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Dos machos verdes fritos

A priori el título puede despertar algo de recelo, Dos machos verdes fritos, pero ya se sabe que no debemos juzgar el libro por la portada y menos si la ocasión que se nos presenta es la de contar con David Verdaguer en un escenario de la capital -¡y en plan cómico!- algo que de momento se da en muy raras ocasiones, así que ya es motivo suficiente para pasar por taquilla. Aquí estamos acostumbrados a verle en cine, cuando está claro que su hábitat natural es el teatro.

Dos machos verdes fritos es un ser bicéfalo, con la voz y la energía de Vedaguer y la presencia y música de Óscar Machancoses. Un viaje autoparódico por el mundo masculino, de una irreverencia inocentona que se lame las heridas a golpe de canción, que tan pronto te canta un bolero como se rasca los huevos y que te hace ver lo iguales que somos cuando lo que nos tocan es el corazón.

Verdaguer y Machancoses son divertidos, ocurrentes, algo canallas, incluso infantiloides, tienen un repertorio de canciones chispeante, maravillosamente interpretadas -¡Otro descubrimiento, el Verdaguer cantante!- que salpimentan un monólogo que huye del concepto ‘polite’, haciendo que el tiempo vuele y te quedes con ganas de continuarlo fuera del teatro, en el bar de al lado, regándolo con unas buenas cervezas o un copazo y terminarlo llegando a casa casi a gatas, pensando “Joder, ¡qué noche!”.

Hace falta más humor sin censuras que nos haga llevarnos las manos a la cabeza mientras soltamos carcajadas escandalizadas, que escupa burradas y a la vez nos despierte ternura.

¡Ojalá podamos contar con estos Dos machos verdes fritos más tiempo por aquí!

(Texto perteneciente a Teatro Madrid)

Ficha del espectáculo:

Reparto: David Verdaguer y Oscar Machancoses Producción: La Bacanal Espacio: Teatro Cofidís Alcázar.

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Teatro

Cuando caiga la nieve

Las miradas, desde ahí nos atrapan los personajes de Cuando caiga la nieve de Javier Vicedo Alós bajo la dirección de Julio Provencio. Sus palabras, sus historias, la poética de lo cotidiano se escapa a través de sus miradas, a veces tristes, a veces crispadas, anhelantes, desde las que se percibe el eco de la esperanza batallando con la resignación.

Cuatro personajes giran en torno a una urna funeraria. Las cenizas de un padre transforma la vida de familiares y extraños, ¡quién diría que los muertos pueden ejercer una influencia tan fuerte sobre los vivos! Cuatro historias independientes que acaban por confluir de la manera más inesperada, como suceden las cosas en la vida. Impecables José Luis Alcobendas, Fernando Delgado-Hierro, Fabián Augusto Gómez Bohórquez y Chupi Llorente. La tragicomedia por la que transitan sus personajes es tan suave, hasta en los momentos más violentos, y está tratada con una delicadeza tan reconciliadora, que acaba por transformarse en poesía. Cuando caiga la nieve raspa y duele, sí, pero a la vez es una mano cálida que nos sostiene, un soplido que calma el escozor de la herida.

Cuatro vidas que se habitan en círculos, que orbitan por el destino, migrando por instinto, y que, sin pretenderlo, se aproximan, se rozan y, en ocasiones, chocan. Un big-bang emocional que explota sordo, amortiguando la virulencia de la vida con el color blanco, no se sabe si de nieve o de cenizas, que transforma lo anterior y nos proyecta hacia nuevas trayectorias sobre las que seguir orbitando.

¡Un nuevo acierto de La Belloch!

(Texto perteneciente a Teatro Madrid)

Ficha del espectáculo:

Dirección: Julio Provencio Reparto: José Luis Alcobendas, Fernando Delgado-Hierro, Fabián Augusto  Gómez Bohórquez y Chupi Llorente Dramaturgia: Javier Vicedo Alós Producción: La Belloch teatro Espacio: Sala Cuarta Pared.

 

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La ternura

Imposible no elogiar el trabajo que Alfredo Sanzol ha realizado con La ternura, texto por el que ha resultado este año ganador del Premio Valle-Inclán, tejiendo este traje ‘Shakesperiano’ a una historia que bebe y homenajea al Bardo con constantes referencias a los títulos de sus obras, las cuales realizan cameos a lo largo y ancho de la función. Un texto ágil y tremendamente divertido, que va in crescendo hasta acabar en un delirio de fuegos artificiales que arranca carcajadas y aplausos. La ternura guarda en su interior un mensaje absolutamente actual, que invita a la tolerancia y a dejarse llevar por los sentimientos, por extraños que estos nos parezcan, y que cuanto más ‘desetiquetados’ nos resulten ¡mucho mejor!.

