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La Isla De Los Esclavos

Ya había tenido la ocasión, y porqué no decirlo, fortuna, de haber podido disfrutar de «La Hostería de la Posta» y «Los Desvaríos del Veraneo», montajes de la Compañía Venezia Teatro, así que con esas dos funciones como garantía, no he querido dejar pasar «La Isla de los Esclavos», espectáculo que realmente ocupa el segundo lugar, cronológicamente hablando, en la vida de la compañía.

Entre Goldoni y Goldoni, Venezia Teatro juega con un Marivaux. Una propuesta diferente, que se desmarca de sus hermanas en un ejercicio de estética y género completamente diferente y que viene a plantearnos cuestiones tales como el compromiso que conlleva la libertad o el abuso del poder, y que dicho así, parece poca cosa, pero que sin embargo da para una larga reflexión tras la función.esclavos

La historia nos cuenta como Eufrasina e Ifícrates, junto a sus dos criados Cleantis y Arlequín, sufren un naufragio y van a parar a la Isla de los Esclavos, lugar donde los amos pasan a ser los sirvientes de los que antes estuvieron a su servicio. En esa isla habita Trivelín, quien les da un corto plazo para que cada uno de ellos asuma el rol del otro, nombre incluido, y logren entender y perdonar el comportamiento pasado de su antigua vida en Atenas.

Como digo, es una propuesta que da un giro tanto en el lenguaje escénico como en el género; José Gómez, en este montaje opta por la estética preciosista del blanco sobre negro, diferenciando así los status sociales por colores y ofreciéndonos toda una gama de tonos grises a la que optar dentro de la libertad que se nos ofrece. Un suelo como tablero de ajedrez circular, ¡bellísima y fascinante creación! por la que los personajes se mueven en esta pugna por hallar los valores personales y sociales. La historia aparentemente quiere aleccionar al espectador a la vez que a sus protagonistas, haciendo que todos reacciones en ese final en el que tanto personajes como espectadores nos rebelamos y posicionamos, tomando verdadero partido en lo que acabamos de vivir. ¿Buscamos ser poderosos? ¿Estamos preparados para sentirnos libres y gestionar esa libertad como es debido?  ¿Sabemos perdonar? Son solo una pincelada de las cuestiones que se nos plantean desde esta propuesta.

Los Venezianos se arriesgan y salen airosos de un texto que cambia de género por momentos, que supone un reto interpretativo, que tan pronto te hace reír como reflexionar sobre si estamos riéndonos de lo debido o incluso en contra de nuestra forma de pensar, que es complejo en su ejecución y que a primera vista incluso podría no atraer por, como digo mas arriba, ese tufillo aleccionador que desprende, pero del que sabiamente se desprenden con un solo manotazo.

Un juego escénico brillante, enérgico y bien interpretado. Los cinco componentes del elenco están a la altura y son altamente disfrutables, y esto que digo que suena ciertamente prosaico, es algo que a mi juicio es sumamente importante para llevar a buen puerto una función. Tanto Ana Mayo, Borja Luna y Antonio Lafuente, miembros estables de la compañía, como Iris Díaz y Javier Lago son una más que apetecible materia prima con la que José Gómez logra aportar una particular luz este montaje. Ana arrasa con su personalidad, Borja aporta la vitalidad y energía, Antonio el peso escénico, Iris el sentimiento y Javier la sobriedad. Y si a eso se le suma la cuidada escenografía y vestuario de Sara Roma, pues nos encontramos ante un montaje de esos que hay que explorar.

Me aventuro a decir que Venezia Teatro es una compañía que ya tiene un estilo propio muy recomendable; que a través de sus tres montajes han ido desarrollando un gusto exquisito por el teatro que ponen sobre las tablas, y no solo hablo en lo que a estética se refiere, que son impecables, lo digo porque además se les nota oficio, mamado de todos esos trabajos externos que desempeñan y que inteligentemente plasman en estos otros más personales en los que se embarcan; y algo muy importante, las ganas,  esas que hacen de un montaje, por humilde que sea, algo grande, vibrante y de calidad, que falta nos hace y agradecemos; y esto que digo se ve en la luz que cada uno de ellos desprende tanto como compañía como individualmente, en la generosidad que poseen en cada una de sus propuestas, en cómo saben transmitirlo desde el escenario y en la entrega con la que se exponen.

Un teatro bello, comprometido y con contenido.

Título: La Isla de los Esclavos Autor: Pierre de Marivaux Lugar: Nave 73 Elenco: Iris Díaz, Antonio Lafuente, Javier Lago, Borja Luna y Ana Mayo. Esecenografía y Vestuario: Sara Roma Iluminación: Marta Cofrade Dirección: José Gómez

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Ana Mayo Antonio Lafuente Borja Luna Iris Díaz Javier Lago José Gómez Friha La Isla de los Esclavos Nave 73 Pierre de Marivaux Venezia Teatro

La Isla de los Esclavos

Título:

La Isla De Los Esclavos

Autor:
Pierre de Marivaux

Lugar:
Nave 73

Elenco:
Iris Díaz (Eufrosina)
Antonio Lafuente (Ifícrates)
Javier Lago (Trivelín)
Borja Luna (Arlequín)
Ana Mayo (Cleantis)

Esecenografía y Vestuario:
Sara Roma

Iluminación:
Marta Cofrade

Dirección:
José Gómez

Ya había tenido la ocasión, y porqué no decirlo, fortuna, de haber podido disfrutar de «La Hostería de la Posta» y «Los Desvaríos del Veraneo», montajes de la Compañía Venezia Teatro, así que con esas dos funciones como garantía, no he querido dejar pasar «La Isla de los Esclavos», espectáculo que realmente ocupa el segundo lugar, cronológicamente hablando, en la vida de la compañía.
Entre Goldoni y Goldoni, Venezia Teatro juega con un Marivaux. Una propuesta diferente, que se desmarca de sus hermanas en un ejercicio de estética y género completamente diferente y que viene a plantearnos cuestiones tales como el compromiso que conlleva la libertad o el abuso del poder, y que dicho así, parece poca cosa, pero que sin embargo da para una larga reflexión tras la función.

