son auténticos puñetazos en la boca del estómago. Hay que verla, aunque duela.

FICHA:

Título: Masked Autor: Ilan Hatsor Dirección: Íria Márquez Elenco: Pedro Santos, Antonio Lafuente/Mon Ceballos, Carlos Jiménez Alfaro Iluminación: Sergio Balsera Escenografía y Vestuario: Íria Márquez Producción: Arpillera Teatro Lugar: Teatros Luchana

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En Un Entreacto Radio – Alberto Conejero y Luis Luque

En Un Entreacto arranca temporada y lo hacemos contando con el enorme privilegio de ser apadrinados por Alberto Conejero y Luis Luque que vienen a charlar, entre otras cosas, de “La Piedra Oscura” y “El Pequeño Poni” respectivamente.

¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!

GETAFERADIO · GetafeRadio – Alberto Conejero y Luis Luque En Un Entreacto
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Perra Vida

Si todo sigue como está, creo que esta temporada El Pavón Teatro Kamikaze se va a quedar con muchos de nuestros momentos teatrales. No hace ni dos semanas que andábamos conociendo su primer espectáculo y ya nos hemos vuelto a acercar a conocer lo que se cuece en el espacio que han habilitado en su ambigú. Este teatro es como una especie de Matrioska donde cada rincón es presumiblemente un nuevo lugar donde poder representar una historia y ellos están dispuestos a aprovecharse de esto.

Y como ya nos anunciaron, El Pavón no sólo va a dar cabida al repertorio Kamikaze, también se abre para dar visibilidad a la dramaturgia contemporánea de nuestro país. Ahí está Jordi Casanovas desde el pasado día 8 y ahora es el turno de José Padilla, que nos trae «Perra Vida»; texto perteneciente a la iniciativa Teatros Ejemplares creado para rendir homenaje en el 4º Centenario de la publicación de las Novelas Ejemplares de Cervantes, iniciativa que se ha puesto en marcha con autores argentinos y españoles, que en breve saldrá publicada. «Perra Vida» está inspirada concretamente en «El Casamiento Engañoso» y tras haberla estrenado este verano en el Festival ClasicOff de la sala Nave 73 y ser el Montaje Ganador del Almagro Off 2016, llega por muy poquitas fechas al Pavón.

La historia nos sitúa en un bar de carretera cualquiera, perdido de la mano de Dios, donde Campuzano y Peralta, dos amigos ex-legionarios, se encuentran tras haberse perdido la pista años atrás. Peralta ahora es comercial y Campuzano es un vagabundo que ha perdido el sentido de la realidad y dice hablar con los perros. En ese mismo lugar conoceremos a Lorenzo y a Estefanía, él es el dueño del bar, un chico joven, guapo, engreído, pero con el mundo por descubrir y ella, la nueva camarera, una joven bella, descarada y con un pasado confuso. Dos historias con más lazos en común de lo que en principio parecen tener.

«Perra Vida» nos habla de quien todo tuvo y todo perdió, de quien creyó en el amor y se encontró con el pozo ciego de la vida, esa misma que nos quieren vender con envoltorio de final feliz y que no es más que una sucesión de malas pasadas sin moraleja que la justifique. José Padilla juega a mezclarse con Cervantes, a juntar sus escrituras, intercambiar ideas, actualizarlas y volver a dejarlas en su sitio para llegar a la conclusión de que la historia está tan vigente ahora como cuando se creó hace cuatro siglos. Tan llena de polvo, de olores acres y ambientes viciados como entonces -Como ahora-. Todo ello muy al estilo del autor, de Padilla me refiero, con situaciones que desembocan en comedia de puñetazo en las costillas, de esas en las que caemos demasiado tarde en la cuenta de que la carcajada que acabamos de soltar nos va a salir cara. En «Perra Vida» nos presenta personajes pasados de vueltas, entrañablemente esperpénticos, que son golpeados por la situación, que les descubre sus auténticas miserias y les hace comprender que su destino no es otro que el ser barridos bajo el serrín del suelo junto al polvo y los escupitajos.