La Ternura es al teatro lo que una tarta de limón a la gastronomía; tiene esa textura merengosa que en boca se descubre cremosa, más sólida, y gratamente ácida, que hace salivar de gusto, arrancándote casi un suspiro de placer, que provoca que la devores con glotonería y que, al acabar, deseas que quede una porción más para poder repetir.

¿Y ese elenco? Tan disfrutón, revoltoso, pasándose de vueltas tan acertadamente y a la vez tan… ¡tierno! ¡Claro que sí! Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras y Eva Trancón. Un sexteto que funciona con precisión, que entiende y saca lustre a las propuestas de dirección, aumentando exponencialmente las posibilidades de este montaje.

La Ternura se me descubrió chispeante, luminosa, juguetona, bienintencionada y emocionante ¡Un chute de positivismo que disfruté bien a gusto!

(Texto perteneciente a Teatro Madrid)

Ficha del espectáculo:

Dirección: Alfredo Sanzol Reparto: Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras y Eva Trancón Autor: Alfredo Sanzol Escenografía: Alejandro Andújar Iluminación: Pedro Yagüe Vestuario: Alejandro Andújar Música: Fernando Velázquez.

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Julieta & Ofelia, suicidas de toda la vida

Me ha encantado el arrojo para decir “¡Estamos hasta el coño!” de estas dos muertitas que son Julieta y Ofelia. Dos mujeres a las que se las suicidan cada dos por tres, cuando lo que a ellas les pasa es que no se pueden aguantar las ganas de vivir lo que no las dejaron -¡las historias siempre se pintan con el tufo machirulo dominándolo todo!- Ni son tan bobas, ni tan mojigatas, ¡ah! Ni tan rechonchas… y, desde el limbo al que están condenadas por suicidas y teatreras, lo chillan en plan alegato feminista.

Un texto de Julio Rojas, nacido de un taller supervisado por María Velasco y Alberto Conejero, cañero, lleno de referencias shakesperianas y actuales, ocurrente, cínico, de esquinazos lacerantes y con un punto mamarracho que a mí me pone.

La puesta en escena dirigida por Aarón Lobato resulta desnhibida, oscura, despechada, polisexual y de ritmo incesante, manteniéndonos enganchados a esta mezcla de disciplinas que fluyen a lo largo de la función. En este limbo el cuerpo, la palabra y la danza se trenzan para contarnos las historias truncadas de estas dos mujeres, interpretada por los propios Julio Rojas y Aarón Lobato.

Vi toques de los Malditos, de Chevi Muraday, del travestismo isabelino que hacía que los papeles femeninos fueran interpretados también por hombres, salpicado de gotitas Pandurianas, por algo la función está dedicada al desaparecido director esloveno, que así mezclado, hicieron que me lo gozase bien gustoso.

¡Yo hubiera echado un ratito más con estas Julieta y Ofelia en la morgue!

(Texto perteneciente a Teatro Madrid)

Ficha del espectáculo:

Dirección: Aarón Lobato Reparto: Aarón Lobato y Julio Rojas Autor: Julio Rojas Dirección artística: Pablo Martínez Bravo Voces: Ana Wagener Escenografía: Aarón Lobato Iluminación: Diego Dominguez Sonido: Los Bárbaros Artes Escénicas Vestuario: Felype de Lima Coreografía: Chevi Muraday Fotografía: Carlos Rubio Recio y Alberto Campa Bernar Producción: Los Bárbaros Artes Escénicas.

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Caperucita Roja. El Musical

¡Qué bien se lo pasa uno con este chute de teatro dominical!

Caperucita Roja, el musical es el claro ejemplo de cómo dar la calidad y solidez que merece al teatro familiar. Una historia muy bien estructurada, que bebe, evidentemente, del clásico de los Hermanos Grimm, pero que en manos de Sara Pérez toma un aire mucho más «cañero» que, además de hacer las delicias de los más pequeños, objetivo principal del espectáculo, le mete una buena dosis de referencias destinadas al público adulto, normalmente un mero acompañante en este tipo de espectáculos, con las que van a pasárselo en grande. Un punto a favor muy importante porque, sin darnos cuenta, todos acabaremos inmersos en su trama, en su humor y disfrutando de sus estupendas interpretaciones.