La historia nos cuenta como Eufrasina e Ifícrates, junto a sus dos criados Cleantis y Arlequín, sufren un naufragio y van a parar a la Isla de los Esclavos, lugar donde los amos pasan a ser los sirvientes de los que antes estuvieron a su servicio. En esa isla habita Trivelín, quien les da un corto plazo para que cada uno de ellos asuma el rol del otro, nombre incluido, y logren entender y perdonar el comportamiento pasado de su antigua vida en Atenas.

Como digo, es una propuesta que da un giro tanto en el lenguaje escénico como en el género; José Gómez, en este montaje opta por la estética preciosista del blanco sobre negro, diferenciando así los status sociales por colores y ofreciéndonos toda una gama de tonos grises a la que optar dentro de la libertad que se nos ofrece. Un suelo como tablero de ajedrez circular, ¡bellísima y fascinante creación! por la que los personajes se mueven en esta pugna por hallar los valores personales y sociales. La historia aparentemente quiere aleccionar al espectador a la vez que a sus protagonistas, haciendo que todos reacciones en ese final en el que tanto personajes como espectadores nos rebelamos y posicionamos, tomando verdadero partido en lo que acabamos de vivir. ¿Buscamos ser poderosos? ¿Estamos preparados para sentirnos libres y gestionar esa libertad como es debido?  ¿Sabemos perdonar? Son solo una pincelada de las cuestiones que se nos plantean desde esta propuesta.

Los Venezianos se arriesgan y salen airosos de un texto que cambia de género por momentos, que supone un reto interpretativo, que tan pronto te hace reír como reflexionar sobre si estamos riéndonos de lo debido o incluso en contra de nuestra forma de pensar, que es complejo en su ejecución y que a primera vista incluso podría no atraer por, como digo mas arriba, ese tufillo aleccionador que desprende, pero del que sabiamente se desprenden con un solo manotazo.
Un juego escénico brillante, enérgico y bien interpretado. Los cinco componentes del elenco están a la altura y son altamente disfrutables, y esto que digo que suena ciertamente prosaico, es algo que a mi juicio es sumamente importante para llevar a buen puerto una función. Tanto Ana Mayo, Borja Luna y Antonio Lafuente, miembros estables de la compañía, como Iris Díaz y Javier Lago son una más que apetecible materia prima con la que José Gómez logra aportar una particular luz este montaje. Ana arrasa con su personalidad, Borja aporta la vitalidad y energía, Antonio el peso escénico, Iris el sentimiento y Javier la sobriedad. Y si a eso se le suma la cuidada escenografía y vestuario de Sara Roma, pues nos encontramos ante un montaje de esos que hay que explorar.

Me aventuro a decir que Venezia Teatro es una compañía que ya tiene un estilo propio muy recomendable; que a través de sus tres montajes han ido desarrollando un gusto exquisito por el teatro que ponen sobre las tablas, y no solo hablo en lo que a estética se refiere, que son impecables, lo digo porque además se les nota oficio, mamado de todos esos trabajos externos que desempeñan y que inteligentemente plasman en estos otros más personales en los que se embarcan; y algo muy importante, las ganas,  esas que hacen de un montaje, por humilde que sea, algo grande, vibrante y de calidad, que falta nos hace y agradecemos; y esto que digo se ve en la luz que cada uno de ellos desprende tanto como compañía como individualmente, en la generosidad que poseen en cada una de sus propuestas, en cómo saben transmitirlo desde el escenario y en la entrega con la que se exponen.
Un teatro bello, comprometido y con contenido.

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Elegy

La memoria es caprichosa no tiene una forma lineal de recordar las cosas, va, viene, vuelve a retroceder, enlaza lo que aparentemente no tiene relación y provoca que nuevos recuerdos broten en los momentos más inesperados, y así sucede con Elegy. Una historia contada en fragmentos, como los de los corazones rotos desde los que emanan estos recuerdos. Corazones rotos por el amor, por la soledad, por el rechazo, por la pérdida… pero también contada desde las sonrisas, la inocencia, las miradas cómplices, las caricias y los besos, que también habitan en esos mismos fragmentos.elegy_web2

Una historia que nace de la rebeldía de una mano izquierda que lucha por tener su propia identidad y que crece hasta convertirse en la inmensidad de toda una población.

Elegy es la historia de multitud de voces que habitan en la clandestinidad, de cuerpos amontonados, del eco de los abrazos, de la incomprensión, de la diferencia, del castigo por amar, pero a la vez de la lucha por no olvidar, de una huida hacia adelante por preservar un recuerdo y la voz con la que poderlo contar.

Un texto escrito por Douglas Rintoul basado en las entrevistas que tuvo el fotoperiodista Bradley Secker con refugiados iraquíes homosexuales que se ven obligados a huir a Siria por la persecución a la que son sometidos en su propio país. Un golpe al recuerdo en forma de monólogo, dirigido por Carlos Alonso Callero  e interpretado por Andrés Requejo, que destapa el dolor de quien tiene que exiliarse por las creencias y la incomprensión de un pueblo.

Este montaje es un canto al amor, que comienza con esa primera vez que un niño descubre que la palabra «amistad» se queda pequeña para la inmensidad que siente dentro del pecho hacia su amigo y que no puede definir con palabras, pero que, sin embargo, puede demostrar con tan solo un roce o una mirada cómplice… Ese amor viaja, imperturbable, en el tiempo, pero el destino querrá colocarles en el sitio menos adecuado para expresarlo abiertamente y les llevará a sufrir una persecución que vendrá dada de la mano con la tragedia y el exilio.

Todo esto contado así puede sonar excesivamente tremendo, y desde luego que el tema da para ello, pero que sin embargo, tanto Carlos Alonso Callero como Andrés Requejo, ayudados por todo ese equipo que les acompaña en este viaje, han preferido romper con la oscuridad en su lenguaje y afrontar el drama desde la luz, provocando la sonrisa cómplice del espectador, fórmula perfecta para calar hondo en cada uno de nosotros y descubrirnos que, además del exilio y de la pérdida, de lo que realmente se habla es de la esencia de la vida, de ese sentir que no se apaga y que es mucho más fuerte que cualquier persecución o vejación o tortura que se pueda infligir a un cuerpo, la que los amantes sienten; esa que permanece más allá de la vida y la muerte y que queda absolutamente patente en estos personajes sin nombre que habitan en el interior de Elegy, de estos seres poseedores únicamente de una inicial como identidad porque deben permanecer ocultos por seguridad, o porque realmente no son solo un individuo, si no la voz de una inmensidad a la que se le pretende obligar a sentir como los prejuicios imponen.

