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Las Hermanas Rivas

Cuando era niño siempre pasaba por delante de una papelería donde vendían prensa que tenían expuesta en el escaparate, era inevitable pararme y pegar mi nariz al cristal para mirarla con detenimiento, desde los periódicos hasta las revistas, e incluso las colecciones por fascículos, pero había una publicación que me llamaba poderosamente la atención, imagino que por sus portadas sensacionalistas y sus titulares truculentos, las miraba con la excitación de lo prohibido, con profunda curiosidad, algo así como tocar con un palo un bicho muerto y ver qué sucedía. Esa publicación era «El Caso», todos sabéis el tipo de prensa que era este periódico y el caldo de cultivo que podía llegar a ser para un niño y su, aún por desarrollar, insana imaginación.165570_logo_900x500_claim

Esto os lo cuento porque al ver «Las Hermanas Rivas» y pensarla mientras me marchaba a casa, apareció en mi memoria este recuerdo de aquel escaparate y las portadas de «El Caso», y es que esta historia podía ser perfectamente una de las protagonistas de sus titulares.

La historia nos presenta a dos hermanas que viven en un pueblo cualquiera donde la vida resbala en una sucesión de minutos, de horas, de días exactamente iguales, sin mayor emoción que la de aguardar el momento de la telenovela o acudir a visitar la tumba de los padres, llevarles flores envueltas en papel y comer con las tías solteronas; donde la única forma de sacudirse la monotonía es comprarse unos zapatos y salir a beber hasta no poder sostenerse sobre ellos. Hasta que una de las hermanas, en una de esas salidas, conoce al Potro Estrella, un boxeador que vive por y para este deporte y que desata el furor uterino de estas dos mujeres que al verse atraídas por el mismo «zángano» llegan a la conclusión de que lo mejor para mantener la paz en el hogar es compartirlo, por turnos, y que ninguna quede desplazada, a lo que él no pone objeción alguna ¡obvio! ¡Si es el sueño de todo machorro que se precie!, que le dejen hacer lo que más le gusta, en este caso entrenar y boxear, y tener un polvo fácil siempre que se le antoje; pero como es de prever, los celos, los resquemores, las envidias, no tardan en hacer acto de presencia y provocan que la historia acabe por irse por derroteros llenos de pensamientos turbios que llevan a decisiones drásticas. Tanto como para ser protagonistas de esos titulares de los que hablaba más arriba.

«Las Hermanas Rivas» muestra lo que el ser humano es capaz de hacer ante el pánico por la soledad o lo irracional del comportamiento ante el deseo. Somos capaces de romper el orden establecido para adentrarnos allá donde sabemos que no debemos ir y, cuando estamos dentro, sacar el instinto más primario desbocado por la angustia para intentar recuperar lo que teníamos y que sabemos perdido. Algo que puede resultar realmente aterrador en sus consecuencias.

Un historia creada por Adriana Roffi y Mariano Rochman que resulta atractiva en su oscuridad y apetecible en la sexualidad que rezuma, pero que cojea en sus razonamientos y resoluciones. No sé si porque el texto tiene aspectos algo endebles o porque la dirección no ha sabido plasmar sobre las tablas el posible potencial que reside en el texto, haciendo que los personajes tengan una trayectoria excesivamente lineal. No llegué a ver la evolución que justificara la decisión de semejante desenlace.

Los actores, dentro de la limitación a la que les somete la dirección, que les marca una dirección, pero no una evolución, defienden la historia con solvencia.

Creo que Luciana Drago y Regina Ferrando poseían las armas para darnos un reflejo mucho más espeluznante del que presenciamos. No era necesario ese sobreesfuerzo provocando la comedia para subrayar quienes son y cómo viven, menos casi siempre es más. Eso sí, me encantaron los momentos ante el televisor, reflejo de cómo la cotidianidad va siendo trastocada, al igual que la cocina casera y los canturreos que la acompañan. Destellos de por dónde tendría que haberse enfocado esta historia.

Mariano Rochman como el Potro nos ofrece una buena interpretación, un ser básico, primario, absolutamente posible, pero, volviendo al tema de dirección, transmite tanta candidez que no se llega a comprender el porqué de la decisión final.

Me dio la sensación de que podía haber visto un espectáculo mucho más potente de lo que acabé por ver. La materia prima estaba, pero el camino, para mi gusto, no era el adecuado.

Titulo: Las Hermanas Rivas Autor: Adrianna Roffi y Mariano Rochman Dirección: Adriana Roffi Elenco: Luciana Drago, Mariano Rochman y Regina Ferrando Vestuario: Lucía López y Yolanda Leal Iluminación: Martín Egido Lugar: Teatro Lara

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Tres

¿A quién no se le ha pasado por la cabeza volver a juntarse con sus compañeros de instituto? A todos nos queda un rescoldo al que nos aferramos estúpidamente de aquellos ¿maravillosos? años en los que nos imaginábamos de mayores compartiendo nuestras vidas con ellos -Algunos incluso se han quedado colgados de esa idea- y el que diga que no, miente, y si no miente, seguro que al menos siente el incontrolable morbazo de saber qué será de ellos y cómo estarán nuestros «más mejores amigos» de aquella época y de los que no hemos vuelto a saber nada… ¿Nada? ¡Benditas redes sociales que nos abren grietas por las que saciar nuestra nada inocente curiosidad!Tres-con-distribuidor