Sus cuatro actores, Diego Toucedo, Nerea Moreno, Samuel Viyuela González y Elisabet Altube, hacen un bello juego interpretativo con aromas a Siglo de Oro, una combinación sorprendente, muy bien resuelta, divertida a veces, conmovedora otras, que se agradece y se disfruta. Es cierto que es un código extraño para contemplar con la cercanía del ambigú, pero enseguida se entra en la propuesta, sin reparos.

Una función llena de decadencia oscura e inmisericorde. Que te deja en la boca el reseco de los malos sueños.

Hay que dar las gracias a las salas y teatros que apuestan por programar ejercicios de doble salto mortal como es «Perra Vida», pero queremos -y es necesario- un Padilla haciendo temporada en Madrid ya.

FICHA:

Título: Perra Vida (Versión libre de «El Casamiento Engañoso» de Miguel de Cervantes) Texto y Dirección: José Padilla Elenco: Diego Toucedo, Nerea Moreno, Samuel Viyuela González y Elisabet Altube Diseño de Luces: Pau Fullana Escenografía: Eduardo Moreno Creación Sonora y Composición Musical: Alberto Granados Vestuario: Sandra Espinosa Lugar: El Pavón Teatro Kamikaze

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Pedro y el Capitán

No son muchos los montajes que logran aguantar el tipo temporada tras temporada y menos si nos centramos en el circuito Off de la ciudad. Un circuito atragantado de multiprogramación y raquítico de público, que se busca, que intenta inventarse una vez tras otra, que remueve fórmulas y que sobrevive a bocanadas, pero que ahí sigue, ofreciendo destellos de creatividad -No siempre- y que se alimenta de sus propias ganas. En fin, no estoy descubriendo nada a nadie, todos sabemos cómo es la situación, pero aún somos unos cuantos los que le tenemos fe, para bien o para mal, y aunque lo veamos maltrecho, seguimos creyendo en él.

Uno de esos montajes que sobreviven y con una salud envidiable es «Pedro y el Capitán» de Mario Benedetti, producción de El Hangar que va a cumplir su tercera temporada en la cartelera del Off madrileño. Un montaje que ha logrado cierta visibilidad gracias al boca a boca, a un público fiel y a un buen puñado de críticas que lo han mantenido vivo, hasta el punto de dar el salto del Off de La Latina al Off del Teatro Lara, que cada vez apunta más a ser una especie de Ciudad de Oz para las compañías que viven en el lado más alternativo de la capital.

«Pedro y el Capitán» pertenece a esos textos que han alcanzado la universalidad y que por desgracia podríamos identificar con cualquier dictadura que se nos venga a la cabeza. Sus dos personajes, tan perfectamente perfilados, sufren una transformación que les hace enfrentarse a sus miedos y convicciones, que habla del sacrificio, de la libertad, de la traición y de la cobardía, y son un caramelo – A veces envenenado- para quien les da vida y un desafío actoral enorme. Sus largos parlamentos son una dura prueba interpretativa y de dirección. La crudeza del duelo al que se enfrentan con esta historia exige una entrega llena de generosidad para llegar a calar y estremecer con su mensaje.

Confieso que he tenido sentimientos encontrados con la propuesta de Blanca Vega y Tomás Sznaiderman. Creo que apuestan por un montaje sencillo, apoyado en el trabajo actoral y en la honestidad, pero por momentos se dejan tentar por el melodrama y se les va de las manos, edulcorando el estremecimiento y distanciándolo del espectador. Este texto tiene que arrugarte el corazón y eso no pasa. Sin embargo, he “disfrutado”, si es que se puede utilizar este término en este caso, con el trabajo de Antonio Aguilar y José Emilio Vera, por cómo se arriesgan, porque se entregan, por el esfuerzo de sacar adelante el texto íntegro de Benedetti, y enfrentarse a la complejidad de giros, expresiones y acentos que no son propios y darles verdad. Sí, es cierto que a veces el resultado no llega a ser del todo convincente, pero otras es realmente brillante. Es fantástico notar el entendimiento entre ellos, esas energías que fluyen en sintonía y ver cómo dan naturalidad al horror que late en sus acciones.