El maravilloso y delicado trabajo que ejecuta Andrés Requejo es digno de alabanza, aún le queda camino para alcanzar la redondez, son pocas las funciones, pero ya hay tanta belleza en lo que ofrece, transmite tanto sentir, tanta verdad y honestidad en dosis tan cuidadas que, cuando posa sus ojos en nosotros, entendemos todo la carga de esta historia; es más, desde el mismo momento que, dándonos la espalda, comienza a contar a través de esa mano izquierda, que dice tantas cosas y que parece tener vida más allá de su dueño, ya nos tiene entregados.

Como dije en otra publicación sobre esta misma función, Andrés dibuja el texto en cuerpo y palabra,  tan importante es lo que nos cuenta a viva voz, como lo que nos muestra a través de sus movimientos, ¡qué belleza!, viajando junto a él a todos esos lugares desde los que nos desgrana la historia. Una silla es su único elemento, y creedme, no es necesario más, porque nosotros veremos todo lo que Requejo nos quiera mostrar e iremos allá donde nos quiera llevar.

Los saltos en el tiempo, de la inocencia de la niñez, en ese río donde comienza todo, a esa sala de interrogatorios llena de palabras tergiversadas, o desde ese otro río que es sinónimo y antónimo, dependiendo de su orilla, pues le entrega libertad, soledad, esperanza y desarraigo a partes iguales, a esa plaza donde el dolor y la muerte convierten en eternidad el amor de esos amigos, contienen un grito de libertad y de vida tan sobrecogedor que incluso ahora, mientras os lo estoy contando, el sentimiento atenaza la garganta recordándolo.

En Elegy bella es la interpretación, bella la propuesta escénica, el movimiento, la música, bella es la puta tragedia que arroja y bello es el amor que dibuja. Y todo es debido a que está contada desde una realidad llena de denuncia y desgarradora brutalidad, pero rebosante de un poético sentimiento de amor por vivir la vida fieles a nosotros, luchando por nuestra identidad, como esa mano izquierda.

Título: Elegy Autor: Douglas Rintoul Lugar: Nave 73 Elenco: Andrés Requejo Espacio Sonoro y Música Original: David Good Movimiento Escénico: Fredeswinda Gijón Iluminación: Marta Cofrade Escenografía: Matías Cabia Dirección: Carlos Alonso Callero

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Andrés Requejo Bradley Secker Carlos Alonso Callero Douglas Rintoul Elegy Nave 73

Elegy

Título:
Elegy

Autor:
Douglas Rintoul

Lugar:
Nave 73

Elenco:
Andrés Requejo

Espacio Sonoro y Música Original:
David Good

Movimiento Escénico:
Fredeswinda Gijón

Iluminación:
Marta Cofrade

Escenografía:
Matías Cabia

Dirección:
Carlos Alonso Callero

La memoria es caprichosa no tiene una forma lineal de recordar las cosas, va, viene, vuelve a retroceder, enlaza lo que aparentemente no tiene relación y provoca que nuevos recuerdos broten en los momentos más inesperados, y así sucede con Elegy. Una historia contada en fragmentos, como los de los corazones rotos desde los que emanan estos recuerdos. Corazones rotos por el amor, por la soledad, por el rechazo, por la pérdida… pero también contada desde las sonrisas, la inocencia, las miradas cómplices, las caricias y los besos, que también habitan en esos mismos fragmentos.
Una historia que nace de la rebeldía de una mano izquierda que lucha por tener su propia identidad y que crece hasta convertirse en la inmensidad de toda una población.
Elegy es la historia de multitud de voces que habitan en la clandestinidad, de cuerpos amontonados, del eco de los abrazos, de la incomprensión, de la diferencia, del castigo por amar, pero a la vez de la lucha por no olvidar, de una huida hacia adelante por preservar un recuerdo y la voz con la que poderlo contar.
Un texto escrito por Douglas Rintoul basado en las entrevistas que tuvo el fotoperiodista Bradley Secker con refugiados iraquíes homosexuales que se ven obligados a huir a Siria por la persecución a la que son sometidos en su propio país. Un golpe al recuerdo en forma de monólogo, dirigido por Carlos Alonso Callero  e interpretado por Andrés Requejo, que destapa el dolor de quien tiene que exiliarse por las creencias y la incomprensión de un pueblo.
Este montaje es un canto al amor, que comienza con esa primera vez que un niño descubre que la palabra «amistad» se queda pequeña para la inmensidad que siente dentro del pecho hacia su amigo y que no puede definir con palabras, pero que, sin embargo, puede demostrar con tan solo un roce o una mirada cómplice… Ese amor viaja, imperturbable, en el tiempo, pero el destino querrá colocarles en el sitio menos adecuado para expresarlo abiertamente y les llevará a sufrir una persecución que vendrá dada de la mano con la tragedia y el exilio.
Todo esto contado así puede sonar excesivamente tremendo, y desde luego que el tema da para ello, pero que sin embargo, tanto Carlos Alonso Callero como Andrés Requejo, ayudados por todo ese equipo que les acompaña en este viaje, han preferido romper con la oscuridad en su lenguaje y afrontar el drama desde la luz, provocando la sonrisa cómplice del espectador, fórmula perfecta para calar hondo en cada uno de nosotros y descubrirnos que, además del exilio y de la pérdida, de lo que realmente se habla es de la esencia de la vida, de ese sentir que no se apaga y que es mucho más fuerte que cualquier persecución o vejación o tortura que se pueda infligir a un cuerpo, la que los amantes sienten; esa que permanece más allá de la vida y la muerte y que queda absolutamente patente en estos personajes sin nombre que habitan en el interior de Elegy, de estos seres poseedores únicamente de una inicial como identidad porque deben permanecer ocultos por seguridad, o porque realmente no son solo un individuo, si no la voz de una inmensidad a la que se le pretende obligar a sentir como los prejuicios imponen.
El maravilloso y delicado trabajo que ejecuta Andrés Requejo es digno de alabanza, aún le queda camino para alcanzar la redondez, son pocas las funciones, pero ya hay tanta belleza en lo que ofrece, transmite tanto sentir, tanta verdad y honestidad en dosis tan cuidadas que, cuando posa sus ojos en nosotros, entendemos todo la carga de esta historia; es más, desde el mismo momento que, dándonos la espalda, comienza a contar a través de esa mano izquierda, que dice tantas cosas y que parece tener vida más allá de su dueño, ya nos tiene entregados.
Como dije en otra publicación sobre esta misma función, Andrés dibuja el texto en cuerpo y palabra,  tan importante es lo que nos cuenta a viva voz, como lo que nos muestra a través de sus movimientos, ¡qué belleza!, viajando junto a él a todos esos lugares desde los que nos desgrana la historia. Una silla es su único elemento, y creedme, no es necesario más, porque nosotros veremos todo lo que Requejo nos quiera mostrar e iremos allá donde nos quiera llevar.