La composición de Felipe Forastiere, además de ser bien pegajosa (y pegadiza), como requiere un espectáculo de este tipo -No creo que haya un solo espectador en la sala que se quede quieto en su butaca, al menos se le irá el pie marcando el ritmo- posee pinceladas que harán las delicias de los amantes del teatro musical. Es divertido jugar a descubrirlas.

Se puede decir, sin ningún tipo de reparo, que Caperucita Roja, el musical es un espectáculo ejecutado y producido al mismo nivel con el que se trabaja en el teatro musical adulto y eso es muy de agradecer, no olvidemos que el espectador más joven es el público del futuro, hay que saber darle calidad para que aprecie el teatro, desde su lugar, y demande más.

Texto publicado en Teatro Madrid.

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Deadtown: The Forman Brother’s Theatre

En estos días adentrarse en la Nave 11 de Naves Matadero es retomar el disfrute de cuando éramos niños. The Forman Brothers Theatre con Deadtown nos invitan a descubrir un mundo fantástico lleno de momentos divertidos, de toque naif y absolutamente deslumbrante.

Todo comienza como un espectáculo de variedades. Hay canciones, bailes, música en directo, circo y muchísimo sentido del humor. La gente entra de muy buena gana en la propuesta, no dejan de oírse risas, aplausos y exclamaciones de asombro ante los números realizados a dos palmos de nuestras narices, pero como ellos mismo dicen, no han recorrido miles de kilómetros para ofrecer tan solo ese espectáculo y en ese preciso instante la verdadera magia de los Forman se despliega ante nosotros. Un giro completamente inesperado nos arrastra a un Salvaje Oeste onírico, donde el cine mudo mezcla la poética con la rudeza de sus personajes y nos descubre un delicioso lenguaje escénico que, a base de proyecciones, una escenografía cambiante y la gestualidad, el clown y las ocurrencias de los actores, provocan que nos retrepemos en nuestra butaca maravillados ante la forma en la que todo acontece. Un universo fantástico que miraremos con ojos brillosos, la boca abierta y una impagable sonrisa bobalicona.

Lo que hacen The Forman Brothers Theatre con Deadtown es lograr que dejemos aparcado al adulto por un rato y recuperemos nuestro espíritu infantil para fascinarnos viendo cómo su imaginario se materializa ante nosotros.

(Texto perteneciente a Teatro Madrid)

Ficha del espectáculo:

Dirección: Petr Forman Reparto: Petr Forman, Veronika Švábová, Marek Zelinka, Jacques Laganache, Daniela Voráčková Idea original: Ivan Arsenjev y Petr Forman Escenografía: Josef Sodomka y Matěj Forman Sonido: Michal Holubec y Marek Poledna (Studio Bystrouška) Audiovisuales: Josef Lepša Vestuario: Andrea Sodomková Coreografía: Veronika Švábová y Marek Zelinka Música: Marko Ivanovič, Jarda Traband Svoboda y La Lettera di Lincoln (Ennio Morricone) Producción: Forman Brothers Theatre

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Iphigenia en Vallecas

Iphigenia en Vallecas se ha convertido en todo un fenómeno teatral y no es para menos. El trabajo de dirección de Antonio C. Guijosa y el brutal talento de María Hervás hacen de esta propuesta un torrente escénico que nos vuelve del revés y nos hace trizas por dentro.

Iphigenia tiene la mirada feroz, es impertinente, está llena de rabia, se revuelve en su agujero y está loquita por encontrar una mano que la saque de ahí, que vea más allá de la quinqui barriobajera. Nos pide que dejemos de juzgarla sin saber, que nos metamos nuestros prejuicios por donde nos quepan y la escuchemos, que nos va a llevar de paseo por su particular decenso a los infiernos. Una invitación a mirar el lado más injusto y jodido de la vida. ¿qué le ha llevado ahí? ¿qué ha pasado en su vida para terminar ahí?

María Hervás se lanza a la arena abierta en canal, pringándose y desparramando las entrañas de su personaje a la vista de todos y si tienes la suerte de que pose sus ojos en ti, y el pánico no te puede,… ¡ay! ¡Esa experiencia no viene con el precio de la entrada! Quien ya la ha visto sabe de lo que hablo.