No es que tenga mucho que ver, ¿o sí? con el argumento de la función, pero me sirve para introduciros en esta crónica sobre «Tres» de Juan Carlos Rubio en el Teatro Lara que nos habla de tres amigas del instituto que, pasados los años, se vuelven a encontrar. Cada una ha tomado un rumbo diferente en la vida y, sin embargo, sus caminos vuelven a confluir, ¿Cosas del destino? Bueno, si al empeño de una de ellas por provocar este encuentro se le puede llamar destino, pues sí… El caso es que las tres se vuelven a juntar y tras varias copas, y alguna confesión, se les va la cabeza y deciden quedarse embarazadas a la vez ¡y del mismo hombre! (No estoy spolieando nada, no hay más que ver el cartel), pero las cosas no van a ser ni tan sencillas, ni el camino será tan idílico como se las prometían… Así nos ponen las cosas Quino Falero y Juan Carlos Rubio, quien le ha dado un par de brochazos al texto para adaptarlo a las nuevas edades de su elenco.

Una comedia que desde su aparente blancura muestra las miserias de sus protagonistas, eso sí, sólo la dósis justa para que nos arranque unas cuantas risotadas de mala baba, que a ninguno nos falta, pero para que la cosa resulte inofensiva.

El texto juega con esterotipos muy identificables para que el público enseguida enganche con ellas y sienta cercanía y comparta los motivos por los que toman la decisión de embarcarse en semejante delirio. La soledad y la inseguridad son dos terrores comunes en todos y eso une mucho, ya sea en el tú a tú de nuestro día a día como en el que se genera de escenario a patio de butacas.

La velocidad de la réplica, ocurrente y afilada, es el plato fuerte de este montaje que además vuela entre el histrionismos y el mariconerío enloquecido… ¡No pongáis cara de asombro! No me lo podéis negar: Unas descerebradas como estas tres amigas y un chulazo encerrados en la misma casa, (Yo os confieso que me las pido a todas ellas como amigas para petardear y a él… ¡Aisss!) El morbazo, la comedia y las peleas de gatas están servidas. ¿Se puede pedir algo más para pasar un rato divertido? Pues sí, también hay algún girillo en el argumento, algo previsible, que lo hace todo un poco más delirante si cabe y eso siempre se agradece; aunque ese final quizá me resultó excesivamente obvio. Cosa que no enturbia unos trabajos francamente divertidos de todo su reparto.tres

Me gusta ver este cambio de registro en Carmen Mayordomo que, si ya es toda una Drama-Queen de los escenarios, no se le puede negar la soltura con la que maneja la comedia, y es que esa cadencia que le da a su personaje, y la gravedad de su voz, son ingredientes perfectos para arrancarnos unas buenas carcajadas.

Natalie Pinot, aunque al comienzo me costó entrar en su código, acabé por comprarla por completo, incluidas sus extensiones. ¡No se puede ser más bruta y petarda!

Y la estupenda Eva Higueras, que creo es la que mejor lleva la progresión de su personaje, desde la inocencia de su comienzo hasta esa «otra» mujer que se nos va desvelando.

José Sospedra quizá se lleve la parte menos agradecida de la función, no por él si no por el papel que le ha tocado defender, pero está a la altura de sus compañeras y tiene que confiar en ello, tan sólo tiene que relajarse un poquito más y disfrutar la función.

Quino Falero tiene una fantástica mano para la comedia y de nuevo demuestra que sabe cómo hacer para que estos cuatro actores saquen todo el jugo a la función, y aunque aún están encontrándose en escena, ya se adivina un horizonte chispeante.

Una comedia que si bien no viene a descubrirnos nada nuevo, si que nos divierte y nos hace salir con un buen sabor de boca y cargados de buen rollo del teatro, y eso, visto lo visto, no es poco.

Título: Tres Autor: Juan Carlos Rubio Lugar: Teatro Lara Elenco: Eva Higueras, Carmen Mayordomo, Natalie Pinot y José Sospedra Ayudante Dirección: Fernando Miranda Dirección: Quino Falero

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Nuestras Mujeres

Tras la pausa veraniega pensé que lo mejor para enfrentarme a esa depresión post-vacacional que nos trae por la calle de la amargura al común de los mortales era comenzar la temporada teatral a golpe de comedia y, barajando posibilidades, decidí que una buena opción podría ser «Nuestras Mujeres» escrita por Eric Assous, un éxito desde su estreno en Francia en el 2013, y que ahora podemos ver en el Teatro La Latinacartel-nuestras-mujeres-teatro-la-latina

«Nuestras Mujeres» cuenta la historia de tres amigos que quedan en casa de uno de ellos, para pasar una típica velada de «hombres», bebiendo y jugando a las cartas. Hasta ahí todo pinta normal, pero uno de ellos se retrasa y cuando por fin llega confiesa a sus compañeros que el motivo de su demora es que ha asesinado a su mujer, detonante más que justicable para que los conflictos morales se activen en sus amigos. De esta manera, a través de sus dudas, de sus miedos y preocupaciones, se plantean si ayudar a su amigo, si entregarle a la policía o qué hacer, indagando en los motivos por los cuales ha tomado una decisión tan drástica y que sirve de excusa para dar un repaso al tipo de relación que tiene cada uno de ellos con sus mujeres.