Aplaudo que se opte por la crudeza, que sea sucia, que los cuajarones de sangre pringuen, que salpiquen al público, que el dolor lata en nuestra retina y que, con el paso de los cuadros, lo suframos junto a Pedro, que se apodere de nosotros ese sentimiento de victoria amarga cuando su debilidad física se convierta en una especie de revelación, entre mística y redentora, y lo transforme inevitablemente en invencible ante los ojos de su verdugo. Un golpe maestro.

Me gusta que a pesar de la amargura y la aspereza  que se queda en la boca tras el oscuro final, “Pedro y el Capitán” sea un canto a la verdadera libertad.

FICHA:

Título: Pedro y El Capitán Autor: Mario Benedetti Dirección: Blanca Vega y Tomás Sznaiderman Elenco: Antonio Aguilar y José Emilio Vera Iluminación: Francisco Dávila Producción: El Hangar, Círculo Teatro Lugar: Teatro Lara

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Idiota

Comienza la temporada teatral y con ella se abren las puertas del Pavón Teatro Kamikaze, un proyecto que todos los amantes del teatro de la capital recibimos con el entusiasmo y el cariño que producen las buenas noticias de nuestro entorno más cercano, y es que así es cómo ellos: Israel Elejalde, Miguel del Arco, Aitor Tejada y Jordi Buxó,  hacen que se les sienta.

Ya en la presentación, que tuvo lugar allá por Julio, se nos anunció que el primer montaje que podríamos ver sobre las renovadas tablas del Teatro Pavón iba a ser «Idiota», texto escrito por Jordi Casanovas, que correría con la dirección de Israel Elejalde y sería protagonizado por Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert. Y bien, han pasado los meses y hemos llegado a ese momento tan esperado por todos, que las puertas del Pavón Teatro Kamikaze se abran al público. ¡Y qué alegría da! ¡Qué ambiente festivo se respira en ese punto de la Calle Embajadores! Qué sensación de estar entre amigos todo el tiempo, que maravilloso es sentir que un Gran Teatro tiene ese aroma de cercanía, que sí que el Teatro es un templo, pero es tan necesario esto que se siente a las puertas del Pavón, el que cuando uno se acerque a su umbral se contagie la alegría y el amor, amor por lo que se está a punto de celebrar, que se sienta la fiesta del teatro. No sé si por ser las previas al estreno, por la novedad, porque fue el primer llenazo de su existencia o porqué, pero ver a las cabezas visibles del proyecto arrimando el hombro en la puerta, cortando entradas, vendiendo libros o dando la bienvenida al público, ya te dice en la posición en la que se encuentran, el grado de mimo al que quieren someter esta aventura ¿Quién no se va a entregar ante tanta ilusión?

Pero bueno, a lo que vamos, que me pierdo en esta conjunción entre Kamikazes y Pavón que ya sabéis como me tira.

«Idiota» nos presenta a Carlos, un tipo cualquiera que se ofrece voluntario, a cambio de una buena remuneración, para ser sometido a un test con el que se medirá su grado de inteligencia, o de estupidez. Al llegar es atendido por una doctora alemana que le explica en qué consistirá la prueba. Todo comienza y lo que aparentemente iba a ser un sencillo test, sin más intención que dar respuesta a unas preguntas, dará paso a un cruel ejercicio que pondrá a Carlos al límite, obligándole a tomar decisiones que jamás hubiera pensado tener que tomar y a enfrentarse a situaciones que dependerán de su determinación.

Jordi Casanovas arranca «Idiota» en clave de comedia, haciendo que el espectador identifique en su protagonista al tipo de al lado, a su compañero de trabajo, a algún amigo, a su cuñado, a… cualquiera menos a sí mismo, y es que nosotros siempre nos consideramos un paso por delante de ese «mindundi». Hasta que la comedia pasa de ser un juego entretenido a tomar tintes perversos, haciendo que sin darnos cuenta, entre risas, entremos a formar parte de él; de pronto la duda empieza a invadirnos, el tiempo apremia no solo al protagonista, a nosotros también; aunque estamos en silencio sentados en nuestra butaca, hemos pasado a estar sometidos a juicio y surge la duda: «¿Realmente seré tan idiota como él?» Y ¡Zas! ese es justo el momento en el que nos hemos colado dentro de la función. Y comenzamos a vivir la historia de su protagonista desde otro ángulo, empatizando con el «mindundi» que, por supuesto, ha dejado de serlo para convertirse en víctima de un juego macabro del que deseamos que pueda salir ileso.