Tras dejarnos locos con Confesiones a Alá, va y se lanza con este texto de Gary Owen que ella misma se ha encargado de adaptar. Una radiografía de la desesperanza de la clase obrera. Una llamada a despertar, a no permitir que nos sigan llevando al límite, engañándonos con el cuento de que es la vida que nos toca. Nuestra vida no está para hacer concesiones con ella.

(Texto perteneciente a Teatro Madrid)

Ficha del espectáculo:

Dirección: Antonio C. Guijosa Reparto: María Hervás Autor: Gary Owen Adaptación: María Hervás Escenografía: Mónica Teijeiro Iluminación: Daniel Checa Sonido: Mar Navarro Diseño gráfico: Daniel Jumillas Fotografía: Cock-Buning Producción: María Hervás y Serena Producciones.

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Bodas de Sangre – Una mirada y un borbotón

La Luna o la muerte, o las dos enredadas en el mismo cuerpo, en el mismo cabello de Claudia Faci, se pasean dueñas y señoras por la escena. Ella es sabedora de lo que va a acontecer y nos lo hace saber mirándonos a los ojos, enigmática, tal como es, nos guste o no. El hecho teatral va a comenzar y ella es, con su ir y venir errático, casi como un desafío que nos invita a adentrarnos en estas Bodas de Sangre. La madera cae con estruendo dispuesta a ser cincelada a golpe de historia por esa troupe de actores que se dispone a celebrar el encuentro con la palabra de Federico desde la mirada de Pablo y prestarle sus cuerpos que se dan tal como saben, tal como lo sienten.

No puede caber más dolor en el pecho que el generado con la voz y la mirada que Gloria Muñoz entrega a la Madre, ni tener más sensación del tacto de la tierra, áspera, cierta, certera, que escuchando y viendo a Estefanía de los Santos. El sentimiento de una entrega irremediable al destino de ese Novio de Julián Ortega al que dan ganas de hablarle sujetándole la cara con las dos manos y decirle «Duele horrores el honor, el alma, la familia. Entiendo que vayas, ve y sacúdetelo de encima porque así no vas a poder vivir, pero sé consciente que ya no vas a volver» y abrazarle casi eternamente para evitar lo irremediable. O el Leonardo de Francesco Carril. Lo que a la vista parece una propuesta de comportamiento caprichoso, despechado, casi infantil, es realmente la mirada vuelta hacia adentro del personaje ¿o acaso alguno de nosotros es capaz de sostener el volcán que es un sentimiento? ¿Quién da lecciones de compostura a eso que nos muerde por dentro? La Novia de Carlota Gaviño y la duda, las consecuencias y la condena de un amor, uno solo, el esperado o el deseado. Y esa Mujer de Leonardo de Guadalupe Álvarez que me come el alma con sus canciones, con sus miradas, estando cuando tiene que estar y sin querer estarlo, solo por lo que ya la une, la ata y la obliga, un hijo que será un recuerdo doloroso de lo no correspondido tatuado en una chispa de alegría. ¡Cómo duele ese personaje!

Imágenes, belleza en la composición de cuerpos, luces y espacios, del inicio de ese costumbrismo sumergido en la pincelada de lo (casi) abstracto, a la boda de esos pequeños burgueses -me permito el juego- llena de guitarreadas y bullicio que visten miradas que lo llenan todo, que dicen tanto en el silencio, ¡ay, Gloria! y repleta de vicios, de deseos que casi no se aguantan las ganas, de una carnalidad que bulle, que se arrebata y que palpita y explota irremediable para adentrarse en ese bosque mágico y condenado de sexos desatados, donde la luna señala y sentencia a los amantes que se entregan, donde la muerte arrebata para pasar al dolor de la pérdida, en un amplísimo sentido, espejo que nos devuelve nuestro silencio ante ese lamento convertido en quejido resignado -De nuevo, y clavado por siempre en el alma, Gloria- y esa Novia derruida y condenada.

Los cuadros se suceden teatrales, pictóricos, de palabras que resbalan por los labios, que se cuelan por las grietas del corazón y salen etéreas como el vaho cálido de un invierno de dolor, difuminándose en el todo y condensándose en el cielo de lo ya dicho, de lo ya visto, de lo ya respirado y de lo terrible, de lo premonitorio, del relámpago anunciador. La tormenta de después estará formada por nubes de ese calor interno de las entrañas. Corazón, mucho corazón, entrañas, muchas entrañas y sueño y pesadilla, y amor, del cándido, del resentido, del que nació, del que se teme o se esquiva con la mirada puesta en otro calor y del que se gesta.