Los saltos en el tiempo, de la inocencia de la niñez, en ese río donde comienza todo, a esa sala de interrogatorios llena de palabras tergiversadas, o desde ese otro río que es sinónimo y antónimo, dependiendo de su orilla, pues le entrega libertad, soledad, esperanza y desarraigo a partes iguales, a esa plaza donde el dolor y la muerte convierten en eternidad el amor de esos amigos, contienen un grito de libertad y de vida tan sobrecogedor que incluso ahora, mientras os lo estoy contando, el sentimiento atenaza la garganta recordándolo. 

En Elegy bella es la interpretación, bella la propuesta escénica, el movimiento, la música, bella es la puta tragedia que arroja y bello es el amor que dibuja. Y todo es debido a que está contada desde una realidad llena de denuncia y desgarradora brutalidad, pero rebosante de un poético sentimiento de amor por vivir la vida fieles a nosotros, luchando por nuestra identidad, como esa mano izquierda.

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Así pasó el 2014…


Se nos va un año complicado, finales abruptos de funciones que no lo merecían, cierres de salas que echaban el telón a ilusiones y pasiones, a veces por ese terrible número que es el 21, otras por la mala gestión de las administraciones, por incomprensión, por odios e intereses soterrados… Vaya por delante mi cariño y admiración por todos ellos, y un soplo de aliento para que no decaigan y continúen luchando por sus sueños, que aquí estamos los demás para empujar a su favor.
Por todos esos sinsabores que ha salpicado al Teatro este 2014 me quiero quedar con el recuerdo de todo lo bueno que nos ha hecho vibrar y que nos ha emocionado. 
Ha sido mucho teatro el visto, por supuesto no todo bueno, pero estos son, mes por mes, los montajes que mejor ha dejado en nuestro recuerdo.
                                                                           ENERO
Con Enero comenzamos el año sobrecogidos con funciones como “El Huerto de Guindos”, un Chejov pasado por la genialidad de Raúl Tejón, “Breve Ejercicio Para Sobrevivir” del que aún laten en mi interior Santi Marín y Bárbara Lennie gracias a la maestría de Lautaro Perotti, o la mágica “Emilia” de Claudio Tolcachir. En este comienzo del 2014 también vibramos con “Invasión”, texto trepidante de Guillem Cluà que volvió a demostrar la frescura y ganas de La Joven Compañía. Al igual que descubrimos la sensación musical de la temporada “La Llamada” y su divertida y explosiva combinación de Electro-Latino, religión y Whitney Houston.
                                                                         FEBRERO
Al llegar a Febrero nos topamos con un doblete de The Zombie Company, la polémica “Autostop” que se ha convertido en nuestro guilty pleasurey la morbosa vuelta de tuerca que Carlos Be hizo con un Wilde dicho a la cara como es “Dorian”, y además disfrutamos de la magia y la sencillez de “Iaia, Memoria Histórica”.
                                                                            MARZO
Marzo fue un mes prolífico, vimos nacer con orgullo “Un Balcón Con Vistas”, que se ha convertido en una escala carteleras que aún sigue dando que hablar. Y volvimos a viajar a la terriblemente deliciosa “Ahora Empiezan Las Vacaciones” de Paco Bezerra y Luis Luque. Descubrimos, más vale tarde que nunca, y nos revolvimos con “La Visita” de Antonio Muñoz de Mesa o la exquisita “Cenizas” con Chevi Muraday y Alberto Velasco, nos enamoramos de Irene Arcos y Sara Martín con sus “Entreactos”, de la maestría de Jacobo Dicenta en “El Buscón”, y aprendimos a golpe de afiladísima comedia lo que es el “sincerismo” con “Los 4 de Düsseldorf” de José Padilla.
                                                                            ABRIL
El mes de Abril fue absolutamente ecléctico, lo empezamos con la melancólica “Lágrimas, Mocos y Sangre”, saltamos al delirio de “Chochos, El Musical”, la delicadeza y exquisitez del verso en “Barrocamiento” de Fernando SanSegundo, viajamos hacia los recuerdos enterrados con La Canoa Teatroy su “Tape” y lo terminamos con la grandeza de los Kamikaze, Miguel del Arco y su fabuloso “Misántropo”.
                                                                            MAYO
Mayo fue el mes de la emoción, volvimos a vivir el éxtasis de regresar a “Cerda” de Juan Mairena, vimos como Denise Despeyroux rizaba el rizo con “Carne Viva”, gozamos con la magia de Antonio Velasco y “El Último Vuelo de Saint Exupery”. En un solo fin de semana asistimos a la última función de “Cuando Fuimos Dos” , gozamos con la sublime “Las Heridas del Viento”, la joya de Juan Carlos Rubio, Kiti Manver y Dani Muriel, y para rematar la faena, Pablo Messiez y Estefanía de los Santos, nos pellizcaron el alma con “Las Plantas”. Pero no solo eso, nos sorprendió con trágico agrado “Mejor Historia Que La Nuestra”, y además, al borde de la primavera, caímos enamorados de “La Toñi, Unplugged” y nos morimos de la risa con el Thriller-Sobrenatural «Lavar, Marcar y Enterrar» de Montgomery Entertainment; además nos reencontramos con AlmaViva Teatro y su puesta en escena “La Noche Justo Antes de los Bosques” de Koltès, una maravillosa e indispensable puesta en escena de César Barló  con la piel y el alma de José Gonçalo Pais y dejamos de ver con ojos confiados La Pensión de las Pulgas por culpa de “Sótano”y los fantásticos Víctor Clavijo y Juan Codina dirigidos por Israel Elejalde.
                                                                            JUNIO
Junio comenzó con el mismo sobrecogimiento con el que despedimos Mayo gracias al fantástico trabajo de May Ríos y “The Room”, nos divertimos con “Mierda de Artista” y asistimos por primera vez a una de las “Peceras” que The Zombie Company escupen a la cara del espectador y nos deleitamos con una delicia como es esa “Trinidad” de Ana F. Valbuena que aún sigue enamorando espectadores. Y lo finalizamos saboreando la revisión de Rakatá para un clásico como “El Castigo Sin Venganza”.
                                                                           JULIO