Así arranca esta historia que habla de los límites a los que estamos dispuestos a llegar, nuestra ambición y el precio a pagar por ello. Israel Elejalde convierte «Idiota» en un juego siniestro y enrevesado, de atmósfera opresora, – Brillantes la escenografía de Eduardo Moreno, la iluminación del Maestro Juanjo Llorens y la música de Arnau Vila– desde el que se nos lanza a toda velocidad por un entramado lleno de giros y curvas que pasa de divertida atracción de feria a reflexión descarnada.

Con «Sótano» de Benet i Jornet ya nos dejó claro Israel Elejalde su gusto por la perversidad del hombre cotidiano y aquí se aprovecha de la comedia para explorar más a fondo ese aspecto que reside en todos nosotros y que, la prueba está en los aplausos finales, compartimos con él. Una función poseedora de un afinadísimo ritmo que se desliza entre las butacas a golpe de carcajada para de repente agarrarnos del mentón y mirarnos desafiante a los ojos, haciendo nuestra la tensión de su protagonista.

Es complicado hablar de los trabajos de Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert sin descubrir demasiado, tan sólo diré que me gustó el viaje que realizan a través de lo imprevisto de las circunstancias. Un cara a cara equilibrado que si bien al comienzo se me hizo excesivamente elevado en el tono de la comedia, enseguida toma tierra y hacen de ello su punto fuerte a la hora de enganchar con el espectador.

«Idiota» se revela como un de los grandes montajes de la temporada, conjugando la maestría de Jordi Casanovas que nos brinda un texto mordaz, repleto de lecturas y reflexiones, con la dirección de Israel Elejalde que confirma lo que ya intuimos los que vimos su anterior trabajo: Aquí, aparte de a magnífico actor, huele a fabuloso, y muy estimulante, director.

¡No os quedéis con las ganas e ir al Pavón Teatro Kamikaze a comprobar cuán idiotas sois realmente!

FICHA:

Título: Idiota Autor: Jordi Casanovas Director: Israel Elejalde Elenco: Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert Escenografía: Eduardo Moreno Iluminación: Juanjo Llorens Sonido: Sandra Vicente Música Original: Arnau Vila Vestuario: Ana López Lugar: Pavón Teatro Kamikaze

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La Grieta Entre Animales Salvajes

Cuando era pequeño era un adicto a las novelas de «Elige tu propia aventura» que publicaba TimunMas, devoraba con verdadero fervor ese tipo de novela por la emoción de lanzarme al vacío del azar para, según la opción que más me llamase la atención, desatar los acontecimientos en los que deberían desenvolverse los protagonistas y si no me gustaba, poder volver hacia atrás y elegir un nuevo destino que modificara el desenlace de manera radical. Podía pasarme horas y horas jugando con los libros hasta agotar todas las posibilidad por las que hacer pasar a los personajes. 

Al salir de ver «La Grieta Entre Animales Salvajes» recordé este tipo de libros e imaginé como habría podido ser el proceso de creación de sus autores: Gracia Morales y Juan Alberto Salvatierra.Premio a la Mejor Autoría Teatral en los IV Premios Lorca Teatro Andaluz 2016– Colocar sobre la mesa mil destinos absolutamente dispares que jugaran con estos tres personajes, llevarles allá donde más les placiera, pero sin tener que descartar el resto de opciones, sin un camino prefijado. -¿Puede haber algo más suculento para un creador?- Pensar que, en función a las circunstancias que se desaten, en el preciso momento en el que están sucediendo también todo pueda estar por suceder. Provocar que con la acción o la reacción de uno de ellos, los acontecimientos puedan variar y sus destinos muten sin límite, consiguiendo encajar situaciones cotidianas con delirios desmesurados. Una licencia que lanza la imaginación hacia el infinito y que ellos han aprovechado, aunque quizá pierdan pie en los momentos más discursivos y en ese final tan abrupto que a mí personalmente me dejó con la rara sensación de haberme perdido entre las filigranas y no haber llegado al meollo de la cuestión.