Hay poesía de raíces y de tierra, de sangre. Un quejido temeroso de quien ya todo lo sabe, de quien ya todo se espera. Y al instante la poesía se torna canción trenzada, una canción que mece en las entrañas, que celebra la dicha, pero que supura un amor de consolación, del que busca colarse por lo negro de los ojos hacía la luz del pecho de la que no entiende porqué es negada. Ahogándose en el silencio de la pena y el deseo de ser el destino de aquella mirada. O desatándose en furia amortiguada primeramente por las maneras y explosiva de lágrimas crueles que empañan ojos de dientes apretados después. El rojo ciega el alma y lo torna todo de filos que buscan morder y descarnar, aplacar el honor a mordiscos en el calor de las entrañas de quien quiso querer y no supo cerrar las heridas que se lamía.

Pero la vida además de raíces enterradas son ramas que buscan el sol, que siguen forzosamente la guía, pero que instintivamente buscan aquello que hace que la savia sea algo más que una fuente de vida, aquello que explota en un espíritu en ebullición, el incontenible deseo que hace palpitar el sexo. Para eso hay que volar, galopar y avanzar rasgándose con escozor el tallo y dejándose para después el borbotón de la herida, cuando la respiración entrecortada, casi privada porque no nos cabe por la garganta, pueda ser saciada. Pero no tanto, ¡no tanto! Que la luna sigue mirando, que la muerte se hace fuerte con la pasión ciega de consecuencias, que es ella la que nos priva la respiración haciéndonos creer que ese suspiro ahogado precede al resto de una vida cuando ya no sigue, que ella es la leñadora que busca la madera con la que seguir calentándose de ardores y, cuando te tenga, acariciándote el cabello de mirada perdida cortará las ramas voladoras, ensoñadoras, para volver a golpear suelos con maderas inertes, dejando nuevamente solas las raíces, sentadas, tranzándose las penas en gritos susurrados de lágrimas que ya lo sabían. Ahora todo es tierra cuarteada de temores y malos augurios que se han vuelto realidad en la vida.

FICHA:

Título: Bodas de Sangre Autor: Federico García Lorca Dirección y Versión: Pablo Messiez Elenco: Carlota Gaviño, Francesco Carril, Julián Ortega, Estefanía de los Santos, Guadalupe Álvarez, Pilar Bergés, Juan Ceacero, Fernando Delgado, Claudia Faci, Pilar Gómez y Carmen León Escenografía y vestuario: Elisa Sanz Iluminación: Paloma Parra Espacio sonoro: Óscar G. Villegas Ayudante de dirección: Javier L. Patiño Diseño cartel: Javier Jaén Fotos: MarcosGPunto Espacio: Teatro María Guerrero.

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A la Luna

Ir con un niño por primera vez al teatro es algo mágico y si es con esta función de Voilà Producciones ¡pues aún mejor! A La Luna es un hermosísimo encuentro entre la crudeza de la realidad y un maravilloso mundo donde todo aún es posible… “Todo es posible” ¿Por qué no? Un mensaje lanzado desde la pureza infantil que nos invita a la reflexión ante el desencanto adulto.

A La Luna habla de lo importante que es saber hacer más sencillo el descubrimiento de la vida -Una responsabilidad que muchas veces pasamos por alto- Y de lo necesario que es, por complicado que resulte, añadirle fantasía, poesía e ilusión.

El montaje es una delicia. Qué forma de jugar la de Esther Díaz de Mera haciendo fácil lo complejo, sincronizándose con las proyecciones y logrando que todos, tanto niños como adultos, nos contagiásemos de las ganas y el empeño de viajar a la luna de Tara y sus gansos. Absolutamente brillante el uso del Space Oddity de Bowie en ese viaje por el hiperespacio de cartón, a mi fue lo que terminó de arrebatarme el corazón.

Una función que recomiendo a todo el mundo porque el nudo en la garganta que A La Luna provoca en el adulto, se convierte en ojos de fascinación en los más pequeños y eso es impagable.