Una comedia ligera, con diálogos ágiles que se apoyan en la guerra de sexos y los conflictos matrimoniales para reírse de los tópicos y hacer que el grueso del público acabe por identificarse… O al menos esto es lo que se espera porque la función cae en un estado comatoso y en la misoginia desde el mismo momento en el que se desvela el conflicto. Algo que sorprende teniendo en cuenta que Gabriel Olivares es todo un experto en comedia, que sabe por dónde se anda y cómo sacar el máximo partido a las producciones que capitanea, sólo hay que mirar la cartelera de las últimas temporadas para darse cuenta que tiene mano para convertir lo que toca en todo un éxito comercial, sin embargo aqui pincha en hueso.

Y creo que el problema radica en que los actores no encuentran el punto de encuentro entre ellos, problema tanto de dirección como de ellos tres; cada uno trabaja desde un sitio diferente, falta química, a penas si se miran y da la sensación que la comunicación escénica es inexistente. Sorprende la poca sintonía entre ellos.

Gabino Diego opta por darnos un poco más de lo mismo, da la sensación de estar fuera de la acción, esperando el momento de su réplica, sin mojarse más de lo necesario.

Antonio Hortelano desde el mismo momento que entra en escena ya sabemos que no se cree lo que está pasándole a su personaje, ha asesinado a su mujer y, por su comportamiento y el de sus compañeros, parece que se le ha llevado el coche la grúa.

Al único que salvo es a Antonio Garrido que en todo momento juega a favor de la función, tiene el tono y la actitud apropiadas y hace comedia sin pretender ser «gracioso» (¡gracias!), aunque no puede tirar del carro solo para que «Nuestras Mujeres» lleguen a mejor puerto. Y además hay que agradecer esa voz, esa dicción y proyección, ¡placer máximo!, que por otra parte deja en evidencia las carencias de sus compañeros a los que, en ocasiones, costaba entender desde la fila 9.

Creo que la función tiene demasiadas carencias que no permiten que alce el vuelo en ningún momento. Una propuesta excesivamente plana de la que nos llevamos el descubrimiento, en las tablas, de un estupendo actor.

Título: Nuestras Mujeres Autor: Eric Assous Dirección: Gabriel Olivares Elenco: Gabino Diego, Antonio Garrido y Antonio Hortelano Escenografía: Anna Tusell Vestuario: Liber Lado Iluminación: Carlos Alzueta Lugar: Teatro La Latina

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Un Genio Olvidado

Hace ya un tiempo, cuando aún no existía la versión radiofónica de este blog, además de crónicas también publicaba entrevistas, bueno, o charlas, o cómo queráis denominarlas para no etiquetarme como alguien que no soy, ni acusarme de intrusismo por algo que no pretendo… El caso es que el director Víctor Conde se prestó a conversar un rato conmigo, una charla que recuerdo con mucho agrado, que se llenó de teatro, de cine y de mil y una referencias fascinantes, y entre todas ellas surgió el nombre de Carlos Atanes, un personaje absolutamente desconocido para mí, pero que me llamó poderosamente la atención, tanto por lo que Víctor Conde me contó sobre él, como por todo lo que fui averiguando por mi cuenta. (Si no habéis visto sus cortos, deberíais asomaros a ellos y su perturbador estilo) un_genio_olvidado

Pasó el tiempo y en vez de perderle la pista, cada vez oía hablar más de él, supongo que las redes sociales y su creciente actividad teatral tuvieron bastante que ver en esto; aun así, queriendo conocer de cerca su trabajo, siempre había trabas de por medio, tiempos y agendas terribles lo impedían una vez tras otra, hasta que «Un Genio Olvidado» se plantó en mitad del camino y me llevó de la mano hasta La Pensión de las Pulgas para acabar de una vez con esa especie de maldición que parecía que se estaba enquistando entre Atanes y los Entreactos.

Como ya me imaginaba, ver «Un Genio Olvidado» iba a ser, cuanto menos, un paseo interesante de experimentar.

La función nos sitúa en Yokohama, en un día cualquiera en la vida del matemático Charles Howard Hinton y su esposa Mary Ellen, donde la vida conyugal comparte espacio con teorías sobre la cuarta dimensión, cubos de colores y la opción de la bigamia, ¿consentida? ¿real? ¿imaginada? ¿deshilachada entre varias dimensiones?, escondida tras las cortinas de una vida aparentemente tranquila.

Un texto escrito por el propio Carlos Atanes e interpretado por Germán Torres, Alicia González y María Kaltembacher que se cuela en nuestros cerebros para hacerlo hormiguear de gusto durante la hora que dura la función.

Lo que aparenta ser una maraña de ideas escogidas de allá y de acá, se descubre como un elaboradísimo tejido, donde nada está dejado al azar, de interesantes referencias, brillantes líneas de diálogo y agudísimo sentido del humor. Atanes nos adentra en su particular universo de personajes esperpénticos, surrealistas y casi vodevilescos a los que dirige de manera juguetona, y muy gamberra, para que nos muestren una dimensión deformada, de situaciones posibles que acaban por desdoblarse en tantas resoluciones como espectadores haya en la sala.