Julio Fraga, su director, nos propone un espacio despreocupado, fuera de la vida rutinaria, identificable para la gran mayoría: Una casa rural. Y nos presenta a tres amigos que buscan compartir un fin de semana de relajación y amistad ¿a quién no le apetece vivir una situación como esa? Buena compañía, bebida, comida, unas buenas risas… pero algo comienza a suceder, sus destinos se comienzan a retorcer, ellos no son conscientes al vivir en el instante en el que todo sucede, pero nosotros desde nuestras butacas somos testigos de cómo el espacio-tiempo comienza a desplegarse y replegarse, convirtiendo cada momento en múltiples instantes que conducen a los personajes a vivir situaciones grotescas, violentas, marcianas, demenciales, desvelando que no todo es tan ideal como parecía. Sus vidas se convierten en una especie de agujero de gusano que los engulle y los regurgita a placer, sacudiéndoles para sacar la verdadera naturaleza de cada uno de ellos. Una locura desenfrenada, impredecible y delirante, con tramos irregulares, pero diseñada con precisión. Las luces de Fernando M. Vidal, la música y el espacio sonoro de Paloma Peñarrubia o la escenografía de Miguel Ángel Butler y Félix Martín, convierten este juego de aromas cinematográficos, de caídas libres y giros sorprendentes en el cuento sucio y siniestro que es «La Grieta Entre Animales Salvajes». Y sobre todo por esos tres actores, Piñaki Gómez, Antonio Leiva y Larisa Ramos, que realizan un trabajo impecable, haciéndonos desear saber qué, cómo y cuándo vamos a ver un pliegue nuevo en ellos. Un complejísimo juego actoral al que es inevitable acabar enganchándose. Es formidable como la repetición en vez de resultar rutinaria es a cada momento más estimulante.

«La Grieta Entre Animales Salvajes» es un original viaje teatral por el género fantástico que a base de retorcer posibilidades, destapa nuestra naturaleza más feroz y que cuanto más lo hace, más se disfruta. Pena del regusto final irregular. Habrá que recuperar la webserie de la que es originaria para saber más sobre esta Grieta.

FICHA:

Título: La Grieta Entre Animales Salvajes Autores: Gracia Morales y Juan Alberto Salvatierra Dirección: Julio Fraga Elenco: Piñaki Gómez, Antonio Leiva y Larisa Gómez Iluminación: Fernando M. Vidal Música y Espacio Sonoro: Paloma Peñarrubia Escenografía: Miguel Ángel Butler y Félix Martín Vesturario: Araceli Morales Lugar: Teatro del Barrio

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El Pequeño Poni

Normalmente nuestros padres nos quieren, nos protegen -a su manera, pero lo hacen- de todos esos agentes externos que se nos cruzan por la vida y nos golpean con agresividad. Allí están ellos para intentar hacérnoslo más sencillo – a su manera, pero lo hacen-, para impedir que las piedras del camino se nos metan en los zapatos y, si se cuelan, ahí están ellos para ayudarnos a sacárnoslas de una buena sacudida. Lo malo es que a veces la piedra nos golpea precisamente con esa sacudida, porque las cosas hechas a «nuestra manera», con toda la buena fe, no es «La Manera», pero… ¿cuál es? ¿cuál es la forma correcta de hacer las cosas?

Paco Bezerra vuelve concartel-el-pequeno-poni «El Pequeño Poni» a colarse en las heridas de lo común y corriente -Allí donde las cosas suceden en crudo- y se entretiene en rascarle las costras, abriendo heridas y dejando que sangren, sin prisa, que se derramen a la vista de todos. Y ahí está Luis Luque -tanto monta monta tanto- que con su mirada llena de lirismo y amabilidad, parece que viene a curarnos y taponar la hemorragia provocada por Bezerra; erróneo pensamiento que se diluye en el instante en el que caemos en la cuenta de que, con la suavidad de sus manos, lo que anda haciendo es crear la belleza de cauces por los que dejar que fluya y conseguir que todo se empape de ese rojo escozor.