Al comenzar Julio nos entregamos de lleno a los universos de Abel Zamora disfrutando de “Yernos Que Aman” y “Pequeños Sobre Arena Azul”,  conocimos y nos divertimos con Ron Lalá y su exitazo “En Un Lugar del Quijote”, y volvimos a dejarnos atrapar por Messiez, esta vez acompañado de Grumelot y esa delicatessen que han sido “Los Brillantes Empeños”.
                                                                          AGOSTO

Aunque en Agosto nos fuimos de vacaciones, al regresar nos esperaba una sorpresa, la de poder asistir al primer pase de un texto absolutamente delicioso como es “Cliff” de Alberto Conejero. Un puente perfecto entre el final y el comienzo de las temporadas teatrales.
                                                                      SEPTIEMBRE
En Septiembre regresamos a la carga con fuerza, “Smiley” de Guillem Cluà con Aitor Merino y Ramón Pujolfue la elegida para romper el hielo, ¡y de qué manera!, tras ella vino un deleite como pocos al que fuimos sin saber qué veríamos y nos ganó incondicionalmente, “Los Desvaríos del Veraneo” de Venezia Teatro. También en este mes vimos el musical “Excítame”, cuidadísima propuesta escénica que ya querrían muchas grandes producciones. Descubrimos la fugaz “Como Te Dire Adieu” y Miguel Rellánnos hizo un regalo como “Novecento” y terminamos asistiendo al ensayo general de «Miguel de Molina Al Desnudo» con un sublime Ángel Ruiz en estado de gracia del que nos declaramos absolutos enamorados.
                                                                        OCTUBRE
Octubre comenzó con dos montajes totalmente opuestos, primero “Liturgia De Un Asesinato” de Verónica Fernández y dos días después “Castigo Ejemplar Yeah” acertadísimo y surrealista propuesta de Íñigo Guardamino, también asistimos en “La Guindalera”, sala superviviente como pocas, a un tipo de teatro comprometido y abierto al debate como “39 Defaults” y después nos fuimos a Londres a finalizar el mes viendo “Wicked” y el esperadísimo regreso de “Miss Saigon” al West End. 
                                                                       NOVIEMBRE

En Noviembre, a nuestro regreso, nos esperaba en el CDN “Haz Clic Aquí” de José Padilla, nueva muestra del ácido y crítico teatro de este autor. Destapamos sentimientos en el regreso de “¿A Quién Te Llevarías a Una Isla Desierta” de Jota Linares y Paco Anaya. Ellos regresaban y otro, Alberto Velasco, se despedía de “Vaca” tras siete años de convivencia con esta bella y desgarradora pieza de danza-teatro, visitamos la malograda La Trastienda y vivimos el primer capítulo  de «La Casa de Huéspedes» de Luis López de Arriba, una propuesta divertida y muy ocurrente, que esperamos seguir de cerca y lo acabamos absolutamente enamorados de una pieza que perfectamente puede ser el mejor montaje de la temporada “Cuando Deje de Llover” de Andrew Bovell en el Matadero.
                                                                     DICIEMBRE
Y, por fin, llegamos al mes de Diciembre donde nos despedimos del 2014 con el buen rollo familiar de  «Que Vaya Bonito» de Jorge-Yamam Serrano y con dos monólogos que nos han cautivado, “El Testamento de María” dirigido por Agustí Villaronga y protagonizado por la siempre inmensa Blanca Portillo; y “Elegy” una inesperada pieza tan bella como dolorosa en la que descubrimos el hermosísimo trabajo que Andrés Requejo nos regala para poner fin al 2014 con sabor a buen teatro.
Ahora encaramos el comienzo del 2015 con hambre de teatro, con ilusión y con mucha curiosidad por saber qué es lo que nos vamos a encontrar. ¿No os pasa lo mismo?
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David Velardo En Un Entreacto Radio GetafeVoz Jorge Cabrera Lourdes Zamalloa Microteatro Teatro Lara

En Un Entreacto Radio – Programa 28


Hemos llegado al último En Un Entreacto Radio de este 2014 que tantas y tan gratas satisfacciones nos ha regalado.

Un programa en el que César, desde la sección de cartelera, nos habla sobre todo  el teatro que vio en Nueva York y desde donde nos hace unas cuantas recomendaciones para todos aquellos que nos quedamos estas fiestas en Madrid.
Pero no solo eso, además tuvimos unas estupendas visitas en el estudio de GetafeVOZ, por un lado tuvimos a pie de micro a Jorge Cabrera y Alicia Lobo que nos vinieron a hablar de “Paquito. Lágrimas, Mocos y Sangre”,función con la que cierran el año en el Off del Teatro Lara. Conocimos el origen de este montaje, cómo surgió, cómo lo prepararon y algún que otro detalle que nos hace apreciarlo aún más y esperar que en breve llegue un 3er Round que nos haga seguir disfrutándolos encima de las tablas.