(Texto perteneciente a Teatro Madrid)

Ficha del espectáculo:

Dirección: Cynthia Miranda Reparto: Esther Díaz de Mera Idea original: Daniel García Rodríguez y Cynthia Miranda Dramaturgia: Daniel García Rodríguez y Cynthia Miranda Voces: Víctor Manuel Coso y Juan Pedro Schwartz Escenografía: Elisa Cano Rodríguez y Yeray González Decorados: Hipérbole Decorados Audiovisuales: Daniel García Rodríguez Vestuario: Elisa Cano Rodríguez y Yeray González Música original: Oscar Botello Producción: Voilà Producciones

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Souvenir

Souvenir nos cuenta la historia de Solomon Shereshevski la primera persona a la que se le diagnosticó un caso de hipermnesia, afección que provoca que, quien la padezca, recuerde el más mínimo detalle de lo que acontece en su vida. Poemas en otros idiomas, conversaciones mantenidas hace tiempo, gestos vistos muchos años atrás… pero es que Solomon además tenía una enorme capacidad sinestésica, lo que sumaba extras a cuán complicado era el interior de su cabeza. Un problema que estuvo tratado durante más de 20 años por el prestigioso psiquiatra Alexander Luria y con el que Pablo Díaz Morilla ha fabulado para hacer una reflexión sobre los efectos de la memoria. Un texto que ha resultado galardonado con el Premio Autor Express de la SGAE y que además es el primero del proyecto cultural Factoría Echegaray que se estrena en Madrid, siendo el debut en la dirección teatral de Fran Perea.

La función es un viaje alucinante por el interior de la cabeza de este periodista que recordaba todo con una nitidez y un detalle absolutamente asombrosos, algo que a primera vista podría parecer fascinante -¿Quién no querría tener unas cualidades extraordinarias?- y que, sin embargo, mirado con frialdad, tiene más visos de convertirse en pesadilla que en superpoder. Solo el hecho de imaginar que jamás podremos deshacernos de cuanto recuerdo conforma nuestras vidas, que todo lo que nos ocurra o vivamos quede anclado, junto a un bombardeo incesante de nuevos estímulos que llenen de ruidos, colores y sensaciones nuestra cabeza, resulta aterrador.

Souvenir pone imágenes a ese eco incesante en la cabeza de su protagonista. Un entramado de hilos que unen y entretejen cuanto recuerdo puebla su memoria. Fantástica escenografía de Dita Segura y Juan Heras. Puertas abiertas que desembocan en nuevos recuerdos como una especie de reflejos infinitos que reverberan incesantemente en la memoria de Solomon, conduciéndole a través de la fina línea de la locura.

Es interesante que el tratamiento elegido por Fran Perea sea tan colorista y luminoso, una especie de traducción simultánea entre las percepciones del protagonista y el grueso de los espectadores para llegar a entender una mínima parte de cómo es el funcionamiento de su cabeza. El momento en el que escribe el artículo sobre el accidente que presencia, que le sume en un bucle de estímulos del que no sabe salir por si solo, es el momento clave para que todos entendamos el lugar donde se encuentra.

Vista la función, se plantean infinidad de preguntas que no desembocan en ninguna resolución amable: ¿Qué lugar ocupan las personas que entran dentro de la vida de este hombre? ¿Qué espacio, dentro de ese conglomerado imparable que es su memoria, está reservado para el sentimiento focalizado en un solo individuo? ¿Qué ve o siente al mirar a la otra persona? ¿Todos esos estímulos y recuerdos no cegarán su corazón, como una catarata al ojo, impidiéndole sentir la plenitud del amor? ¿Cómo sobrellevan algo semejante las personas que rodean a quien padece esta afección? Esas incógnitas que nos plantea Souvenir son un pantano insondable. Quizá la historia se me quede corta para cuanto podría abarcarse con este tema.

Ángel Velasco que da vida a Solomon Shereshevski, Esther Lara, que interpreta a Magda Shereshevski, junto a Steven Lance, que encarna al profesor Alexander Luria, son los tres estupendos actores que realizan el dibujo de un viaje complicado, repleto de saltos, cortes y repeticiones que los sitúan en unas vivencias por las que no se  puede juzgar a los personajes.

Souvenir plantea tantas cuestiones dentro de su luminosidad que deja un extraño regusto desasosegante, como si la amabilidad con la que está tratada la historia tan solo fuera una triste reverberación de un pequeño instante de felicidad que resume una desdicha.

Título: Souvenir Dirección: Fran Perea Texto: Pablo Díaz Morilla Elenco: Steven Lance, Ángel Velasco y Esther Lara Iluminación: Michael Collis Escenografía: Dita Segura y Juan Heras Vestuario: Tatiana de Sarabia Música original y espacio sonoro: Fran Perea Ayudante de dirección: Rocío Vidal Producción: Factoría Echegaray y Feelgood Teatro  Espacio: Teatros Luchana

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