En el caso de «El Pequeño Poni» la hemorragia galopa a paso de caballitos de colores chillones y purpurina, aparentando ser más inofensiva y, en ocasiones, risueña, una manera cualquiera de engatusarnos para lograr que metamos la cabeza en ese saco de prejuicios, acoso y sobreprotección que es la historia de Luismi, Irene y Jaime. Una historia que nos invita a la reflexión sobre el tipo de sociedad que estamos creando entre todos, donde la libertad del individuo está supeditada a la aprobación de la mayoría y expuesta al escarnio irracional de los demás. Una mirada desde el lado adulto a una situación en la que se encuentran cada vez más niños y niñas: El acoso escolar. Un disección sobre la protección mal entendida, el miedo y la peligrosa incapacidad que tienen los adultos para volver a calzarse los zapatos de un niño. Una excusa perfecta para salir de la función con nuestra propia mochila cargada de cuestiones que plantearnos a nosotros mismos.

Toda esa contundente realidad que Bezerra rasga con sus diálogos, se complementa con el lirismo que respiramos gracias a la delicadeza de la puesta en escena de Luque y su equipo. Las paredes de ese hogar-bunquer que Mónica Boromello ha imaginado para dar cuerpo a «El Pequeño Poni», se descubre como un espacio confinado que acumula el drama de esta familia y que tan sólo logra liberarse- acertadísima videocreación de Álvaro Luna–  hacia el universo que se dibuja ante nosotros cuando las consecuencias son irreversibles. Constelaciones que nos señalan directamente a nuestros propios prejuicios y culpabilidades como un grito sordo.

Y por supuesto: María Adánez y Roberto Enríquez que ponen alma y carne a la lucha de estos padres que libran tan durísima batalla contra la hostilidad del mundo exterior y sus propias brechas internas. Gran trabajo en el que vuelvo a disfrutar de la solidez actoral de Roberto Enríquez, que se marca un maravilloso viaje emocional y una María Adánez a la que he descubierto, teatralmente hablando, de manera algo tardía – Desde «Insolación»– y de la que, sin duda, destaco y aplaudo ese momento catártico en el que su personaje, Irene, se rompe confesando la verdadera naturaleza de sus sentimientos con un monólogo donde el blanco y el negro explotan en un millón de tonalidades grises que desestabiliza la balanza en la que el público estaba posicionado hasta ese momento.

Quizá el comienzo de la función peca en exceso de diálogos que pretenden vendernos la imagen de una cotidianidad idealizada, como de anuncio, forzando en exceso la artificiosidad de la relación entre Irene y Jaime, pero en el momento que el conflicto se convierte en un hecho tangible, la función despega y centra su energía en Luismi, personaje invisible a nuestros ojos que es el verdadero eje de la historia.

Dadas las estúpidas circunstancias que por desgracia nos toca vivir en esta sociedad egoísta y temerosa de lo diferente, creo que «El Pequeño Poni» es un instrumento absolutamente necesario para subir a los escenarios, pero no a cualquier escenario, si no a un escenario «comercial» como es el Teatro Bellas Artes, donde el público habitual no está acostumbrado a que le lancen este tipo de cuestiones a sus regazos acomodados. Quizá despierte conciencias y consciencias, quizá toque sensibilidades inesperadas, quizá su exposición haga que niños como Michael Morones o Grayson Bruce, víctimas del bullying a los que va dedica esta función, o cualquier Luismi anónimo que nos esté chillando desde su silencio, logren evitar semejante infierno porque esta función haya podido abrir algunos ojos.

FICHA:

Autor: El Pequeño Poni Autor: Paco Bezerra Dirección: Luis Luque Elenco: María Adánez y Roberto Enríquez Escenografía: Mónica Boromello Iluminación: Juan Gómez-Cornejo Videoescena: Álvaro Luna Música: Luis Miguel Cobo Vestuario: Almudena Rodríguez

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