Y finalizamos este programa con la visita de David Velardo, actor getafense que vino junto a la gran Lourdes Zamalloa para charlar sobre el teatro musical, ya que él estrena en estos días el rol de Pumba en el Musical El Rey León y ella participa con “Amigas de Alquiler” en los Micromusicales que se representan en MicroTeatro Por Dinero por 2º año consecutivo. Además, David nos presentó su primer single “Spanish Revolution” y Lourdes cerró el programa haciéndonos un regalo de lujo en directo, un regalo que nos hizo muchísima ilusión y que podréis disfrutar rescatándolo en este podcast.
Entreacteros, nos seguimos escuchando en el 2015.
¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!
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Carmen Flores Jorge Cabrera Jorge-Yamam Serrano Que Vaya Bonito Teatro Lara

Que Vaya Bonito

Título:
Que Vaya Bonito

Autor:
Jorge-Yamam Serrano

Lugar:
Teatro Lara

Elenco:
Jorge Cabrera
Carmen Flores
Jorge-Yamam Serrano

Música:
Jorge Cabrera

Producción:
TeatrodeCERCA – La Rueda – FiraTàrrega

Dirección:
Jorge-Yamam Serrano

Un local que se va llenando de gente, gente que a penas si se conoce, pero que se sonríe y que se arremolina alrededor de mesas con vasos de plástico, sangría a litros y boles llenos de picoteo variado. La música suena, alta, ya que es una fiesta, pero lo justo para que el rumor de las charlas sean perceptibles. Bombillitas de colores, banderines, proyecciones llenas de recuerdos… y ellos, los tres hermanos, anfitriones que se esfuerzan para que todo el mundo se divierta, y que el buen rollo flote en el ambiente. Es la última noche de David en España, mañana parte hacia Méjico en busca de un futuro mejor, y todo tiene que ser pefecto, lleno de alegría, buenos momentos y otros nuevos que recordar…
Asi es «Que Vaya Bonito» una fiesta en la que todos participamos, en la que nadie es espectador. Y de la que si vas a participar, yo te aconsejaría que dejaras de leer y volvieras más adelante. Quienes se dejan caer por el Off del Teatro Lara acudirán a una auténtica fiesta llena de amigos, familiares y seres queridos, a los que se les tratará de mil amores y, ¿qué es  lo que pasa cuando sucede esto?, pues que estando en confianza, uno se siente agusto bebe un poquito más de la cuenta y afloran ciertos sentimientos que normalmente ocultamos de cara a la galería y los convertimos, sin querer, en pensamientos dichos en voz alta… Y lo malo de eso es que cuando se da un paso como este, un poco más allá de lo establecido, y se destapa el pastel, ya no hay más vuelta atrás; hay cosas que por mucho que uno intente maquillar una vez dichas, ya no logran que nada vuelva a ser igual y no queda más remedio que apechugar, dejarse de farsas y mentiras piadosas que se nos comen por dentro y echarle un par de huevos al asunto. Eso sí, ya que nos ponemos, hagámoslo con alegría, con amor e intentando mejorarnos a nosotros mismos, aunque eso suponga exponernos al ridículo de motrar una versión más fiel de nosotros mismos ante los demás… pero ¿qué mas da? ¡si estamos en familia!
Jorge-Yamam Serrano nos plantea una propuesta muy cercana a la performance en la que ha querido involucrar a actores y espectadores, metiéndonos a todos en el mismo saco, sumergiéndonos de lleno en la acción para que el calado de la propuesta sea más cercano; y es que, seguramente, si se plantease de otra manera, la cosa no tendría el mismo sabor, ni despertaría el sentir que despierta en quienes lo hemos vivido. 
Los tres actores, Jorge Cabrera, Carmen Flores y el propio Jorge-Yamam Serrano, se entregan a la difícil tarea de transmitir verdad a dos palmos del espectador, y a veces ni eso; dejando la sensación de que en cualquier momento vas a ser tú mismo el centro de atención, participando en alguna de las ocurrencias de estos tres hermanos que se ocultan tantas cosas entre ellos, cosas que les duelen, que podrían herir a los demás y que no saben como expulsar. Un cúmulo de sensaciones que se disparan y que parecen llevar a estos tres seres de cabeza al desastre. 
Pero esta función no se regodea en el sufrimiento de sus protagonistas, tan solo lo justo, y lo sazona con gotas de sensibilidad, de miedo, de fragilidad, de cariño, dejando claro que fuera de cualquier rencor, existe el perdón y la comprensión; y es ahí donde radica la belleza de «Que Vaya Bonito». Es muy interesante ver llegar a estos personajes al borde del precipio y lo que les sucede cuando están allí.
Una función que algo tendrá cuando ha sido finalista en los Premio Max como mejor espectáculo Revelación y que en FiraTàrrega fue premiado como Mejor espectáculo. Pero que yo recomiendo sobretodo por la estupenda labor de sus intérpretes, por cómo logra que empaticemos con ellos y lo reflejado que podemos llegar a vernos, además de la sensación tan agradable que deja al finalizar.
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Ana Mayo Antonio Lafuente Borja Luna Cuando Deje De Llover Diego Rodríguez En Un Entreacto Radio GetafeVoz Jorge Muriel José Gómez Friha Los Desvarios del Veraneo Pepe Ocio Venezia Teatro

En Un Entreacto Radio – Programa 27

En esta nueva quincena de En Un Entreacto Radio nos hemos rodeado de toda la actualidad teatral de la capital.


Hemos comenzado hablando con Diego Rodríguez, ayudante de dirección de la Gala de los Premios del Público Broadway World, que estaba comenzado en ese mismo momento, y nos ha desvelado algunos detalles de lo que ha sido la entrega de premios.

Después, ya en nuestro estudio de GetafeVOZ, hemos tenido el gusto de poder compartir un rato de charla con los componentes de Venezia Teatro, José Gómez-Friha, Ana Mayo, Antonio Lafuente y Borja Luna. Con ellos hemos hablado sobre “Los Desvaríos del Veraneo” que tienen actualmente en gira y de la vigencia de todos los temas que tratan en la función.
Un placer poder conocer a jovenes artistas que no se acobardan ante las dificultades que plantea poder tener una compañía propia y que gracias a ello podemos disfrutar de una visión fresca y renovada del teatro.