Brillante la manera con la que juega a ponernos en antecedentes, esos inteligentes cambios de plano  para dirigir nuestra atención a según qué lugar, y desde ahí encontrar respuestas si, con el rabillo del ojo, no perdemos de vista lo que acontece en segundo término.

Los tres actores están divertidos, ágiles, y, porqué no decirlo, tan estupendamente pasados de vueltas que, verles trabajar con la cercanía que Las Pulgas permite, nos hace disfrutar de un ejercicio que posee mucho de fascinante e hipnótico.

Por suerte regresan ahora en septiembre para continuar haciendo cosquillas en el cerebro con esta pieza tan curiosa de descubrir.

Título: Un Genio Olvidado Autor: Carlos Atanes Lugar: La Pensión de las Pulgas Elenco: Germán Torres, Alicia González, María Kaltembacher y Juan Antonio Molina (Voz en Off) Escenografía: Lita Echeverría Dirección: Carlos Atanes

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Antígona – 61º Festival de Teatro Clásico de Mérida

A veces reconozco que soy un dejado, que me relajo y me dejo estar más de la cuenta y por eso siempre ando rondando el peligro de perderme espectáculos que me apetecen, pero que por la razón que sea, tardo en comprar las entradas y después me pasa lo que me pasa… Bueno, pues uno de esos momentos de relax tan inapropiados ocurrió con esta versión que Miguel del Arco ha hecho de «Antígona» y que forma parte de ese proyecto bautizado como Teatro de la Ciudad puesto en pie tomando como sede el Teatro de la Abadía.

Fotografía Luis Castilla
Fotografía Luis Castilla

Tanto me relajé que cuando quise comprar las entradas me tenía que conformar con las migajas… o ponerme el mundo por montera y marcharme a verlo al Festival de Teatro Clásico de Mérida, y así es como hice. Ya que me disponía a perder la virginidad en asuntos festivaleros, mejor hacerlo entregándome a dos que a uno, ¿no?.

La primera ya os la conté en la anterior entrada y como el regusto fue el que fue, me dispuse a quemar mi segundo y último cartucho no sin algo de temor, ya me habían llegado comentarios de todo tipo con respecto a esta «Antígona» -imposible no oír nada si dejo para más tarde uno de los montajes que más hambre habían despertado en el teatrerío de la capital- pero he aprendido que si hay algo que me apetece y quiero ver, ya pueden decir misa que prefiero darme el batacazo por mi mismo y no quedarme con las ganas de lo que podía haber sido y no fue. Esta vez al menos, me alegro de mi determinación. Así que allí me planté de nuevo, esta vez con las ansias glotonas de quien ya lo ha probado.

La penumbra que flotaba en el Teatro Romano y un, a penas imperceptible y continuo, zumbido (aún no se si era fruto de mi imaginación) antes de comenzar la función, eran el preludio de que uno ya estaba adentrándose en los dominios de esta «Antígona Kamikaze».

Oscuro.

Las sombras toman la escena.

Polinices surge de entre los muertos para hablar a su hermana Antígona.

Los pelillos de la nuca

Fotografía Luis Castilla
Fotografía Luis Castilla

se me erizan con Santi Marín retorcido en su condena.

Antígona e Ismene potentes como un choque de tormentas, electrizan el ambiente con un comienzo de función que me agarró de las tripas, arrastrándome a su interior.

¡Boom!

Del Arco nos da la bienvenida con artillería pesada clavándonos en las gradas de piedra.

Sí, señores, creo que el comienzo que se marcan Manuela Paso y Ángela Cremonte es tan brutal como para, sin haber entrado aún en la función, humedecerme los ojos de puro placer. Sí, sí, así, sin mesura ninguna.

Después aparece Carmen Machi construyendo ese Creonte-Mujer... No sé muy bien el porqué de ese cambio de género, pero bueno, si es para gozar de una Machi tan bien dirigida como la que gozamos en esta función, pues tampoco importa; aunque esa pose «machirula» creo no le hace falta, incluso a veces le estorba, pero es un placer volver a tenerla en estado de gracia sobre las tablas.

Una vez más Miguel Del Arco hace un acercamiento de un clásico al gran público, sin dárselo masticado, ofreciéndole una propuesta asequible, contundente y atractiva, sin más aspavientos de los necesarios, sin cartón piedra de por medio que dibuje lo que ya está en la mente del espectador. El tema de la escenografía, por lo que me han contado, ha cambiado respecto a lo que se vio en La Abadía, ha desaparecido la esfera, y se ha apostado por la sencillez y la limpieza de espacios, donde con la varita mágica del maestro Juanjo Llorens y su Diseño de Iluminación,  todo se empapa de la atmósfera precisa para cada instante. Donde las coreografías de Antonio Ruz dibujan las acciones y las transiciones, hablando por si mismas. Con un coro entregado, esforzado y dinámico, aunque un tanto desigual en algunas de sus intervenciones que, dependiendo a dónde nos quieran llevar, nos desliza o nos arrastra. ¡Fabuloso trabajo de cuerpo el de todos ellos!

Me divertí, gocé, me emocioné, saboreé y me pase media función reclinado hacia adelante queriendo más. Fantástico el encuentro entre Creonte y Tiresias, y toda esa parafernalia, de la que ellos mismos se mofan, que parecía sacada de una película de terror oriental; apuesta arriesgada que demuestra el estupendo s

Fotografía Luis Castilla
Fotografía Luis Castilla

entido del humor que gasta Del Arco y las licencias que se toma, o las que yo creo interpretar que se toma en su propuesta.

Aunque el momento máscaras de lucha libre me dejó un tanto despistado, ¿Un acercamiento a las de los antiguos coros griegos? ¿Un símil de la teatralidad y la brutalidad fingida? Ya digo, me descolocó un poco, aunque no me molestó, y menos viendo a un amargamente divertido José Luis Martínez.

Mención aparte la fascinación que me produjo la energía y el nervio de ese triángulo de dolor: Antígona – Hemón, Hemón – Creonte, Creonte – Antígona. Momentos que Raúl Prieto junto a Manuela Paso y Carmen Machi hacen que exploten en intensidad y que culminan con esos silencios desgarradores y absolutamente devastadores que atenazan las gargantas de los espectadores. (De los que quieren vivir la experiencia en primera persona y no obsesionados con hacerlo a través de la pantalla de su teléfono, claro)

Sí, con ellos si sentí la tensión, la brutalidad y el descorazonador destino de una tragedia griega. Y lo que es más importante, la entrega de unos artistas que se manchan, que se entregan y que muestran con qué disposición y cómo se tiene que salir a un escenario.

Desde luego esta sí es una maravillosa forma de terminar mi primera vez en este Festival.

Al año que viene más.

Título: Antígona Autor: Miguel del Arco (Adaptación de la oba de Sófocles) Elenco: Manuela Paso, Carmen Machi, Ángela Cremonte, Raúl Prieto, José Luis Martínez, Cristóbal Suárez, Silvia Álvarez y Santi Marín Escenografía: Eduardo Moreno Iluminación: Juanjo Llorens Diseño Sonido: Sandra Vicente y Enrique Mingo Música: Arnau Vila Coreografía: Antonio Ruz Vestuario: Beatriz San Juan Dirección: Miguel del Arco

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Medea – 61º Festival de Teatro Clásico de Mérida

A mi me encanta el teatro hecho por y para las masas tanto como ese otro teatro más minoritario, no soy de los que porque la cosa huela a “comercial” sale huyendo. Lo siento, pero los esnobismos me repelen y las ganas de ver me pueden. Por eso mismo, cuando se anunció la “Medea” de José Carlos Plaza no lo dudé y compré mis entradas, me apetecía ese reparto, pensaba que podía ser una buena opción con la que perder mi “virginidad” en el Festival de Teatro Clásico de Mérida.ana-belen-Medea

La verdad es que cualquier función es buena como excusa para asomarme por primera vez a ese lugar. No os podéis hacer una idea de la experiencia que ha significado para mi el encontrarme allí, puesto en pie, en las gradas de semejante belleza, dejándome empapar de la cantidad de energías allí acumuladas. Son de esos momentos únicos en los que te descubres viviendo, al fin, algo que has acariciado largamente. Tengo un poco ese rollo del misticismo tontorrón del que pide a los demás que le dejen un instante, sin hablarle, sin interferir con el momento, para dejarse envolver, asombrándome, emocionándome por cuanto me rodea y guardarme eso para mi intimidad, y cuando entré en el Teatro Romano de Mérida, a pesar de las miles de personas que revoloteaban a mi alrededor, lo logré. Vamos, que disfruté el momento de entrar en el recinto y presentar mis respetos a la Diosa Céres como un niño chico.

Lástima que ese momento no fuera rematado con mi elección como primera función. A ver, tampoco es para huir despavorido, pero esta “Medea”, versionada por Vicente Molina Foix, opta por una visión tan clásica y comercial sobre el texto de Eurípides, que se ha quedado anticuada, al menos para mi gusto. Sin riesgos, correcta, ciertamente acartonada. Con honrosas excepciones, por supuesto, como es el caso de Consuelo Trujillo que sobresale y vuelve a demostrar que ella es sinónimo de buen teatro, levantando, en muchos momentos, la función con su trabajo. 1343_fichero_1

Supongo que está pensada para asegurarse una buena gira por grandes plazas.

Ana Belén soporta la función con “oficio”, como me dijo un amigo. Y creo que efectivamente tira de herramientas que sabe efectivas para dar vida a su Medea, pero no se lanza al barro en ningún momento. Oigo en su voz lo que no veo en su cuerpo y eso me lleva a pensar que me está intentando hacer ver lo que ella no está creyéndose. Y es que es un problema que quien se sabe perfecto conocedor de un instrumento como la voz, cosa imposible de negarle a Ana Belén, se apoye en exceso en su perfección a la hora de «decir» el texto, sin darse cuenta que la perfección muchas veces es frialdad, y la frialdad no traspasa, se queda hueca. Hay que sentir el dolor de cuánto se está contando, romperse, desgarrarse. Transmitir desde las tripas y no desde las cuerdas vocales, al menos cuando se está interpretando para teatro.

Y algo peor sucede con Adolfo Fernández y ese Jasón, que transmitía una desgana francamente irritante.