Y para finalizar el programa, hemos contado con la presencia de Jorge Muriel, adaptador de “Cuando Deje de Llover”, que nos ha visitado junto a Pepe Ocio, ambos miembros del elenco que conforma esta maravillosa función que actualmente se puede ver en la Sala 1 de Las Naves del Español. Con ellos hemos hablado del proceso de ensayos, del montaje, de las sensaciones que despierta esta función que tanto nos toca a todos y de la familia. Una delicia de conversación que no deberíais perderos.

En fin, un programa lleno de amigos a los que ya podemos incluir dentro de nuestra familia entreactera y con los que nos ha encantado poder compartir este rato de charla que os hacemos llegar.

¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!

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Agustí Villaronga Blanca Portillo CDN Colm Tóibín El Testamento de María Teatro Valle Inclán

El Testamento de María

Título:
El Testamento de María

Autor:
Colm Tóibín

Lugar:
Teatro Valle-Inclán
Sala Francisco Nieva

Elenco:
Blanca Portillo

Escenografía:
Frederic Amat

Iluminación:
Josep María Civit

Vestuario:
Mercè Paloma

Dirección:
Agustí Villaronga

Los temas religiosos en teatro me dan cierta pereza, para qué nos vamos a engañar. Ahora, si me dices que en un mismo montaje me vas a poner en escena a Blanca Portillo y en la dirección a Agustí Villaronga, que además es su primera incursión en el teatro, pues como que me dejo de miramientos y corro a la taquilla a comprarme mis entradas, porque eso yo no me lo pierdo.
Por suerte o por desgracia, no soy demasiado religioso y cuando le da a algún autor por desvariar sobre el tema y salirse un poco de lo ortodoxo o de lo ya contado, pues no sufro revolviéndome en la butaca, la verdad. De hecho me hace gracia ver cómo algún autor se salta todo a la torera y le da por plantearse un «Y si…» y de ahí comenzar a explorar otros caminos porque él lo vale, que para eso es el autor y el que se inventa lo que quiere contar.
A «El Testamento de María» escrita por Colm Tóibín, le pasa un poco eso, se olvida de la Santísima Trinidad, de los Ángeles Anunciadores y demás parafernalia bíblica y nos planta a una María mujer, que nada sabe sobre el Dios del que habla su hijo; una señora de su casa, que no comprende qué ha visto su hijo en todos esos desarrapados que le siguen allá donde vaya y que vienen con tanta gravedad a su casa a charlar con él, ni qué le pasa a Jesús que cambia tanto cuando está con ellos, y que tampoco entiende que genere tanto revuelo allá por donde va, si sólo es su hijo… Vamos, los mismos sentimientos que tiene cualquier madre cuando su hijo anda en compañía «sospechosa», ¿no? Lo malo es que, en el caso de Jesús, la cosa llega demasiado lejos, lo atrapan y sucede todo lo que ya conocemos. 
Aquí vemos a una María que desde su retiro en Éfeso, tras sufrir la muerte de Jesús y verse obligada a huir, habla a los seguidores de su hijo sobre lo que vivió con él, lo que padeció, lo que se percibía a su alrededor cuando murió… pero ella sabe que no es eso lo que ellos quieren oír, ellos quieren que «dibuje» la realidad, que hable sobre las enseñanzas, las palabras sabias y grandilocuentes con las que Jesús se dirigía a ellos y que ella no aprobaba… Una mujer que sufre el tremendo dolor de haber sobrevivido a su amado esposo y a su hijo, y decepcionada consigo misma, por no haber sabido ejercer su poder como madre y frenar todo aquello, o al menos haber tenido el valor de haber estado con él hasta el último momento, como ellos se empeñan en contar que sucedió… 
La mujer de «El Testamento de María» es una mujer que pone en duda que toda la obra y milagros de su hijo fueran tal y como los conocemos, ¿no serían todo trucos efectistas para lograr un propósito? Y esto, lógicamente, en algunos sectores del público no gusta…  Que se olviden de la figura de la Virgen para hacer de María una mujer sencilla y sin ningún tipo de cercanía al Dios del que habla su hijo, es más, la dibujan adorando la imagen de una diosa «pagana» como es Artemisa, pues es un tanto difícil de digerir según para quien… Aunque confieso que a mi me hizo gracia entregarme a ese planteamiento del «Y si…» que comento, y desde ese punto, el de no juzgar el giro «extraño» de una  figura tan reconocida, la historia no pinta nada mal, qué queréis que os diga. ¿Qué hay que hacer un ejercicio de abstracción muy grande? Bueno, pues para eso está el teatro, para llevarte por lugares inesperados ¿Por qué no explorar un planteamiento en el que las cosas no son tal y como nos las han querido hacer creer? Pues por ahí creo yo que anda todo esto o por lo menos así me lo he tomado.
La estupenda labor de Blanca Portillo asumiendo el personaje es la que hace que uno pase por el aro y se deje llevar. La Portillo tiene armas suficientes para afrontar este reto y resolverlo con toda la soltura que ya le sabemos, quizá el ir y venir por la escena es un poco excesivo, el continuo cambio de ropajes -que por otro lado es maravilloso- la actividad imparable: Ahora recojo la mesa, ahora limpio la silla, ahora salgo, ahora entro, me pongo, me quito… resta emoción al texto, por supuesto hay momentos absolutamente maravillosos como el momento de la revelación en el pozo tan lleno de magia y que acerca tanto las imagenes de mujer y divinidad, o la evocación al marido, la tensión en la boda o el duro trago de huir tras la crucifixión… y precisamente todos ellos son momentos en los que la función frena la acción, favoreciendo la emoción que emana del texto.
El viaje emocional de María está perfectamente conseguido y lo hacemos sin rechistar, de hecho me quedo con ganas de saber más y esto es gracias tanto al texto como a la potencia y la fisicidad de La Portillo, como por la estupenda ambientación creada con la iluminación y el espacio sonoro.
La escenografía es tal como ellos la denominan, un retablo de la memoria, donde todo está milimétricamente calculado y coreografiado para que los elementos justos estén a mano en el momento apropiado, da casi la sensación que la actriz estira el brazo o se para y son los elementos los que acuden a ella.
Una versión «extraoficial» de cómo fue esta mujer de la que tanto se ha hablado y especulado, y que ahora juegan a poner en su boca el relato en primera persona de cómo sucedió todo. Así sin más. Y creo que es la mejor forma para poder entrar en una función que no creo que esté hecha para escandalizar, pienso que eso ya está más que superado, pero que propone una serie de pensamientos y sentimientos que, quizá por tener una imagen tan mitificada de María, nunca habíamos permitido identificarlos en su persona y puedan escocer.