La historia de Medea es de una crudeza tan vibrante que si no se tiene, no se puede suplir a base de proyecciones, fasntástica labor de Álvaro Luna, en un «marco incomparable» (¡sobadísima expresión!) y cartón piedra. El problema no es sólo de ellos, quizá José Carlos Plaza, con todos mis respetos, no ha querido correr riesgos y se ha conformado con una propuesta sin ese “paso más allá” que pellizca almas, la clave entre remover espectadores o la indiferencia.

El resto del reparto, bastante descompensado, pelea por dar dignidad y solidez a sus intervenciones, –Luis Rallo, Olga Rodríguez– dando cierta veracidad que los cabezas de cartel no logran. Permitidme insistir con entusiasmo, en la labor de esa Consuelo Trujillo que bien merece la entrada.1344_fichero_1

Y no quiero que ahora se piense, “ya está el bloguero de turno tirando por tierra el trabajo de unos profesionales”, todo esto lo digo como verdadero amante del teatro y con la libertad y la exigencia del espectador que se gastó su dinero, con todo el gusto del mundo, en trasladarse desde Madrid hasta Mérida, pagando su butaca dispuesto a emocionarse y sentir.

Semejante equipo lo podía haber hecho francamente mejor, hay material para ello, pero se han quedado en la corrección, conformándose con el aprobado raspado para poder pasar de curso…

Tengámosle fe, aún son pocas funciones, y este estreno debe caminar, coger fuerza, confianza en sí mismo y tomar cuerpo para que nos hable desde su plenitud.

Título: Medea Autor: Eurípides (Dramaturgia de Vicente Molina Foix) Elenco: Ana Belén, Adolfo Fernández, Consuelo Trujillo, Luis Rallo, Poika Matute, Alberto Berzal, Olga Rodríguez, Leticia Etala y Horacio Colomé Escenografía: Francisco Leal Vestuario: Pedro Moreno Iluminación: Toño Camacho Diseño Videoescena: Álvaro Luna Dirección: José Carlos Plaza

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La Sombra Del Tenorio

Si algo caracteriza a Diágoras Producciones y Daniel Acebes es que creen firmemente en lo que hacen y, sobretodo, cómo lo hacen, en la osadía –entiéndase como arrojo- para adentrarse en cuanto género y estilo se les ponga por delante: El humor más inclasificable de sus inicios con “Caminante Si No Hay Camino, Pa Qué Vas”, el Siglo de Oro de mano de Lope de Vega en “La Hermosa Fea”, montajeLA-SOMBRA-DEL-TENORIO que aún colea; apuestas arriesgadas y quizá incomprendidas como su versión de “Cuarteto” de Müller o su incursión en la comedia musical con la cambiante “El Secreto de las Mujeres”, de la que en breve podremos ver su Versión 3.0. Y ahora vienen a ofrecernos la esencia de cuanto hemos podido ver en la trayectoria de esta compañía en forma de soliloquio: «La Sombra del Tenorio» de José Luis Alonso de Santos.

«La Sombra Del Tenorio» nos presenta a un actor postrado en la habitación de un hospital donde, entre la lucidez de su enfermedad y la alucinación de ser cuidado por una monja llamada Sor Inés, rememora sus andanzas sobre las tablas interpretando a Ciutti, hecho que mezcla y confunde con sus recuerdos fuera de ellas, pero siempre condicionado por el rol que le marcó este personaje. Y su mayor anhelo, haber encarnado en algún momento a Don Juan. Su particular viaje a ninguna parte.

Un montaje que nos invita a viajar por una especie de limbo actoral, en una ensoñación o delirio que abre las puertas a los anhelos más descarnados de un moribundo, y que nos habla de esos sueños que nunca llegan a cumplirse… ¿nunca?

Daniel Acebes, rodeado de amigos como Juan Manuel Casero o Alejandra Saenz y de lugares comunes, esa escenografía que es un collage homenaje a los 10 años de vida de Diagoras Producciones, ha rascado el óxido que el paso de los años ha ido generando entre sus lineas a este texto de José Luis Alonso de Santos, lo ha «desembrujado», lo ha adaptado al Siglo XXI y ha afilado su humor, convirtiéndolo en un caramelito envenenado que, tras esa fachada bonachona, prepara una buena reprimenda al más puro estilo de esta compañía, sin pelos en la lengua; denunciando a golpe de gracieta todo aquello que desvirtúa, desprestigia y ensucia esta profesión y además hablarnos con cariño y reverencia de esos Cómicos que viven tras los grandes nombres de la escena y que el gran público, y los propios compañeros que han compartido escenario junto a ellos, suelen olvidar después de que el telón se cierra.

Lo vi el día del estreno y uno ya sabe lo tierno que está aún el retoño como para andar diciendo demasiado. Quizá aún le quede al montaje cierto tufillo a naftalina entre sus palabras, ciertas florituras, frases excesivamente redichas que rechinan o algunos mohines de comedieta innecesaria que le restan claridad. Aunque viendo el resultado final, y entregándonos a la propuesta, son aspectos que no le sientan del todo mal al ambiente apolillado del retrato. 

Daniel Acebes logra momentos brillantes cuando deja que su personaje se envalentone y fluya con toda la emoción, atropellándose a si mismo con las palabras, con lo que se le viene a la cabeza y lo que se derrama por su boca; instantes en los que nos muestra la intimidad de un actor en el camerino, como si se tratara de un torero vistiéndose para salir al ruedo, o encarándose a esa última ovación tan añorada. 

Creo que a «La Sombra del Tenorio» hay que mirarla con ese aprecio con el que se miran las muñecas de cartón o los cochecitos de chapa que aparentemente han quedado obsoletos, pero que aún irradian un encanto especial, y es que uno sale con una sonrisa bobalicona después de ver a este Ciutti intentando por última vez cumplir su sueño «Donjuanesco».

Título: La Sombra del Tenorio Autor: José Luis Alonso De Santos Lugar: Teatro Victoria Elenco: Daniel Acebes Vestuario: Daniel Maya Escenografía: Diágoras Producciones Iluminación: Juanjo Hernandez Bellot Asesora de Verso: Alejandra Saenz Dirección: Daniel Acebes (Con la colaboración de Juan Manuel Casero)

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Humpday

¿Qué pasa si un día, después de un buen tiempo sin veros, aparece tu mejor amigo y descubres que el tío ha hecho todo lo que habíais planeado juntos, mientras tú te has ido acomodando a una vida más convencional? ¿Y si te plantea salir de copas un día entre semana como la cosa más loca y dejas a tu novia plantada ccartel-finalon la mesa puesta? ¿y si te inflas a chupitos con él? ¿y si te plantea filmaros haciendo una peli porno-gay como expresión artística para participar en un festival de porno-casero a pesar de vuestra heterosexualidad?

Pues eso es «Humpday», la versión teatral que ha dirigido Raquel Pérez. Una comedia gamberra, llena de situaciones tan divertidas como comprometidas y salpicadas con dosis de nostalgia. Desconozco cómo es la película de Lynn Shelton en la que se ha basado Raquel Pérez, quizá algún día la vea, o quizá no. De momento me quedo con el regusto agridulce y, no voy a negarlo, ciertamente morbosillo que deja esta pieza que podemos ver en La Pensión de las Pulgas.

Sí, me lo pasé en grande. Me divirtieron sus diálogos, con todas esas pedradas de mala baba escondidas entre tanto cachondeo; su ritmo juguetón, sus situaciones tan reales como hilarantes, esa mezcla entre sitcom y comedia generacional, que provocaron que me pusieron un tanto «ñoño» y también un poco cachondo. Todos esos encontronazos en pareja, esas confesiones entre amigos -de las de tragar saliva para poder contar en intimidad-, las excusas baratas para justificar hacer lo que se sale de la norma, la atracción por lo que se encuentra fuera de nuestra zona de confort, una pizca del “No hay lugar como el hogar”. Y esa eterna pregunta que nos corroe a todos por dentro: “¿Y si…?”

Raquel Pérez, que es muy lista y sabe por dónde se anda y lo que queremos, ha sabido mezclar los ingredientes justos para que esta hifotos-humpday_4storia resulte un cóctel tan apetecible para la vista como para el gusto. Siendo el ingrediente principal un maravilloso trío de actores que hacen de la cercanía con el espectador un maridaje perfecto, haciéndonos vivir su historia en primer plano, incluso rompiendo la fina membrana que es la peculiar cuarta pared de La Pensión, y que sin darnos cuenta nos cuela dentro; pero lo mejor de todo es el poder desgranar cada una de sus intenciones a dos palmos de distancia, tanto y tan cerca como para que, a veces, acabemos reclinándonos en nuestro asiento intentando ver, dentro de la función, un poquito más de lo que realmente está al alcance de nuestra vista; como cuando vemos una película e inconscientemente nos dejamos escurrir en el sofá con la intención de ver lo que está fuera de plano, más allá del borde de la pantalla.

Andrés Gertrudix, Concha Delgado y Javier Ruíz de Somavía conforman un trío delirante, cercano, absolutamente real y tan posible que se nos escapa la carcajada nerviosa. Puede que no veamos nada que no hayamos visto ya, pero la forma de llevarlo a escena nos embelesa, nos engancha y renueva el gustillo de descubrir nuestro lado más “voyeur”.

Un divertimento que, aunque no tiene más pretensiones que las de entretener, viene con resaca final; la misma que queda reflejada en los ojos de Hugo antes del oscuro.

Título: Humpday Autor: Raquel Pérez (Basada en la película «Humpday» de Lynn Shelton) Dirección: Raquel Pérez Elenco: Andrés Gertrudix, Concha Delgado y Javier Ruíz de Somavía Música: Joe Crepúsculo Espacio Escénico: Alberto Puraenvidia Ayudante de Dirección: Raul Prados Lugar: La Pensión de las Pulgas

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En Un Entreacto Radio – Programa 38