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Andrea Hermoso Inma Gamarra Jorge Elorza La Casa de Huéspedes La Trastienda Luis López de Arriba Marcos Fernández Marian Degas Nacho Rubio Teatro en Serie

La Casa de Huéspedes – Capítulo I

Título:

La Casa de Huéspedes (Capítulo I)
-Nuestros Nombres-

Autor:
Luis López de Arriba

Lugar:
La Trastienda

Elenco:
Marcos Fernández
Inma Gamarra
Nacho Rubio
Jorge Elorza
Marian Degas
Andrea Hermoso

Escenografía y Vestuario:
Mónica Florensa

Música:
Infumables y Manuela Kant

Dirección:
Luis López de Arriba y Jorge Elorza

Cuando estaba escribiendo esta crónica que ahora estáis leyendo, recibí la tristísima noticia de que La Trastienda, sala que acoge este montaje del que os voy a hablar, cierra sus puertas el próximo día 21 de Diciembre por exigencias del Ayuntamiento… La siniestra cruzada de este gobierno contra la cultura no tiene explicación por mucho que nos lo quieran razonar… Así que antes de comenzar con ello, sólo quiero enviar todo mi cariño y admiración al equipo que puso toda su ilusión para convertir La Trastienda en una nueva opción para dar voz y visibilidad a ese teatro que, a veces por diferente y otras por transgresor, no encuentra cabida en un circuito más comercial. 
A partir del 22 de Diciembre Madrid será un poquito más gris… 
Con permiso del equipo de Teatro En Serie, ¡Gracias a Fran Calvo y Alberto Berzal por ser tan valientes! ¡No permitáis que os corten las alas!
En un principio esta crónica comenzaba así, y así creo que debe continuar:
Uno pasea por Madrid y no es consciente de cuántos rincones teatrales nos esperan entre sus calles, de hecho, en muchos casos seguro que hemos pasado al lado de ellos y ni hemos reparado en que están ahí. Pues uno de esos lugares se encuentra en la Calle Sierpe, pegado a la Calle Toledo y a tres pasos del Teatro La Latina. Es divertido acercarse a descubrir nuevos espacios, ya sabéis que desde aquí hago especial hincapié en que todos lo prueben y se animen a descubrir esos lugares que normalmente pasan desapercibidos, bien, pues uno de esos lugares es La Trastienda, el lugar idóneo para esta propuesta de Teatro En Serie, «La Casa de Huéspedes»
Teatro en Serie da un giro al teatro convencional, primero jugando con diferentes espacios, cosa que está bastante de moda en el Off Madrileño, haciendo que sea el público el que de el salto y rompa la cuarta pared, colándose en las habitaciones en las que tienen lugar las historias, lo curioso de «La Casa de Huéspedes» es que, en un momento de la función, el público se divide en dos grupos y cada cual presencia diferentes situaciones de la misma trama -Si van en pareja o en grupos, divídanse y después compartan lo vivido porque para cada grupo la experiencia será única- y segundo, intentando ofrecer al público la opción de ver algo que posea ese toque efímero del teatro, pero ofreciéndole la oportunidad de poder regresar sobre los personajes en nuevas situaciones. Una propuesta desenfadada y refrescante que sin duda tiene su mejor hábitat en esta sala.
Las cabezas pensantes de este proyecto son Luis López de Arriba y Jorge Elorza, dirigiendo a cuatro manos esta historia escrita por el primero de ellos. La Casa de Huéspedes nos sitúa en una pensión (¡Ay! si me oyera su propietario…) en la que en cuestión de un par de días, y una noche, somos testigos de la transformación de la vida de sus huéspedes e incluso del mismo propietario. Unas vidas que esconden anhelos, deseos, misterios, dramas, que pasándolos de vueltas, y en ocasiones «asainetándolos», nos dan la clave con la que juegan y ponen en pie este montaje; historia que a primer vista puede parecer ligera, pero que dentro de la comicidad en la que nada, existe un estupendo poso tragicómico que apetece. 
Han sabido encontrar el tono apropiado para mezclar las situaciones más rocambolescas con momentos sorprendentemente dramáticos, pasando de unos a otros con soltura y fluidez, y destilando una ternura que recuerda mucho a «Tres Sombreros de Copa» de Mihura.
Estoy más que agradado con lo acertado de su reparto, tanto por su caracterización como por sus interpretaciones. Marcos Fernández, como el misterioso Hospedero, Inma Gamarra dando vida a esa hermana inadaptada, Nacho Rubio, maravilloso como el viajero en busca de su identidad, Jorge Elorza y Marian Degas dando vida a ese matrimonio aparentemente ideal y Andrea Hermoso, siendo el nexo de unión entre la historia y el público. Todos ellos hacen complicado imaginarse otros rostros y otras formas de dar vida a estos seres en los que, lo queramos o no, encontramos más de una similitud con nuestro entorno cercano. 
Consiguen atrapar y entretener, y me quito el sombrero ante semejante trabajo de sincronización por parte de toda la compañía, midiendo tiempos, logrando tal dinamismo y conseguir que el ritmo no se derrumbe ante tal cúmulo de actividad. No tiene que ser nada sencillo alcanzar la ilusión de esa aparente normalidad en las transiciones de esta propuesta ¡Lo que tiene que ser ver la parte de atrás de esta función! 
Recrean mil momentos reseñables, situaciones disparatadas, momentos de intensidad y verdad que sorprende encontrarse en una propuesta aparentemente ligera, y que provocan que uno salga con una sonrisa y la sensación de haber pasado una rato tan agradable. De hecho ya tengo ganas de poder ver ese 2º Capítulo de «La Casa de Huéspedes» y descubrir qué más puede suceder en este universo ciertamente grotesco que se abre a un sin fin de posibilidades.
Lástima que haya que darse tanta prisa si queremos disfrutarlo en La Trastienda, el espacio para el que fue creado
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