Desde este podcast decimos adiós a nuestra casa, al lugar que nos vio nacer como programa de radio, a Getafevoz, y para ello hemos querido rodearnos de grandes amigos que, de manera directa o indirecta, han aportado su granito de arena para lograr que fuéramos posibles. 
Este último Entreacto ha reunido voces que queremos sean el eco de todos y cada uno de los amigos que han puesto voz y corazón a esta aventura que ha terminado siendo En Un Entreacto Radio
Un homenaje a los invitados en el estudio, a los que han participado vía telefónica, a los compañeros y un eterno agradecimiento a cuantos nos habéis escuchado. Y por eso mismo lo que quisimos hacer fue una fiesta que tuviera lugar tanto dentro como fuera del estudio, queríamos marcharnos con una sonrisa, impregnando las paredes de nuestro hogar con la mejor de las energías y charlando desenfadadamente sobre lo pasión que nos une a todos: El Teatro. 
¡Adentraos en este podcast porque no tiene desperdicio!
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César López, Ariel Boissiere y yo, Jose A. Alba, nos despedimos con un «Hasta Pronto» y repletos de cariño.
A partir de ahora comenzamos una nueva andadura que aún no sabemos por dónde nos llevará. Esperamos encontraros por el camino.
¡Ha sido un viaje maravilloso, Entreacteros!
¡Bienvenidos a En Un Entreacto Radio!
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Manténgase a la Espera

Hace poco, y tras muchos intentos fallidos, me acerqué al Teatro Lara a conocer uno de los ya reconocidos en las redes sociales como #MartesAbsurdos. Fui a ver “Manténgase a la Espera” una de las múltiples propuestas que actualmente tienen en cartel Los Absurdos Teatro

En «Manténgase a la Espera» se nos muestra una relación de pareja como la de cualquier hijo de vecino, con sus manías, sus costumbres, sus roces (de todo tipo), sus roles y un objetivo en común, darse de baja de la línea telefónica… Algo nada sencillo, y menos para esta pareja y su curiosa circunstancia.cartel-web

Con este planteamiento nos lanzamos de cabeza, a 200 km/h, por una montaña rusa de caída libre y repleta de loopings. Porque la propuesta de Los Absurdos es una comedia de estilo amable, pero con un ritmo trepidante, y cuando digo trepidante no es un calificativo puesto porque sí, no. Es que cuando esta compañía sale a escena se acaban los momentos de respiro.

Los Absurdos, como buena compañía que intenta sobrevivir en la jungla escénica en la que se ha convertido la cartelera madrileña, optan por guisárselo y comérselo solitos, creándose una identidad propia con la que poder asomar la cabeza entre la multitud, escarbando y retorciendo situaciones cotidianas para lograr un retrato de nuestras vidas y lograr que hasta lo más caricaturesco nos sea identificable.

Ellos hacen un humor que agradezco, que me hace sentir cómodo. Sacan esa vena gansa, llena de cachondeo y despreocupación de cuando uno está a gusto. Tan pronto rezuman mala baba como caen en el más puro estilo naif, haciendo que todo se empape de una energía muy apetecible. Algo muy difícil de conseguir porque toda esa aparente locura que les rodea, que parece que se va a ir de madre en cualquier momento, en realidad es una partitura absolutamente medida, donde cada respiración va en el lugar que le corresponde, ni un poquito antes ni un poquito después, donde las palabras tienen un tempo en el que el pisarse, el solaparse, está justificado y medido a conciencia, para provocar el efecto deseado. Y esto es gracias a los textos y dirección de Alfonso Mendiguchía y el compromiso de todo el equipo.

Alfonso Mendiguchía, Patricia Estremera y Jorge Gonzalo son una maravillosa máquina de precisión, pero no es eso lo que más me gusta, lo que más me gusta es que no se olvidan que lo que hay que hacer en escena es JUGAR, y ellos lo hacen, desprejuiciados, con ganas. Juegan de una manera tan sencilla y desprovista de complejos como cuando éramos pequeños y nos metíamos tan de lleno en las historias que no existía el sentio del ridículo ni dudábamos que aquello era una ficción, y así es como logran que nos metamos de lleno en su ilusión. Cantan, ríen, bailan, se meten mano, parlotean a la velocidad de la luz, nos plantean situaciones tan inverosímiles que podrían ser verdad y con ello hacen que todo se llene de un espíritu de diversión enorme y apetecible. Es como poder tirarse a una piscina de bolas sin que nadie te diga que ya estás mayor para eso. «Manténgase a la Espera» es como acudir a un espectáculo infantil para adultos.2015060519055963403

Quizá, y para que no parezca que estoy dorándoles la píldora gratuitamente, diría que los momentos musicales flojean en cuanto a coreografía. Si en esos momentos de transición y surrealismo se lanzaran y fueran un poco más allá, elaborándolas un poco más, buscándoles el brillo, sería el complemento perfecto para hacer de este espectáculo algo absolutamente burbujeante.

Y con esto no quiero desmerecer la propuesta porque contiene tantas dosis de diversión, de originalidad, de valentía y compromiso, que no puedo por menos que recomendaros que os acerquéis por el Lara a conocer uno de esos #MartesAbsurdos y os entreguéis de lleno a ellos y la maravillosa luz que irradian.

Título: Manténgase a la Espera Autor: Alfonso Mendiguchía Lugar: Teatro Lara Elenco: Patricia Estremera, Alfonso Mendiguchía y Jorge Gonzalo Escenografía: Joanmi Reig y Alfonso Mendiguchía Vestuario y Atrezzo: Patricia Estremera Producción: Los Absurdos Teatro Dirección: Alfonso Mendiguchía

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